‘Keiko Fujimori te invita a una reunión por Zoom’. Los gajes de nuestro oficio son muchos, pero este es peculiar: a KF había que perseguirla en una gira o visitarla en El Bucaré u en otro de sus cuarteles de campaña. Cuando llegabas a ella para entrevistarla, el encuentro tenía un toque de ‘institucionalidad’, palabra que Keiko saboreaba para diferenciarse de lo que hizo su padre con aquella en los 90.
Pero aquí la tengo, sin aparato partidario, en la intimidad de la pantalla de mi laptop, para hablarme sobre todo de su papá, el personaje que más nos remueve los conchos a los peruanos que vivimos los 90 con uso de razón. Empiezo por comentarle lo más notorio de su campaña, contrastada con la del 2016, y que tiene que ver precisamente con Alberto Fujimori: hoy abraza, en sus spots y fotografiándose con un tractorcito como Alberto 31 hizo años atrás, el pasado que en buena parte intentó exorcizar cuando, ¿recuerdan?, anunció a los 4 vientos que no incluiría en su lista a viejos fujimoristas recomendados por su papá.
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“En el 2016 es verdad que había discrepancias políticas entre mi padre y yo; pero no había un distanciamiento entre padre e hija, eso siempre lo mantuvimos por cuerdas separadas. Pero, entre nos, puedo comentar que había ciertos gestos de mi padre que me obligaron a marcar un distanciamiento público. Algunos no comprendían que si mi padre me pedía en una carta, considerar a Martha Chávez, a Lucha Cuculiza y a Alejandro Aguinaga; porqué yo no lo hice. Yo fui con la carta donde mi padre y le dije, ‘¿te das cuenta que con este emplazamiento público me obligas a distanciarme’. Se quedó mudo y entendió, también”. [Nota a pie de página: hoy pende una decisión partidaria sobre Aguinaga, candidato al Congreso, una vez que se conozcan todos los detalles de su presencia en la lista del ‘vacunagate’].
El relato de Keiko confirma lo que muchos pensamos entonces. Que la hija de Alberto tenía que afirmar su identidad si quería proyectar un liderazgo sobre un partido que ella misma había fundado. Pero mejor que ella lo diga. “Para mi fue difícil no considerarlos [a los 3 de la carta], pero tuve que hacerlo para salvaguardar sobre todo mi independencia y no caer en las críticas de los que señalaban que Keiko era un títere de Alberto Fujimori”.
Esta es una explicación incompleta, pues lo que muchos también percibimos es que Keiko quería disminuir su antivoto apartándose de aquel ex presidente que, desde que se asoció a Montesinos y disolvió el Congreso en 1992, dio origen al antifujimorismo que lo ve como epítome de corrupción política. Esa era una estrategia –le recuerdo- que la llevó a coquetear con el discurso liberal en Harvard, casi la hace ganar la presidencia y le dio el mayor triunfo parlamentario de nuestra historia. “Es verdad que había una estrategia de tratar de conquistar el voto independiente, eso lo acepto. Pero, también, había un distanciamiento real. Hoy, lo que hemos logrado, después de largas conversaciones y de lo que nos ha tocado vivir, es un acercamiento real de padre e hija. Y, además, es un acercamiento de políticos”.
Para los fans de la narrativa que vemos en el relato de los Fujimori un melodrama de quiebres y conflictos sanguíneos, he aquí que la principal heredera del patriarca, nos da a entender que lo que pasado entre ella y su padre es también profesional y se puede leer como un acuerdo político. Un acuerdo que la ha llevado a abandonar esa estrategia de disminuir el antivoto (o de conquistar el voto independiente, como prefiere llamarla), para afirmarse en su dura esencia.
En su ajuste narrativo hay una homologación entre los finales de los 80 con el trance que vivimos: “La pandemia nos pone en una situación tan dramática como la que vivimos en los últimos años de la década del 80. Eso hace que mucha gente recuerde con nostalgia el gobierno de mi padre”.
Duro con Rafael
Le pregunto si al proclamar el lema ‘mano dura’ como lo ha hecho hace poco, fue enteramente consciente de que ello puede implicar indulgencia al exceso autoritario. “Lo pensamos, pero sabíamos que en el lenguaje coloquial peruano es más popular decir mano dura. La gente lo entiende rápidamente, por eso optamos por esa frase. Descarto cualquier posibilidad de dictadura o autoritarismo”. ¿Por qué no mano firme, mejor?. “Mano dura, para nosotros y para mi, significa firmeza en las decisiones para actuar y para llevar a cabo nuestro plan de gobierno. Mano dura significa que seremos también respetuosos del debido proceso”.
Esto del ‘debido proceso’ pesa, para Keiko Fujimori, como una montaña. Un durísimo proceso la ha tenido 3 veces presa (una detención preliminar y dos prisiones preventivas), prohibida de interactuar con sus coprocesados (no puede hacerlo, por ejemplo, con Pier Figari, que fue un puntal de su anterior campaña) y de referirse al contenido de sus investigaciones por lavado de activos y otros cargos derivados del manejo de los aportes de la campaña del 2011.
La dureza que quiere reivindicar Keiko no es exclusiva. A diferencia del 2011 y del 2016 cuando lo polarizó todo y acaparó el voto de la derecha conservadora; hoy tiene competidores en su terreno. Se los menciono. “Me alegra la participación de Hernando de Soto. Yo por él tengo respeto y gratitud. Él me apoyó en dos campañas [2011 y 2016]. No es fácil ser candidato presidencial, me imagino que ahora se está dando cuenta”.
