“No digo más de lo que me consta”, me interrumpe Pedro Cateriano cuando lo llamo para pedirle más detalles sobre el doble indulto frustrado a Alberto Fujimori y a Antauro Humala, durante los últimos días del gobierno nacionalista. Había contado algo en entrevistas, y en su libro “Sin anestesia” añade algunos entretelones. Pero queremos saber más.
¿Qué es lo que ha escrito Pedro Cateriano en su libro? Que en los últimos días del gobierno de Ollanta Humala, siendo él premier, lo llamó el ministro de Justicia, Aldo Vásquez, para contarle, muy preocupado, que Alberto Fujimori había solicitado un indulto en un manuscrito dirigido a la Comisión de Gracias Presidenciales, que dependía del Minjus. Cateriano le dijo que lo visite inmediatamente. Había que hacer algo con esa bomba de tiempo. Desactivarla o hacerla que explote de una buena vez.
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Cateriano, según su relato (pág. 297-300), y apoyado por Vásquez, decidió explotar la bomba en su cuenta de Twitter. Lo hizo el sábado 23 de julio, en estos lacónicos términos: “Alberto Fujimori ha presentado al Ministerio de Justicia un indulto. Se tramitará conforme a la Constitución y la ley”. Faltaban 5 días para el cambio de mando, así que era prácticamente imposible cumplir con los procedimientos –informes médicos y demás- antes de que acabara la gestión. (En efecto, el trámite se inició, y a las pocas semanas, ante reiteradas declaraciones de PPK y su entorno cerrando la posibilidad de conceder un indulto, y sin esperar la respuesta formal, Fujimori retiró su solicitud los primeros días de setiembre del 2016).
Alberto Fujimori Fujimori ha presentado a @MINJUS_PERU un pedido de indulto. Se tramitará conforme a la constitución y a la ley.
— Pedro Cateriano B (@PCaterianoB) July 23, 2016
Vuelto a Lima, Humala convocó a un consejo de ministros ese mismo fin de semana. Y allí se vio el tema. Cateriano y Vásquez expusieron. Humala fue realista, aceptó lo propuesto por Cateriano y Vásquez, es decir que siga el trámite de ley, pero con la conciencia de que no había tiempo para ejecutarlo antes de acabar el gobierno. Llamé a Aldo Vásquez y con toda la cautela de miembro y ex presidente de la Junta Nacional de Justicia, confirmó la versión de Cateriano: “Recuerdo que recibí el pedido, llamé a Cateriano, me dijo que quería hablar conmigo y fui inmediatamente. Hubo un consejo de ministros y se habló del tema. No había tiempo para cumplir con las fases”.
Aldo Vásquez me asegura que Humala nunca le habló personalmente de indultar ni a Fujimori ni a su hermano Antauro. Pero sí hubo indultos en esos días, como suele haberlos en Navidad y en Fiestas Patrias y uno de ellos generó pica en la familia Humala. Ya llegaremos ahí.
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Libera a tu hermano
Cateriano cuenta que, después de su tuit y del consejo de ministros, tuvo una larga conversación con Humala. “Fue ahí cuando confirmé mis sospechas” (pág. 299) dice Cateriano y a renglón seguido cita lo que le reveló el presidente: “Mi madre me ha pedido que indulte a mi hermano Antauro”. El primer ministro le dijo al presidente que, si se oponía al indulto a Fujimori, con mayor razón se oponía al de Antauro. No fue una discusión acre, sino que acabó en esto: “Me solidarizaba con el dolor que podía sentir en ese momento, no solo como hermano, sino como hijo, por eso me ofrecí a transmitirle la respuesta del gobierno a sus padres”.
Humala aceptó la oferta de Cateriano, y se convocó a una reunión en la oficina de Wilfredo Pedraza, a la que asistieron los padres de Humala y su hermano Ulises Humala. Cateriano describe la situación como “incómoda y desagradable (…) Al oír la noticia, la mamá se quebró, pero el padre del presidente trató de argumentar. ‘Este es nada más un tema de mero trámite. Por último, se nombra como ministro de Justicia al portero del Partido Nacionalista para que refrende el indulto”. El primer ministro tuvo que replicar a Isaac Humala que ya había una decisión tomada contra el indulto en el consejo de ministros.
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Hablé con Ulises Humala que no solo recuerda esa reunión sino una previa, dos días antes, ajena a Cateriano pero coherente con el relato del libro. Resulta que Ulises acompañó a sus padres a hablar con su hermano. El motivo de la visita fue –me lo recalca Ulises- que doña Elena Tasso abogara ante Ollanta por la libertad del hermano que lo acompañó en el inicio de su aventura política.
Ulises, el mayor de los Humala, recuerda que Pedraza tuvo que ver en la mediación de los dos encuentros. Llamé a Wilfredo Pedraza y me lo confirmó. Le primera reunión, recuerda, fue en la residencia, el espacio palaciego donde viven los presidentes. Allí, Pedraza, asesor del presidente, tuvo el delicado encargo de explicar a la familia que el indulto no procedía porque entre los delitos por los que estaba y sigue estando sentenciado y preso Antauro Humala, está el de asesinato, y ello excluye la posibilidad del indulto.
