El perfil de Duberlí Rodríguez: la absolución del juez supremo
El perfil de Duberlí Rodríguez: la absolución del juez supremo
Fernando Vivas

Cuesta creer que su fantástica historia quepa en su 1,60 m peso pluma que me jala del brazo para mostrarme los pallares moches que cultiva en una terraza del Palacio de Justicia. En otra maceta, hay un cactus de apariencia inofensiva; pero es un sampedro, la planta alucinógena de las serranías norteñas. Le pregunto si ha tomado su brebaje y responde con un murmullo ininteligible. Para que no le dé la lata con el asunto psicodélico, me cuenta una anécdota conexa: que fue con su paisano y predecesor Francisco Távara a bañarse en las míticas Huaringas. Jueces en remojo.

Nuestro juez verde tiene, entre sus sueños de reforma, convertir el techo de este palacio de poder vetusto –PPK  dixit– en espacio ecológico. Paneles solares, flores y hierbitas flotarán sobre las angustias procesales que nos corroen las tripas.

¿Pero, cuál es la historia fantástica del juez que nació en Rodeopampa, distrito de Huarmaca, provincia de Huancabamba, Piura? “Estudié en una escuela unidocente hasta segundo de primaria. Ese era el techo. Por ser el primero de mi clase, la maestra Rosa Ojeda, siempre le rindo homenaje, me dijo: ‘Llama a tu papá’. Él era campesino y le dijo: ‘Victorino, mándelo a terminar primaria, usted tiene a su mamá en Chiclayo’.

Hago tercero y cuarto de primaria allá, pero mi papá tuvo un lío con un tío y me trajo otra vez a Rodeopampa. Se repitió la historia, la maestra me ve y vuelve a llamar a mi papá. Le dice que me lleve a Huarmaca, a 5 horas. Allí terminé mi quinto de primaria, ese era el techo. Felizmente, fui primer puesto y tuve beca para la capital de departamento. En Piura hago dos años de secundaria y mi papá hizo una gestión para pasarme al colegio San José en Chiclayo. Allí terminé mi secundaria, si no sería un campesino más de Rodeopampa y nadie sabría de mi destino”.

Le esperaban dos escuelas a la vez, la Facultad de Derecho y la política. “Era dirigente estudiantil en la Universidad Nacional de Lambayeque. Velasco cerró la Villarreal y mi universidad, con la idea de que eran apristas. Peleamos un año para que se reabra y así fue, fusionada con otra y convertida en Universidad Pedro Ruiz Gallo. En 1973, en un congreso en La Cantuta, fui elegido presidente de la Federación de Estudiantes del Perú [FEP]”.

El 5 de febrero de 1975, una huelga policial dejó Lima a merced del vandalismo. El gobierno militar acusó al Apra y a los partidos y gremios de izquierda de azuzar a la población. Detuvieron a varios dirigentes. “Los que hemos estado en las luchas sociales hemos sido premiados con detenciones. Me procesaron en los dos fueros, civil y militar. Por uno estuve un mes en Lurigancho; luego  6 meses en la cárcel del Callao con presos políticos. Mi abogado era Alfonso Barrantes. Vino en su Volkswagen a recogerme cuando salí libre. Me amnistiaron en el gobierno de Morales Bermúdez”.

hace una pausa y da un salto en su relato: “Para que vea cómo son las paradojas de la vida: he pasado 2 veces por la carceleta que está acá abajo y ahora soy juez supremo y desde el 1 de enero tendré el honor de ser presidente del Poder Judicial”. Tras unos segundos de gravedad, le digo que él sí sabe dónde manda a los condenados. “Así es, y conozco las consecuencias . La mejor almohada para dormir es tener la conciencia tranquila. Hasta ahora siento que no he mandado a la cárcel a inocentes”. Estuvo en el histórico caso de Fujimori. “La decisión que se tomó era la adecuada, pero tengo que decir una cosa: algunos creen que porque una persona fue condenada una vez tiene que ser condenada en todos los otros procesos. Eso no es así, porque si no estaríamos condenando por consigna”.

El abogado se hizo dirigente del UNIR, un frente en el que participaba Patria Roja, y se lanzó en la lista de Izquierda Unida en 1985. Presentó junto a su bancada un proyecto de ley que, aparentemente, daba beneficios a terroristas. Así lo aclara: “Se estaba procesando a personas de la izquierda democrática acusados falsamente de terroristas. La policía no sabía distinguirlos bien,el proyecto buscaba amnistiar a los que no estuvieran comprometidos en hechos de sangre. Es un tema claro para mí”.

En 1990, volvió a ejercer el derecho en Chiclayo. Allí postuló como juez superior. ¿Le tocó ser juez sin rostro?. “Sin rostro pero con conciencia. Era incómodo, nos distorsionaban la voz y teníamos casos todos los días”. Y ahora, ¿cómo se clasifica políticamente? “Tengo que guardar reserva de mi identidad político-ideológica pero sí quiero decir que no reniego de las ideas de justicia social que en algún momento enarbolé en la política. No he hecho nada malo. Y tengo muy claro que tengo que dejar de lado cualquier criterio político partidario para resolver los casos. No habrá alguien que diga que resolví un caso con prejuicios políticos. Los antis los dejé de lado”. 
        
—¿Qué le espera al PJ—
Duberlí es reformista, no solo porque su biografía lo condiciona a ello, sino porque las circunstancias lo mandan.

Traigo a colación la percepción de corrupción suprema que la población tiene sobre el PJ y responde: “En primer lugar, admito y acepto con hidalguía que el PJ tiene muchos males. Pero para mí, el principal no es la corrupción, es la lentitud procesal”. Replico que, igual que en el destrabe, la corrupción alimenta la lentitud. “No creo que sea el principal problema, pero lo dice la opinión pública y tenemos que dar el mensaje que frente a la corrupción hay que actuar con firmeza. Eso pasa por formar jueces contralores, especializados en derecho administrativo disciplinario”. Salvado el matiz sobre cómo nombrar y priorizar el mal, el juez supremo me cuenta sus planes para aumentar la velocidad de los procesos, reducir la carga de la Corte Suprema, tener voceros que expliquen a la población cómo se resuelven los casos emblemáticos. Y promete que a fines del 2017 ya estará consolidada la justicia digital. Al diablo las notificaciones impresas.

Pero no basta ser reformista sino realista. Le digo que dudo de que el PJ pueda reformarse a sí solo, que necesitará el impulso del poder político. “Lo tengo claro, necesito colaborar con los otros poderes, pero cuando quieran avasallar mi Poder Judicial, seré el primero en hacer respetar su independencia”. El juez tiene un expediente demasiado grande ante sus ojos.

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