En el Perú, un primer ministro puede decir que no es un político. Me lo dijo una vez Fernando Zavala, en el que constitucionalmente sigue siendo el mismo gobierno que el de hoy aunque han pasado siglos. Walter Martos va más lejos y miren quién lo acompaña en el manifiesto: “Me llamó el presidente el día posterior a la denegación de confianza [de Pedro Cateriano] y me planteó la factibilidad de que sea primer ministro. Le dije ‘yo no soy político’. Él me dijo ‘yo tampoco soy político’. Le dije 'Sr. Presidente yo no tengo aspiraciones políticas, esa es la verdad, no me voy a presentar, no voy a entrar a ningún partido, no voy a crear ningún partido, una vez que termine el encargo regresaré con mi familia. Considero que fue un llamado a ayudar a la población y lo estoy haciendo”.
Es sábado por la mañana y la coyuntura ha dado al primer ministro una pequeña tregua para que me conceda esta entrevista que le pedí semanas atrás para elaborar un perfil. El domingo se enredó en unas declaraciones sobre las Fuerzas Armadas (FF.AA.) –"no se va a permitir que se rompa el estado de derecho"- que han despertado hasta apetitos de censura congresal. La clave de ese dicho en falso creo que la podemos entender aquí. Esbozo de conclusión anticipada: Walter Martos es un militar con una cuenta pendiente con su Ejército, un político improvisado y desbordado en la circunstancia, el gestor de una fórmula contra el COVID-19 que aún no puede explotar como quisiera.
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Pero antes de llegar a la extraordinaria circunstancia y a la fórmula desaprovechada, el primer ministro quiere hablar de su evangelio personal. “Mi abuelo paterno, Baltazar Martos, me contó una historia de la peste que llegó a un pueblo. Al momento de salir del pueblo, esta se encontró con la muerte y le dijo, ‘yo he traído la peste pero tú no has debido matar a todos’. La muerte le dijo, ‘yo solo maté a uno, el resto se ha muerto de miedo’. Entonces se me pegó que el miedo influye muchísimo en las crisis. Luego, he leído mucho y me he dado cuenta que en el universo hay dos frecuencias; la más alta, que es el amor, y la más baja, que es el miedo. Entre esos dos extremos hay una gama de frecuencias que vibran en el ser humano. Donde está el miedo no puede estar el amor”.
Me siento ante un sacerdote antes que ante un general de división. Pero ya sé cómo voy a llegar a la política y al COVID. Le digo: Primer ministro, al miedo lo usamos estratégicamente en la lucha contra el virus, por ejemplo, dejando correr el pánico a la segunda ola. “Sí, pero si bien se logran algunos cambios en el comportamiento, no es el camino más correcto. Muchas iglesias, por ejemplo, en base al miedo han logrado restringir muchas libertades”. Ese aserto liberal no se lo voy a discutir. Más bien, quiero que trace el camino que lo llevó en 1957 desde su Cajamarca natal hasta la Escuela Militar de Chorrillos.
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Retiro y rebote
Martos es cajamarquino de padres, de abuelos y de educación escolar (Escuela Primaria de Varones #91 y Colegio Cristo Rey). Su tío César Martos estaba en el Ejército pero no fue él quien le metió el bicho armado. Fue su tío Samaniego, el esposo de su tía Benilde. “Me decía ‘tú eres un diamante en bruto’ y me hablaba de liderazgo. Me dijo, ‘¿no te gustaría ser militar como tu tío César?’”.
Acabado el colegio, Martos vino a Lima a postular a Chorrillos. “El primer año ni me dejaron inscribirme porque se exigía talla 1.70m y yo tenía 1.67m. Ese año me sirvió de preparación y al siguiente bajaron la talla a 1.65m”. Le pregunto si esa discriminación por estatura continúa en las FF.AA. y me dice que sí, pero se desentiende del asunto haciéndome ver que ya no es autoridad militar.
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En otros momentos sí habla como si lo fuera: “Lo que he aprendido es que los militares no debemos intervenir en política y tampoco los políticos deben involucrarse en los temas institucionales de las FF.AA.. Mi carrera fue truncada por un presidente que quiso favorecer a su promoción y pasó a retiro a 3 promociones. Yo era el cabeza de mi promoción que prácticamente estaba destinado a comandar mi institución”.
He ahí la cuenta pendiente y el entrevero de uniforme y fajín que lo lleva a hacer declaraciones que lo ponen en bandeja para la oposición. Ollanta Humala hizo tal cambalache en su ex arma, que provocó carreras políticas inusitadas. Una fue, sin querer, la de Martos; otra, queriendo, fue la de Daniel Urresti. “Somos bastante amigos, aunque tenemos diferencias en cuanto a planteamientos”, dice Martos de su polarizante pata.
