(Foto: Reuters)
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Jaime de Althaus

En el mes de diciembre, la economía apenas creció 1,3%, y la industria cayó -3,5%. En esas circunstancias, cuando varios sectores de la economía están pataleando para no terminar de hundirse, cuando el empleo formal viene cayendo y cuando desde hace tres años que no hay empleo nuevo para jóvenes, al presidente no se le ocurre mejor idea que proponer la subida del salario mínimo. En eso ha terminado el hombre que iba a hacer las grandes reformas para formalizar el país: propiciando la medida perfecta para que haya menos empleo formal y para que muchas pequeñas empresas que están en el límite quiebren. Parece que el presidente no sabe que el 49,3% de la PEA ocupada gana menos que el salario mínimo (Plades, INEI).

Son manotazos de ahogado. El problema es que toda la estructura política está embarcada en la irresponsabilidad y el desgobierno. El procurador Ramírez, fuera de toda coordinación de Estado, demandó a las consorciadas para que las declaren civilmente responsables sin que esté aprobado el proyecto de ley sustitutorio del D.U. 003, con lo que es posible que desde el martes se desate una ola de embargos catastróficos, que se sumarían a la decisión de los bancos de no prestar ni afianzar a ninguna empresa constructora mientras no haya reglas claras. El efecto combinado será la quiebra masiva del sector construcción y, por ende, de la economía entera.

Mientras tanto, como si no pasara nada, el Congreso da largas al proyecto de ley que evitaría esa quiebra masiva o quisiera que el Gobierno lo saque mediante decreto legislativo –lo que no tendría valor porque luego podría ser cambiado por el propio Congreso–. Da la impresión de que Keiko Fujimori goza viendo cómo se hunde el barco de su archienemigo, sin percatarse de que ese barco es el país, el trabajo y los ingresos de cientos de miles de personas. Aplica con más frialdad que la izquierda marxista la táctica de agudizar las contradicciones para pescar luego a río revuelto, sin percatarse de que en esa clase de río hay mejores pescadores que ella y con mucha más práctica.

Se habla de la vacancia presidencial, pero lo que tenemos es una vacancia general de la estructura política del país. Esta estructura tiene que recomponerse para recuperar un norte y conjurar este desgobierno absoluto en el que cada actor busca solo su propio beneficio de corto plazo. Porque aquí no funciona la ley del mercado de Adam Smith, que persiguiendo cada uno su propio beneficio consigue el beneficio colectivo. En la política puede ocurrir al revés si no existe una comunidad política gobernada por reglas mínimas de cooperación y convivencia.

Estamos en una tierra de nadie en la que solo florecen las iniciativas populistas, predatorias o rentistas, a costa del futuro del país. El propio presidente se suma a esta corriente deletérea. Si va a dedicar sus energías a buscar alianzas populistas o efectos de opinión pública que lo sostengan, es que ya lo hemos perdido como presidente y solo restaría formalizar la pérdida.

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