Pedro Castillo empezó la semana con una decisión tomada. Guido Bellido no va más. Su cabeza, más el sombrero con incrustaciones de plata, más un trío de ministros, se van. Sí señores; no me los boten que yo los saco y de paso me otorgan una tregua para gobernar. Ahórrense su bala. Por fin, el presidente había sido sensible al clamor de propios y extraños: que Bellido y el radicalismo de Vladimir Cerrón son insostenibles para gobernar en paz con el Congreso y la mayoría nacional silenciosa.
Por lo tanto, mejor sería sacar a quien malogró la luna de miel apenas tuvo el fajín, y hacerlo antes del plazo de investidura, ganando así la iniciativa y la valiosa tregua. Este argumento fue el de sus asesores encabezados por Auner Vásquez –'jóvenes sanos’ los califica una fuente-, el de ministros como su paisano chotano, Aníbal Torres, de Justicia; y de mucha de la gente que rodea al presidente. El coro de la moderación encontró un buen momento para arreciar su campaña persuasiva, dos fines de semana atrás, cuando Vladimir Cerrón dio un par de entrevistas. “Pedro está muy molesto” me dijo un prominente miembro del coro refiriéndose a aquella circunstancia. Vladimir también estaba muy molesto con el anuncio de la formación del Partido Político Magisterial y Popular de maestros castillistas, que venía a robarle las ilusiones de crecimiento vegetativo de Perú Libre.
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El problema eres tú y yo
Los aliados de la izquierda organizada ya están en el gabinete; así que, en esta intentona castillista, había que llamar a las personalidades del centro. ¿A quién?. Varios de los voceados y sondeados en la segunda vuelta, cuando Castillo hacía creer que su divorcio de Perú Libre estaba en trámite, ya no están disponibles. Manuel Rodríguez Cuadros, por ejemplo, prefirió el perfil bajo asesorando a la cancillería. Apareció entonces en el radar el exministro de Justicia de Humala, Francisco Eguiguren.
Una fuente me dice que Castillo estima mucho a Eguiguren pues, junto a Gorki Gonzales, ha sido el constitucionalista que mejor le explicó y sustentó la factibilidad de convocar a una asamblea constituyente. Esta y otras fuentes coinciden en que Castillo habló previamente con Eguiguren (similar versión la ha recogido Sebastián Ortiz en “Los entretelones de la reunión entre Pedro Castillo y Guido Bellido”, publicada en El Comercio del 24/8/21 y más detalles de la reunión en casa de Torres, están en “Tensión en la calle Roma” de Alonso Ramos, publicada en Sudaca el 25/8/2), acordando los cambios posibles.
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Mis fuentes se extrañan de que haya sido el invitado quien planteó, ante los propios Bellido, Cerrón y Roger Nájar, los cambios por hacer. ‘Ni siquiera tendría que haber estado allí’ me dice un amigo del coro refiriéndose al incauto jurista. ‘Lo dejaron en la estacada’ me dice uno de los sondeados para reemplazar a uno de los ministros que sería guillotinado junto a Bellido. ‘El profesor es taimado’ me dice otro, para explicar cómo, con astucia y disimulo, Castillo hace sugerir a un tercero lo que le correspondería plantear a él con franqueza. Era como si uno quisiera romper sorpresivamente con la novia, y le pida al reemplazo hacer todo el trámite. Difícilmente podría caer así un gabinete. Por cierto, el machismo impera en el castillismo y el cerronismo. No hubo mujeres en la reunión, aunque una fuente me dice que Dina Boluarte hubiera podido ser de la partida sino hubiera estado con problemas de salud ese día.
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Con los maestros, no te metas
El martes empezó el desmontaje del primer ensayo de Pedro Castillo por recomponer sus alianzas de poder sin las bases de su socio Vladimir Cerrón, pero con su venia. Una fuente me contó que el congresista radical Guillermo Bermejo, que se ganó el aprecio de Castillo en sus giras de campaña, hizo su parte el martes persuadiéndolo de no apurar los cambios. Hasta obtuvo su tácita venia para tuitear: “Hoy nuestro presidente Pedro Castillo me confirmó que vamos por el voto de confianza del gabinete. No piensa traicionar a su pueblo. Los cambios los hará cuando él los decida, sin ningún tipo de presión”.
Varias cosas no cuadraban en la intentona. Además de la incómoda presencia de Eguiguren –'era como si el head hunter llevara la cabeza escogida para que la baloteen, así no es’ insiste un miembro del coro- está la aritmética congresal. El gobierno perdería alrededor de 20 votos (descontando la docena de maestros y una media docena de PL que respaldarían a Castillo antes que a Cerrón). Además, el lastre de los ministros cuestionados no es responsabilidad exclusiva de PL. Béjar sí fue una sugerencia de Cerrón que Castillo asumió con convicción; pero Íber Maraví, para mencionar al más vapuleado por medios y redes en estos días, es un sindicalista magisterial puesto por Castillo. Tampoco valía, pues, que Pedro echara en cara a Vladimir: ‘mira lo que me has puesto’. Descontando a Bellido, claro está.
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Abortada la intentona de guillotina sin ruptura; el oficialismo llega al Congreso a exhibir su indefinición. Que el Parlamento decida por los dos poderes, esa es la consigna, más allá de un leve y confuso trabajo de enlace con las bancadas. Que Bellido se luciera el martes en una foto con Jorge Montoya de Renovación Popular, opositor y bancada extrema; fue una señal absolutamente contradictoria para APP y AP, bancadas que siguen procesando sus dudas internas.
Si no lo invisten, Castillo hará los cambios inevitables y convocará a algunos de los sondeados por el coro de la moderación; si se salva, igual hará los cambios, pero nadie sabe cuándo ni cómo ni que tanto pesará el radicalismo de Cerrón.
El coro perdió en la intentona, pero volverá a la carga. Sino ataca, estará vulnerable a la revancha del ala dura. En el Congreso, la docena de maestros ajenos a Perú Libre, arrinconados en la bancada dominada por el partido (esto lo conté en “Lo que puede pasar antes de la investidura” del 22/8/21), también ha perdido. Bellido tenía relaciones ásperas con algunos de ellos. Incluso, una fuente ligada a la bancada me contó que durante la campaña en el Cusco, se fue a las manos con unos maestros que apoyaban a la dirigente magisterial Katy Ugarte, hoy también congresista.
Llamé a Ugarte para preguntarle los detalles. Me pidió que habláramos dentro de unas horas, y en la segunda llamada, negó recordar tal incidente. Confío en mi fuente, así como comprendo y respeto la discreción de la congresista. Entre los que votarán por investir a Bellido, algunos lo harán a regañadientes. Cualquiera sea el resultado de la votación congresal, el gabinete que casi murió por mano presidencial en la víspera, quedará en estado de suma precariedad.
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