Algo que diferencia a nuestro personaje de Urresti y de varios de sus compañeros de promoción es que no participó en combate. Fue destacado a varios lugares (el que más lo marcó fue Changos en la frontera con Ecuador), pero no estuvo en operativos armados. Por ser de los primeros de su clase, se la pasó primero de instructor y luego de jefe de instituciones académicas. Llegó a ser director de su alma mater, la Escuela Militar de Chorrillos y Comandante General de Educación y Doctrina.
¿Como director de la escuela hizo algo que hubiera querido hacer cuando fue cadete? Me cuenta su evangelio patrio: “Había que reforzar valores institucionales, el amor a la patria y al ejército. No se puede amar lo que no se conoce. Cuando conozco y veo las cualidades de esa persona, la amo, y cuando uno ama sirve espontáneamente y supera sus intereses personales. Entonces, impulsamos en la Escuela Militar el conocimiento de nuestros héroes, no solo de quien era Bolognesi, sino el héroe de cada especialidad, por ejemplo, Pedro Ruiz Gallo, en ingeniería”.
Vuelve a aparecer la pica del retiro forzado. ¿Cómo lo ficharon de Ministro de Defensa?. “Cuando pasé al retiro no tenía la intención de meterme a la política. Me llamó un ministro de Ollanta a ofrecerme un cargo, pero no acepté”. ¿Estaba molesto con ese gobierno?. “Sí. Me dediqué a dictar cátedra y tener un espacio familiar, con mi esposa [Violeta Marín Quevedo, con quien tiene 41 años de casado y 3 hijos], a la meditación, a la parte espiritual. Me llamó la secretaria del presidente [sí, Karem Roca]. Asistí a la entrevista y me dijo que tenía una terna para ministro de Defensa y yo estaba. Yo no lo conocía [a Vizcarra], por eso me extrañó. Hasta ahora no me ha dicho de dónde sacó mi nombre. Me hizo unas preguntas y me dijo que si tomaba una decisión, me iba a llamar. Al día siguiente me dijeron que vaya a Palacio con mi familia y fue la juramentación”.
Ay, tayta
El fichaje de Martos en el Mindef se concretó el 3 de octubre del año pasado; pero la vorágine que lo llevó al premierato empezó con la pandemia. Y se cristalizó en un nombre largo y en una bonita sigla: Operación Territorial de Ayuda para el Tratamiento y Aislamiento, TAYTA.
Que el general experto en planeamiento estratégico nos cuente como nació: “Al comienzo de la pandemia nos reuníamos con un grupo en el Mindef para ver cómo ayudábamos al Gobierno. Países como Corea del Sur tenían capacidad de hacer un rastreo masivo cuando empezó la pandemia. Ahí se puede hacer, cuando no hay muchos casos. (…) Teníamos que identificar a los infectados, aislarlos a ellos y a sus familias, sino tenían condiciones para quedarse en su casa, llevarlos a la Villa Panamericana. Así se implementó el plan Te Cuido Perú con el Minsa, Essalud, Defensa Civil, el Instituto Geográfico Nacional para hacer los mapas de calor”.
Ese plan implementado desde el aparato de las FF.AA. fue sobrepasado por la masividad de los contagios y se abandonó. Había que hacer otro plan, focalizado en medio de la tragedia. “No teníamos capacidad de cubrir tanto, entonces decidimos preocuparnos por los más vulnerables, de tercera edad y con comorbilidades. Se nos presentó Grade [la ONG], espontáneamente, sin cobrarnos nada, y nos dijeron que tenían experiencia en empadronamiento focalizado. Vimos que teníamos que trabajar con los alcaldes. Hablamos con Jorge Muñoz, escogimos un lugar llamado La Cachina con alto nivel de contagio, para el plan piloto. Identificábamos manzanas, casa por casa, buscando a los vulnerables, íbamos con los equipos de respuesta rápida del Minsa, les hacíamos pruebas. Como resultó muy bien comenzamos a expandir a otros distritos y provincias”.
Tayta incluye, arropado con víveres, el rastreo de contactos que tanto se reclama al gobierno. Y es la confirmación de una tendencia que ya lleva varios años de vigencia en las FF.AA.: la reconversión del gasto armamentista hacia la parafernalia de la defensa civil. En lugar de aviones de combate y misiles; helicópteros y camiones para distribuir ayuda.
