Las preguntas sobre la reforma de la justicia esperarán. Hoy, la máxima autoridad del Poder Judicial, José Luis Lecaros, quiere explicar –debe hacerlo– cómo así un empresario amigo suyo se convirtió en presunto ‘cuello blanco’.
—Como vocal supremo absolvió a Salvador Ricci en el 2004. Es un personaje en continuas preocupaciones judiciales y financieras. ¿No siente que este señor lo comprometía?
El ponente [en el juicio] fue César San Martín y por unanimidad lo absolvimos. Estaba acusado de lavado de activos por un aumento de capital en el hotel María Angola que recibió de una señora panameña, que resultó ser socia de la mamá del narcotraficante Boris Foguel. El Interbank se la había recomendado. San Martín ha dicho que esa sentencia es materia de estudio en universidades.
—¿Esa circunstancia los hizo amigos?
En el 2008 o 2009 fui con mi familia al restaurante Al Asador sin saber que Salvador Ricci era el dueño. Se identificó y me dijo que estaba agradecido porque le habíamos hecho justicia. Se sentó en la mesa y me dijo que teníamos amigos en común, Luis Lamas Puccio, Roberto Chiabra, Luis Gonzales Posada, Nelson Ramírez, y me invitó a un almuerzo con ellos. Nos hicimos bastante amigos.[...]. En un almuerzo comenté que me estaba presentando al JNE y me molestaba ir a hablar con cada magistrado para conseguir su voto. Comenté que me costaba hablar con [César] Hinostroza, porque estábamos distanciados. Ricci dijo que era su amigo, que iba al restaurante. Un día del 2016, Ricci me llama y me dice: “Hinostroza va a venir”. Me encontré que estaba con seis personas, me acuerdo de Walter Ríos, porque ya festejaban que iba a ser presidente de la corte del Callao. No pude hablar con Hinostroza. La cena acabó y me retiré.
—Semanas después hay varias llamadas alrededor del 9 diciembre, cuando Ricci recibe un fallo favorable de la jueza Rita Gastañadui. Siendo amigos, ¿le pidió algo?
Ha declarado [a la fiscalía] que, si bien era mi amigo, sabiendo cómo era yo nunca se atrevió a pedirme que lo ayudara porque sabía que le iba a decir que no. He revisado mi récord de llamadas y no son 30 como dicen, son 14 y de esas dos son de un segundo.
—Este señor siempre tenía un problema financiero o judicial. ¿No es posible que siquiera le haya pedido orientación?
Me ha contado que tenía su juicio, pero no me ha pedido orientación, porque su juicio era civil, y de civil sé tanto como de física nuclear. Solo veo asuntos penales.
—Uno oye a Ricci con el chofer de Ríos, y piensa, ¡es un ‘cuello blanco’!
Sinceramente, no lo creo. Probablemente gestionaba su juicio con esa gente y le importaba un comino lo que hicieron con nombramientos de jueces.
—Los audios del CNM nos hicieron conocer a empresarios que buscaban la amistad con jueces.
Yo no iba a tener participación en esos procesos, y si llegaban a la Suprema, no iba a conocerlos, porque soy penalista.
—¿Admite que debió ser más prudente al escoger a sus amigos?
Probablemente, pero siempre he pensado que Ricci es una víctima del sistema de justicia. Le dictaron mandato de detención, tuvo que estar fugado años, le incautaron sus empresas y se las devolvieron quebradas. Supongo que en la desesperación de sentirse una víctima ha recurrido a estas recomendaciones de César Hinostroza.
—Una víctima de la justicia que busca el tráfico de influencias.
Entiendo eso por los audios y demás, pero soy totalmente ajeno. El juicio que tenía en el Callao lo manejaba con Hinostroza y compañía, y el juicio que tenía en la corte de Lima, con la jueza Gastañadui, a quien yo no la conocía.
—La corrupción en el Poder Judicial se afirma en un ambiente de amistades y ‘hermanitos’. ¿No sentía eso?
En absoluto, Ricci jamás me habló del proceso, aparte de algunos comentarios. No me dijo ni el nombre de la jueza.
—¿Cuándo fue su última conversación con él?
Antes de que salieran los audios. Apenas me enteré, lo borré de mi registro.
—Es un tipo simpático, supongo. Usted me decía que hacía reuniones con artistas que daban conciertos en María Angola.
Los invitaba a cenar o almorzar y nos pasaba la voz. Y yo que soy fanático de la música de los 60, almorzar con Palito Ortega, Luisito Aguilé, Dyango era novedoso y me agradaba.
—Esa anécdota hace pensar en Duberlí Rodríguez, quien se reunió con empresarios que buscaban su amistad y llevaban futbolistas. ¿No es eso parte de un sistema del que tenemos que despercudirnos?
Yo no creo que Ricci haya tenido esa intención porque en estos almuerzos el único magistrado era yo.
—¿Va a esperar que la fiscal de la Nación, si no lo ha hecho ya, lo investigue?
Entiendo que el fiscal Jesús Fernández ha enviado un informe a la fiscal de la Nación. Entiendo que Ríos en su colaboración eficaz dijo que Ricci le dijo que yo le dije, que dice, dice, dice. Tendrá que probarlo.
—Un empresario con problemas, que hasta ha demandado al Estado, no debe ser amigo de un juez.
En cuanto me he enterado, me sorprendí y he cortado la comunicación y la amistad. Para mí, era un empresario buena gente y cordial.
—Cordial y ‘cuello blanco’.
Podría ser, pero ni Gonzales Posada ni Chiabra ni Ramírez, personas honorabilísimas, sospechaban.
—¿Pensó en renunciar?
No. Varias personas me lo han insinuado, pero les he dicho que por dignidad y honor no puedo renunciar, porque estaría aceptando que cometí una falta y no es así.
—¿Ricci intentó acercarse a sus familiares?
Por lo que me ha relatado mi secretaria María Rojas, cuando me ha venido a buscar, yo no estaba en la oficina. Le pidió a ella que le dijera cuándo podía verme y ella le dio su teléfono. Esa es toda la vinculación.