(Foto: Presidencia de la República)
(Foto: Presidencia de la República)
José Carlos Requena

El mensaje a la nación le ha dado al presidente un vital impulso para los tres años que le restan. El baño de popularidad al concluir la parada militar es un claro indicativo del ánimo ciudadano. Pero por pensar en el aplauso rápido y momentáneo, podría estar desperdiciándose una oportunidad de oro para liderar la reforma de justicia.

Como se sabe, el presidente Vizcarra nombró hace unos días una comisión liderada por Allan Wagner, que entregó sus propuestas en la víspera. El llamado al referéndum para lograr cambios en el CNM es una solución perfectamente entendible para la reforma que dicha comisión planteó. Además, al ser un elemento de presión al Congreso, lo compromete a colaborar con las reformas.

Para los asuntos políticos, en cambio, parece un recurso para el aplauso fácil y no algo pensado con prudencia. No es complicado obtener respaldo ante un Congreso elegido –en conjunto– por solo el 49% del electorado, aprobado solo por uno de cada diez peruanos y con poca sensibilidad para captar el sentir ciudadano.

El referéndum para lograr la reforma del CNM cumplía con el objeto de exigir pasos rápidos. Los otros tres asuntos a consultar (la reelección de congresistas, bicameralidad y financiamiento de partidos), en contraste, son un disparo al aire. Su estruendo puede originar un histérico respaldo. Pero visto con detenimiento, termina siendo contraproducente por al menos cuatro razones.

Primero, distrae la atención de un tema fundamental: dotar al país de un sistema de justicia confiable y predecible.

Segundo, contamina la reforma de justicia. ¿Por qué dar espacio a la polarización, cuando el consenso en torno a lograr una justicia limpia era alcanzable?

Tercero, hace que el eje del debate cambie, restándole fuerza a la presión por una justicia transparente.

Cuarto, al usarla como un arma, desprestigia la reforma política, una base fundamental para el desarrollo sostenible.

Recurrir a una consulta ciudadana puede ser muy popular, pero no siempre es lo mejor. Un editorial de “The Economist” de hace unos años lo decía con claridad (16/5/2016). Ante la creciente y entusiasta ola de plebiscitos en Europa, la publicación opinaba que “poner los grandes asuntos de la política directamente ante los votantes no es más democrático, y usualmente obtiene peores resultados”. Citando al padre fundador estadounidense James Madison, le daba la razón: “Madison tenía razón cuando escribió que las democracias en las que los ciudadanos votaran directamente la legislación terminarían desgarradas por las facciones. Los fundadores de los estados democráticos crearon los parlamentos por una razón”.

El Parlamento peruano actual, sin duda, está lejísimo de los primigenios estadounidenses. Pero vale la pena la reflexión para poner el tema en perspectiva y procurar pasos sensatos antes que raptos de entusiasmo. Como bien decía ayer Javier de Belaunde, entrevistado por Jaime de Althaus: “Los estados de ánimo no pueden guiar a un estadista” (30/7/2018).