“En Cajamarca, con Tayta, llegamos a 22 mil personas en 3 días”, me dice Martos y yo le pregunto si extenderán más esa estrategia, ahora que, precisamente, es más fácil hacerlo porque la curva se ha aplanado. “Ayer [viernes pasado] estuvimos en Puno en una operación grande. Los militares sabemos que cuando el enemigo muestra una debilidad es el momento de golpear fuerte”.
El enemigo no es solo la peste sino la burocracia: “Sería muy difícil para el gobierno estructurar una respuesta sino fuera por las FF.AA., sino fuera por la estructura vertical y la disciplina y estar capacitadas para hacer planeamiento en una situación de guerra como esta. He visto que la falencia en el Gobierno es que hay mucha burocracia que dificulta la articulación entre sectores. Las FF.AA. permiten hacer eso y establecer un plan como Tayta”.
He oído a otros ministros atribulados hablar del ‘estado’ y de la burocracia como enemigos monstruosos; pero Martos le agrega a este discurso, la reivindicación de la jerarquía y disciplina militares como solución, al menos en tiempo de guerra. Como para pensarlo varias veces. Ahora que es primer ministro, ¿podrá vencer a la burocrática letalidad del Minsa e imponerle una estrategia anti Covid que salga del forro de la PCM?
Se lo pregunto de esta forma: ¿Hay aspectos de la lucha contra el virus donde el personal de las FF.AA. pueda reemplazar a los equipos de respuesta rápida del Minsa?. “Las FF.AA. ayudan en la articulación y en dar seguridad a los equipos médicos, pero también participa el personal médico auxiliar y las enfermeras de las FF.AA.”.
Creo que el monstruo del Estado es mayor problema para Martos que los congresistas que no se dejan amar por él. Pero tiene otro reto, ahí mismo en Palacio: el presidente asolado por investigaciones de alto calibre. Las encuestas le dan confianza para seguir adelante con el calendario electoral, pero, caray, las imputaciones son bastante graves. ¿Cómo hará el gabinete para contrarrestar el descrédito de la imagen presidencial?. “Lo digo de forma sincera, en todo este tiempo he visto en él la mejor intención para el país y un gran cariño por la población (…) Ahora, entiendo que probablemente sigan apareciendo denuncias y colaboradores eficaces, etcétera; pero en el gabinete estamos totalmente unidos y respaldamos la gobernabilidad. Es nuestro compromiso con el país y es el del presidente”.
Para acabar el perfil, una proyección al 2021. ¿Aspira llegar al 28 de julio con el mismo Gabinete?. “Sí, porque ya no tenemos más tiempo y todos los ministros están enfocados en los problemas de su sector”. ¿Y si hubiera que cambiar a algún ministro, espere que el presidente lo decida con usted?. “De darse ese caso lo conversaría con el presidente, pero en 5 meses que falta para las elecciones, los ministros están concentrados en su trabajo”. Hay dos carteras, MTC y Vivienda, donde se han detectado problemas por los que se investiga al presidente y a su círculo; le digo. “Si cambiamos a un ministro por una denuncia que está en la fase preliminar ahí caeríamos en el mismo error que está cayendo el Congreso”.
El primer ministro tiene una buena relación con Manuel Merino y promueve viajes de congresistas acompañando a ministros, para estrechar los lazos con el poder díscolo. Sus gestos y rollo concertadores le fluyen con una naturalidad que no es de funcionario ni de militar, sino personal. En la declaración política es donde trastabilla. Lo ha hecho dos veces en estos días, al hablar de las FF.AA. de las que no puede o no quiere desconectarse, y al dar a entender que el TC le va a decir al Congreso lo que tiene que hacer en materia de vacancia.
El nudo de uniforme y fajín es difícil de desatar en tiempos tan agitados. El sábado 12 de setiembre, tras la revelación en IDL Reporteros de que Merino había llamado a los altos mandos militares para comentarles el plan vacador; Martos dio una trémula declaración, repitiendo el dogma de que ‘las fuerzas armadas no son deliberantes’ con el fondo de los 3 comandantes generales, uniformados, parados detrás. Le comento que el discurso era claro pero la imagen era contradictoria. “Los comandantes generales estaban contrariados porque estaban intentando involucrarlos en una situación política (…) Entonces el ministro de Defensa [Jorge Chávez Cresta] iba a salir a decir esto y ellos [los comandantes] dijeron, ‘seguramente lo van a negar, queremos estar ahí’”.
La crisis encaramó al general en retiro al segundo puesto del Ejecutivo. Es mucho lo que puede hacer desde allí y mucho contra lo que tiene que pelear al lado de un presidente en ascuas. La confusión de lo cívico y lo militar puede traerle más impasses políticos, pero puede ser creativa contra la pandemia.