Miedo empresarial y mito anti empresarial, están amparados en este recuento de hechos: Salatiel Marrufo, desde que fue detenido en octubre pasado, echó a Pedro Castillo, echó al ministro Geiner Alvarado, echó a medio sector Vivienda y también echó a Sada Goray. Además, aportó luces sobre el entorno de Sada que tuvo contacto con él: la amiga y lobista Pilar Tijero; su primo Mauricio Fernandini, quien los presentó; el brazo derecho Ítalo Arbulú; el ex, Luis Mesones Odar; Pedro Arroyo, ex presidente del Fondo Mivivienda (FMV) y los otros advenedizos que colocó en el Estado a pedido de ella.
Sada, para ganar la condición de aspirante a colaboradora eficaz, confirmó y amplió en lo que pudo, lo dicho por Marrufo, sobre todo lo que se refería a Castillo, objetivo estratégico de la fiscalía hasta el 7 de diciembre. Fíjense hasta qué punto lo fue, que la fiscal de la Nación, Patricia Benavides, ya ha confirmado, en su semilenguaje oficial, que viajó a Estados Unidos a entrevistar a Goray. Pero caído Castillo y su tinglado en Vivienda, no quedaba mucho por decir para que Sada justifique su condición de colaboradora; sino, tal vez, nombres del mundo empresarial del que Marrufo no sabía nada porque no lo conocía. ¿Tiene mucho que cantar Sada sobre sus pares? ¿Alguien fue su titiritero o co autor? ¿Algunos la alentaron a coimear para beneficiarse de su temeridad? ¿Pilar Tijero la atrasó con sus revelaciones? Intentaré responder algo de todo esto.
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No está sola
Goray era pretenciosa. Cualquier oropel le venía bien. Hasta se sentó en el sillón dorado de Andrés ‘Chibolín’ Hurtado en la TV. Tenía un afán por ser cabeza de león, desplazando competidores y hasta a la intermediación financiera, como contamos en “La expulsión de Sada” (16/06/23). Su ascensión despertaba sospechas en el círculo inmobiliario, lo que explica la forma expedita en que la Asociación de Empresas Inmobiliarias (ASEI) la empujo a renunciar apenas aparecieron los primeros reportajes de “Cuarto Poder” que la salpicaban.
Todo lo anterior relativiza cualquier teoría conspirativa de que ella haya estado dirigida o manipulada por algún poderoso que se mantiene en la sombra. Para ahondar en el perfil de su independencia, fíjense en los personajes que colocó en el Estado: allegados a ella por lazos sentimentales, como su ex pareja Luis Mesones, jóvenes a los que costeó un rápido training como Roger Gavidia (¿vieron su pinta de desorientado en la audiencia de prisión preventiva?) y otros agentes manipulables.
Ahora bien, la independencia de Goray no le impedía tener socios. Los necesitaba para afrontar inversiones y coimas. El primer nombre que trascendió, como sospechoso de cargar con algo de lo que le toque a Sada, fue Fernando Pazos Huayamares. No lo supimos por trascendido de ella, sino por el documento de confesión sincera de Mauricio Fernandini. Según este, fue testigo de que Goray le dijo a Marrufo de que para pagarle la coima de S/. 4 millones que le pedía, conseguiría un préstamo de aquel. Fernandini no dio más luces sobre el asunto. Pazos ha negado que Sada le pidiera esa ayuda, pero ha admitido que se asoció con ella en dos proyectos de Marka Group. También admitió que la abogada Flor Olivera Orellana, que había trabajado en sus empresas, era la misma que Goray colocó en la Superintendencia Nacional de Bienes Estatales para que sanee el terreno de 90has que vendió al Grupo Centenario; aunque negó saber algo sobre ese entuerto.
Sin embargo, Pazos, a través de ese par de proyectos, podría haberse beneficiado de la temeridad de Sada y del cobro irregular de $2.7 millones en intereses que hizo del dinero que debió estar inmovilizado en los fideicomisos establecidos por el FMV. Ese, por cierto, es uno de los cargos adicionales que hace la fiscalía contra Goray. ¿Sabía o tenía que sospechar Pazos lo que hacía su socia? He ahí lo que tendrá que responder convincentemente si quiere mantener su status. Y debe una respuesta adicional.
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Goray, en lo que ha trascendido de sus declaraciones, no habría afirmado que Pazos le prestó para coimear, pero sí menciona a Martín Montoya Marquina, que fue quien le vendió a $18.5 millones el terreno de 90has que ella revendió en dos partes, por $54 millones, a Centenario. Montoya, según Goray, le prestó $250 mil, para que ella cumpliera con sus pagos a Marrufo. La relación de Goray con Montoya es muy estrecha pues este es socio de su actual pareja, Sebastián Salem Sambucetti. He ahí, por cierto, vinculado íntimamente a Sada, otro personaje del sector privado, ex campeón nacional de golf, en ascuas.