Pero al otro candidato no quiere mencionarlo para no darle réplica. “Lo conozco también, pero discrepo de sus posiciones radicales y lo voy a dejar ahí”. La provoco. Keiko, tendrá que agradecerle a Rafael López Aliaga por permitirle sentirse más al centro de lo que está. “Cuando hay posiciones tan radicales, de izquierda o de derecha, las personas pueden ver que hay posiciones, en nuestro caso, de centro derecha. Son posiciones con ideas claras sobre economía, la Constitución, la defensa de la vida, de la familia, con respeto, con tolerancia, sin llegar al insulto como lo vimos ayer”.
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Esta conversación se dio el viernes y el jueves (ayer) López Aliaga se refirió al fallo judicial que reconoce a Ana Estrada el derecho a la eutanasia en términos infames. ‘Si la gente se quiere matar, que se tire de un edificio’, dijo. Keiko Fujimori lo reprueba aunque ella tampoco está a favor del fallo: “Lamento la situación que ella está atravesando y, por las veces que la he escuchado, imagino que tiene un profundo dolor. Sin embargo, discrepo con la decisión del Poder Judicial. Mi posición es siempre defender la vida. Entiendo que es una resolución de carácter único, discrepo pero la respeto. Y rechazo la declaración del Sr. López Aliaga”.
Pena y cuarentena
A Keiko Fujimori le pasó lo que a todos los candidatos. En el 2020, cuando empezaron a calentar para la campaña, creían que en el verano la pandemia estaría en retirada y la gente solo tendría oídos para las promesas de reactivación económica. Fue ‘wishful thinking’ electoral del que han ido despertando para reforzar su discurso sanitario.
A esta impresión general, Keiko responde así: “Cuando elaboramos el plan de gobierno, planteamos dos grandes pilares: Salud y economía. Para nosotros es importante ‘la vida y la economía’, no ‘la vida o la economía’. Cuando el presidente Sagasti anunció la cuarentena, dijimos está bien 15 días, pero utilizándolos para ampliar camas UCI, conseguir oxígeno, usar ese sacrificio de la cuarentena para mejorar los servicios. Pero no se ha avanzado mucho. Lo que sentimos son las voces de todos los emprendedores que están en riesgo; muchos han perdido sus empresas y su trabajo”.
La candidata pone como ejemplo de emprendedores devastados a los dueños de restaurantes, a los que ella llama, ‘los héroes de la gastronomía’. Discutimos sobre aforos y riesgos de infección entre los comensales sin mascarilla; y desarrolla su propuesta –a sugerencia de su candidato experto, Ernesto Bustamante- de hacer 70 mil pruebas moleculares diarias para cercar al virus. Pero lo que me llama la atención y se lo digo, es que se dirige a Sagasti en un tono de oposición constructiva que no era el de los tiempos de PPK y Vizcarra: “Lo he reconocido, uno de nuestros errores fue caer en este círculo vicioso de la confrontación. Pero hay que reconocer que la pelea es de dos. Esta confrontación no solo fue de parte de la bancada sino de varios miembros del Ejecutivo. Creo que debimos enfocarnos más en nuestras afinidades, en los conceptos en los que coincidíamos”.
Pausa corta
La pandemia no ha sido menos restrictiva para Keiko Fujimori que para otros. Esto hay que explicarlo bien: cuando empezó la cuarentena en marzo del 2020 y empezó a escalar la curva de contagios y de muerte, ella estaba en prisión preventiva. Salió el 5 de mayo por una decisión judicial relacionada a la política de descongestionar cárceles y permitir a los procesados estar con sus familias. De no mediar la emergencia, quizá no hubiera sido liberada en ese momento.
Le digo que esta emergencia, para alguien que ha pasado lo que ella, es una especie de pena suspendida. No contesta ni se inmuta. Tantos años de media training, la han preparado para no validar ningún concepto que no esté previamente digerido en su campaña. Pero, más adelante, le pido una respuesta sobre algo singular que ha traído la pandemia: Keiko, el año pasado, algunos dudábamos de que usted candidateara, porque había ya anunciado un retiro temporal de la política y su situación judicial sería un estorbo demasiado grande en una campaña. Sin embargo, la pandemia ha relativizado y atenuado todo ello.
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“En el mes de enero del año pasado, anuncié una pausa. Realmente, estaba considerando con mi esposo, y lo conversé con mis hijas, hacer esta pausa un poquito más larga. Pero luego vino el tercer ingreso a la prisión [29/1/2020] y al mes siguiente la pandemia. En el medio de estas circunstancias, yo volví a pensar qué debo hacer, si mantenerme en la pausa o intentar ayudar a mi país. Toda esta situación tan dramática, hace que yo replantee mi decisión. Saliendo de prisión [5/5/2020] lo conversé con Mark [Vilanela, su esposo] y con mis hijas y todos estuvimos de acuerdo en que por lo menos debía intentar contribuir con ideas, candidatear”.
Para que quede claro, le repregunto si al empezar la pausa la idea era no postular en el 2021. “Sí, eso estaba considerado dentro de mis planes. Pero, el regreso a la prisión; estar en prisión y con pandemia, me hicieron cambiar de opinión”. Y aquí la tenemos, procesada y con restricciones, afirmándose entre sus afines antes que explorando otros territorios electorales, buscando rizar con un tractor el rizo del fujimorismo.
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