Pedraza recuerda que la familia argumentaba -los dos padres son abogados- que la gracia del indulto está en la Constitución y no se le puede limitar por una ley menor. Pero él no compartía esa tesis. Don Isaac, recuerda, tenía la convicción de que la política está por encima de la ley. Wilfredo me dice que en el presidente había la claridad de que ambos indultos no procedían, pero conversando con él se promovió la segunda reunión que fue, en efecto, en su despacho y con Cateriano; para comunicarles a los Humala, que era una decisión de gobierno no conceder el indulto.
Ulises tiene un recuerdo amargo de esa segunda cita y evocó un detalle singular: Cateriano le mencionó que Ollanta tenía enmarcado un retrato de Antauro. A la familia le pareció un vano intento de dorar la píldora; pues se les estaba comunicando que la gracia estaba negada. Es más, ese mismo día el presidente descartó los dos indultos en una entrevista televisiva con Augusto Álvarez Rodrich.
Los Humala salieron abatidos y molestos de la reunión y –según recuerda Ulises- su madre reavivó su malestar unos días después cuando se enteró del indulto a Silvana Buscaglia, la mujer que había abofeteado a un policía y, por la inaudita aplicación de una norma desproporcionada, fue sentenciada a 6 años de prisión. Por RS 108-JUS-2016, aparecida en El Peruano el 28 de julio del 2016, el último día de gobierno, se liberó a Buscaglia. Nadie se opuso a esa medida, ni la familia Humala, pero les dolió que Ollanta tramitara el indulto de una desconocida y no el de su hermano.
¿Y las sospechas?
El autor de “Sin anestesia”, dijo que cuando Humala le habló de Antauro, confirmó sus sospechas. Pero no explica en qué consistían estas. Le pregunté a qué se refería y resultó que eran las mismas que muchos tuvimos en ese entonces: Que había un acercamiento entre fujimoristas y gente ligada la familia Humala, para facilitar los dos indultos.
No estamos hablando de un canje o enjuague a plenitud, pues el único con poder para indultar era Humala; pero sí hubiera tenido sentido un pacto de silencio con la bancada fujimorista, comprometiéndola a callar ante la salida da Antauro.
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Esas conversaciones, de haberlas, fueron tentativas y entre abogados. Trascendió que Alejandro Aguinaga, ex congresista y médico de Fujimori, se había reunido con Eduardo Roy Gates, asesor presidencial y abogado del presidente. Ambos negaron que conversaran del indulto. En ese entonces, quise confirmar con ellos su participación en el tema, al igual que la del congresista humalista Josué Gutiérrez, a quien también se le mencionó en trascendidos; pero los 3 fueron esquivos. Mirko Lauer, en su columna de La República, recogió varias versiones.
Ulises Humala me asegura que él y su familia no participaron en esas tratativas que llamó de ‘segundo nivel’ y recuerda haber oído que además de Roy y Aguinaga, también se involucró al ex abogado de Fujimori, William Paco Castillo. Cuando le pregunté a Pedraza qué sabía de estas presuntas conversaciones, me dijo: “Tanto en el presidente, en el primer ministro, en el ministro de Justicia y en mi, como asesor presidencial; había claridad de que los indultos no se iban a dar. Cualquier reunión que otros hayan podido tener para tratar de remontar esa decisión, o por cualquier otra razón; es secundaria”.
Desde el 2007, cuando Fujimori fue extraditado de Chile al Perú, hubo tres intentos de dejarlo en libertad. Alan García contó, poco después de concluido su gobierno, y lo repite en su libro “Metamemorias” (Planeta, 2019), que en sus últimos días de gobierno le planteó a Humala que quería indultar a Fujimori, pero contando con su venia de presidente electo. Este no estuvo de acuerdo.
Luego, en el 2012, tras continuas visitas de Fujimori a una clínica para que lo trataran de un tumor cancerígeno en la lengua, Humala declaró, de una forma un tanto vaga, que estaba dispuesto a considerar el indulto humanitario. Los hijos, incluyendo Keiko, presentaron la solicitud en setiembre del 2012. Luego de una larga espera, con rigurosas evaluaciones médicas, esta fue denegada en octubre del 2013. El fujimorismo tenía la sangre en el ojo por sentirse incitados a hacer un pedido que no les nació hacer y para colmo, que se los rechacen.
Por eso, el acercamiento de abogados de ambas partes, en los últimos días del gobierno, solo pudo tener un carácter tentativo, aunque fue suficiente para despertar el ánimo de Fujimori de mandar una solicitud escrita a mano. Había malos antecedentes, poco tiempo y muchas razones para pensar que la presión de otros actores iba a frustrar su afán y, con mayor razón, el de Antauro. En el capítulo que dedica al tema, Cateriano pinta a un Humala aliviado de que las circunstancias, su primer ministro y su principal asesor; le impidieran abrir las rejas al insólito par.
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