Sin embargo, por lo poco que se sabe de las declaraciones de Tijero y lo que se presume que haya dicho Ítalo Arbulú, Sada podría quedarse sin asiento en el juego de sillas musicales. “Goray maneja sus bienes y dinero a través de testaferros y empresas off shore en el extranjero”, ha dicho Tijero, invitando a desenredar esa madeja financiera que requiere el concurso de mucha gente. Si ya empezó el ‘name dropping’, aún no lo sabemos; pero anotemos que el empresario Gonzalo Bedoya Robinson, socio de Sada que acabó comprándole Marka Group para proteger sus inversiones, nos debe la difusión de varias respuestas. Cada mega proyecto inmobiliario abrió el juego para varios inversionistas que podrían o no estar enterados de que Goray poseía una suerte de franquicia empresarial, con directorios ad hoc y procesos fast track, dentro de un gobierno que a sus aliados políticos les daba algo más farragoso que lo que le dio a ella: cuotas de poder.
¿Y el compliance?
Se podría decir que el de Sada es un caso de corrupción pos Lava Jato, a la escala del gobierno de Castillo, buscando la oportunidad y el intersticio entre los despistados círculos de influencia que rodeaban al presidente y que podían deslumbrarse porque un día les llegue un mensaje de este tipo: ‘Hola, soy Mauricio Fernandini’. En este pos Lava Jato, pesa menos el megaproyecto de infraestructura a la escala del MTC, que se concesiona a grandes corporaciones como los consorcios que armaba Odebrecht; y pesa más el emprendedor individualista sin bandera, nuevo en el establishment, de origen regional que no solo busca socios sino ‘contactos’ para saltar barreras con sus proyectos de pequeña y mediana envergadura. El ministerio de Vivienda, con obras más manejables que una carretera o una represa, sin mediaciones provinciales y regionales, ha sido la cartera estelar del pos lavajato castillista.
El compliance le es absolutamente ajeno a Goray. Si lo tuviera presente, jamás se hubiera acercado a Marrufo fuera de su despacho en Vivienda; sobre todo ella, que detesta a los funcionarios a los que ve, con su clasismo adquirido junto a su fortuna, como trabadores y extorsionadores. En cambio, con sus pares y con los grupos más grandes que el suyo, es temerosa y respetuosa. Christopher Acosta la entrevistó para su reciente libro “Presidentes por accidente” (Aguilar, 2023) y me contó que, aunque fue locuaz al hablar de los personajes ya conocidos en la trama, fue muy protectora respecto de sus socios. Eso sí, le contó algo que Christopher no lo coloca como cita pues lo dijo fuera de la entrevista pero, al no ser algo que la comprometa penalmente, me autoriza a que se lo atribuya a ella. Se trata de una idea tan fantástica como el pretender pasar como víctima pero ahí va (pág.54): Quiso dar una conferencia de prensa, acompañada de otros empresarios inmobiliarios que confesaran ser víctimas de extorsión. Llamó a algunos, pero ninguno le aceptó. Ni locos que fueran.
Ya pasó la fase de negación de realidad para Sada Goray. La detención preliminar le ha refrescado la memoria, tanto o más que la de Pilar Tijero, que no se ha librado por gusto de ser detenida. Su abogado, César Nakazaki, suele aconsejar delatar lo indispensable para evitar la prisión. Todos los inversionistas de los proyectos de Goray tendrán que revisar lo que hicieron o dejaron de hacer por ella, y porqué se olvidaron del compliance que obliga a apartarse de cualquier negocio o personaje que huela mal.
Mira: ¿Qué halló la fiscalía tras detener a Goray y a Fernandini?
¿Cómo así Centenario, una de las inmobiliarias más grandes del país, manejada por el Grupo Romero, compró un terreno a Goray a sabiendas de que tenía una superposición con un registro de bien estatal que sería difícil resolver? Para sanearlo, Goray presionó a Marrufo hasta que consiguieron un jefe de la SBN y una abogada, Flor Olivera, que hizo un informe favorable. Centenario, en su contrato, se aseguró de que toda la responsabilidad de sanear la superposición y dejar habilitado el terreno recayera en Sada. La caifican como una ‘superposición gráfica’ (ver el documento) y ni siquiera le dan importancia cuando, más adelante, dicen que Sada y sus tres socios vendedores, entregarán el terreno libre de interferencias, 15 días después de la firma del contrato. No consideran, en esa otra cláusula, a la superposición por la que Sada sudó sangre y puso de cabeza a la SBN.
El pago por las 60has (la primeras 30ha fueron compradas antes por Centenario), debía esperar a que las condiciones se cumplieran. Además, incluyeron extensas cláusulas anticorrupción que los facultaba a anular el trato ante una mínima evidencia de que la vendedora incurriera en alguna irregularidad. Pero, ¿acaso esas salvaguardas no son más comerciales que éticas? La mejor salvaguarda de cualquier inversionista no estaba en las cláusulas del contrato, sino en evitar meterse con Sada Goray.
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