Ricardo Luna: La diplomacia sin anestesia [PERFIL]
Fernando Vivas

Se defiende con el humor. Y también ataca, porque le pregunté si siempre quiso ser diplomático y me replicó con esta chanza: “Quise ser torero, pero me daba miedo”. A lo que le dije que la diplomacia es la continuación de la tauromaquia por otra vía, y el chiste hubiera sido pasable si él no decía, en serio y aludiendo a Venezuela: “Soy alérgico a la retórica de la diplomacia. Esta es una época en que no debemos estar diciendo ‘ojalá dialoguen’. Queremos plazos y objetivos concretos”.

está de vuelta en muchas cosas y de entrada en una fase culminante, donde la experiencia se mezcla con traviesas ganas de zurrarse en los protocolos. Por eso, le digo que PPK y él reivindican a los veteranos frente a las tendencias de la administración pública a poner límites de edad. “Nosotros somos exponentes de la renovación generacional, como Bob Dylan, Rod Stewart, en nuestros ‘late sixties’ [ríe]”. Ahora, en firme: “Creo que son fenómenos del azar. Pedro Pablo Kuczynski ha podido ser presidente de lujo en cualquier momento. Lo que a él le interesa es la idoneidad”. ¿Y la experiencia? “Ayuda, sin duda. La experiencia da, además,libertad; porque no estamos acumulando currículum para el siguiente puesto”.

A propósito, ¿cómo conoció a Pedro Pablo?: “Yo tenía 19 años y hacía el ‘undergraduate’ en Princeton cuando él acabó Oxford y pasó a hacer el posgrado en Princeton. En esa época, la universidad era solo de hombres, la vida social era austera. Entonces, este joven flaco pregunta: ‘¿Qué se puede hacer aquí?’, y le dicen que tiene que hacerse amigo de un ‘undergraduate’, que hay un francés, un italiano, un peruano. ‘¡Un peruano!’, dijo, y a los dos días me estaba tocando la puerta, y nuestra vida social era más activa”. ¿Se puede contar alguna aventura? “No [ríe]. Íbamos a Nueva York, que estaba a hora y media en el trencito Dinky. Frecuentábamos el Peppermint Launch” (N de R: discoteca de Manhattan abierta entre 1958 y 1965. Allí se dio el ‘boom’ de Chubby Checker y el twist, que puede haber marcado el estilo coreográfico del presidente).

La amistad se mantuvo a través del tiempo y la distancia. ¿Tuvo que convencerlo su viejo amigo para ser canciller?: “Un poquito, pero no porque no quisiera ser canciller, es un honor. La parte burocrática se me hacía cargosa [...], pero luego me doy cuenta de que no es así si uno tiene un buen equipo, como yo lo tengo”.

—El viejo Torre Tagle—
Luna Mendoza conoció el mundo desde muy pequeño. Su padre era funcionario de la naciente ONU en Nueva York y él estudió en el colegio de las Naciones Unidas. “Todos mis compañeros eran de diversos países: filipinos, franceses, chinos. Mi héroe era Dag Hammarskjold” [entonces cabeza de la ONU]. No habíamos caído en el cinismo”. ¿Ahora prima una burocracia cínica? “Lamentablemente sí, pero hay gente brillante y dedicada”.

Fue Alberto Ulloa, gran jurista y ex canciller, quien lo animó a regresar al Perú y presentarse a la Academia Diplomática. “Tengo una formación bicultural, una profunda identificación nacional, no tengo acento. Salí a los 5 años y regresé a los 24, pero mis padres eran dedicados al Perú, cada dos años veníamos por tres meses. Venir no era una opción, era una necesidad”. Ya diplomático, le tocó trabajar con Pérez de Cuéllar y con Carlos García Bedoya, el canciller de la transición a la democracia que murió poco antes del retorno de esta en 1980.

Luna conoce la historia de Torre Tagle y ha vivido algunos de sus trances. ¿Cómo así Torre Tagle aprendió a convivir con los excesos del poder político? “Tempranamente. En la época de Leguía se estableció la necesidad de hacer una política exterior de Estado y eso lo respetaron gobiernos autoritarios y democráticos”.

El propio Luna vivió uno de los peores trances de Torre Tagle. En 1992 era nuestro embajador en Washington y lo visitó el canciller Óscar de la Puente con la comitiva de una reunión secreta. “No solo no me plegué, sino que me retiré de la reunión. Me fui a la casa de un amigo en Washington. El canciller Óscar de la Puente hizo lo que le dio la gana. No se habla mal de los muertos, pero hay que calificarlos por lo que son. Es lo más parecido al fascismo que he conocido”. ¿Es cierto que se decía “tal embajador es homosexual, tal otro es alcohólico”? “Escuché eso, pero no en la reunión porque me fui. Le dije ‘prescinda usted de mí’. Y De la Puente me dijo: ‘Váyase’”.

—Qué bonita vecindad—
No hablamos de Trump porque esta charla se dio el día mismo de las elecciones, pero por lo que me respondió a propósito de Venezuela y PPK, no dudo de que su voto hubiera sido demócrata: “No hay rendija, no hay matices en materia internacional entre lo que piensa el presidente y yo. Somos formados en los 60, un poco en la centroizquierda y no en la centroderecha, como mucha gente piensa. Puede pasar que le diga ‘no te adelantes’, él diga ‘¿por qué?’, y yo diga ‘por tal razón’. En el caso de Venezuela, la del Perú es la posición de muchos países que no pueden pronunciarse como nosotros porque tienen distintos impedimentos”.

Sobre Chile, Luna simpatiza con la idea de integrarnos hasta hacer gabinetes binacionales como con Bolivia y Ecuador, pero es realista: “Chile tiene enorme significado histórico para nosotros. Las sensibilidades están ahí. Es una relación densa y compleja; pero a la vez es la más interesante y creativa para el futuro con miras a consolidar la Alianza del Pacífico. El gobierno pasado dejó las relaciones congeladas y no se puede pasar de ahí a los abrazos”. (Al día siguiente recibió a su homólogo chileno Heraldo Muñoz y nos descongelamos un poco más).

Le digo que es una pena que con Brasil tengamos una relación de baja intensidad. “Es la potencia global de Latinoamérica. Hemos enviado un embajador de lujo y ellos tienen un embajador de lujo”. Y dejamos el vecindario para hablar de China: “Es la gran potencia del siglo XXI, es la que ha mostrado más estabilidad y predictibilidad. Y ese poderío no lo ha expresado de una manera expansiva”. Está preparado para recibir a Xi Jinping.

El artesonado, el cortinaje, la balaustrada el segundo piso, una santa Rosa original de Francisco Laso y el escritorio que una vez fue de su amigo Toño Cisneros me hacen preguntarle a Luna si Torre Tagle será alguna vez museo. Con humor y diplomacia sin anestesia, el canciller repregunta: “¿Con el inquilino adentro?”.

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