El politólogo estadounidense, observador de América Latina, repasa nuestro panorama político y afirma que el Perú es el laboratorio de una sociedad sin partidos. (Foto: Fernando Sangama / GEC)
El politólogo estadounidense, observador de América Latina, repasa nuestro panorama político y afirma que el Perú es el laboratorio de una sociedad sin partidos. (Foto: Fernando Sangama / GEC)
Fernando Vivas

Doctor y profesor de ciencia política en Harvard, especializado en América Latina (AL), casado con peruana, autor de la frase “de Ollanta hay dudas, de Keiko, pruebas” que gravitó en la elección del 2011; nos habla del Perú tras la debacle judicial de muchos políticos. Y nos cuenta lo que sintió ante la elección de Donald Trump, tras haber estudiado tantos populismos latinos.

Acaba de presentar en la FIL su libro “¿Por qué no hay partidos políticos en el Perú?” (colección Perú Breve, Planeta), en co autoría con Mauricio Zavaleta. (La entrevista la realizamos antes del mensaje a la nación que dio un giro dramático al panorama. Luego de él, formulamos a Levitsky un par de preguntas adicionales para actualizar su visión. El resto de las respuestas corresponde a la charla de días atrás).

— ¿Qué opinión te merece el anuncio de Vizcarra para adelantar elecciones?
Es muy temprano para el análisis, pero en un primer instante me parece que dentro de las varias opciones, esta puede ser la menos mala. Es una jugada populista de auto defensa ante un fujimorismo que sigue siendo una amenaza a la estabilidad del gobierno y al Estado de derecho. Si no hubiera hecho nada ante la reforma política a medias aprobada por el Congreso, Vizcarra hubiera salido bastante debilitado y más vulnerable que nunca a un fujimorismo que acaba de reconstruir su mayoría legislativa. Pero cerrar al Congreso podría ser visto como una movida no constitucional con fines de concentrar al poder. Podría haber generado un fuerte choque de poderes y una crisis institucional.

— ¿Es un inevitable 'nos vamos todos' o se abre un espacio de negociación para llegar a acuerdos?
No me gusta mucho la idea de adelantar las elecciones, porque no fortalece a las instituciones (cambiar las reglas del juego cada vez que hay crisis debilita a las instituciones). Es, además, una jugada populista. Pero podría ser el camino menos malo. El fujimorismo sigue siendo la amenaza principal a la institucionalidad. Vizcarra necesita una dosis de populismo para enfrentar al fujimorismo. Adelantar las elecciones lo va a fortalecer, porque la iniciativa va a tener amplio apoyo popular. La clave ha sido 4 palabras: ‘Yo también me voy’. El acto de sacrificarse y dejar el poder -tan inusual en la política- le va a dar un montón de legitimidad. Los fujimoristas y apristas podrán resistir, pero es muy difícil oponerse a algo que creo será apoyado por el 80% de la población. En ese contexto, si el fujimorismo rechaza la propuesta en el Congreso estaría acelerando su suicidio político. Hasta podría haber más defecciones en su bancada y perdería su mayoría de nuevo.

—Tu libro dice que coaliciones de independientes y otros sustitutos, funcionan en el lugar de los partidos.
Construir partidos de verdad es un trabajo colectivo que requiere movilizar activistas, conseguir cuadros en todo el país, es mucho trabajo. Muchos políticos, si pueden evitarlo y encuentran un atajo, lo van a tomar.

—Pregunta irresponsable: ¿Si funciona porque no lo dejamos así?
Funciona para los políticos, no sé si para la democracia. Es posible que Perú sea una especie de pionero, en términos de laboratorio. Los partidos están debilitándose en muchos lados, pero Perú es un caso avanzado de colapso de partidos.

—¿Es el reflejo en la política, de la informalidad?
En cierto sentido, es buscar atajos a la institucionalidad débil, incertidumbre, inestabilidad. Los actores políticos y económicos tienen horizonte muy corto, no pueden hacer un plan a 20 años. Entonces, buscar atajos es una estrategia de sobrevivencia, comparable [a la informalidad].

—Y si las campañas son caras, no solo informalidad, sino lavado de activos.
La informalidad en general no condena a la informalidad política. El Salvador tiene una alta informalidad económica y tiene partidos sólidos. Pero lo que mencionas, partidos débiles y costo elevado de hacer política, es una combinación terrible, con alta probabilidad de corrupción. No solo en Perú, también pasa en Argentina y Brasil.

—Fuerza Popular era una excepción a la regla de partidos débiles. Pero, viendo su situación actual...
Paradójicamente, los populistas, aunque antipartido como [Alberto] Fujimori, generan condiciones para un partido: dividen la sociedad, generan un aparato fuerte y un rechazo fuerte. Consolidan identidades partidarias. Keiko, se dice que no trabajaba, pero dedicó 5 años a construir un partido y ganar mayoría absoluta. FP podría sobrevivir pero en los últimos años se ha hecho mucho daño.

—Con Fujimori retirado y Keiko debilitada, ¿lo que sostendría al fujimorismo es una identidad conservadora pro vida y pro familia?
Esa es la nueva etapa. En el 2016 Keiko estaba buscando ampliar su votación, conseguir aliados, construir una coalición más amplia, buscó un poco en el mundo liberal y no encontró socios.

—¿Perdió porque no prosiguió la estrategia o porque, como le harán sentir los conservadores, la siguió?
Creo que las dos cosas. Su gente habrá dicho que su supuesta moderación la hizo perder. El día que estuvo en Harvard se fue Julio Rosas, porque ella mostró cierta apertura al mundo gay. Me dijo: “está bien”. Pero meses después había reconstruido por completo esa alianza. Al principio era por ‘default’ pero ahora esos sectores ven al fujimorismo como un vehículo electoral.

—¿Con Keiko libre sería menos impredecible FP?
Fue impredecible cuando Keiko estaba libre. Después de las elecciones, su agresividad hacia el gobierno es difícil de explicar, era una especie de suicidio político. Siempre vi en Keiko a una política pragmática, pero no vi pragmatismo en los últimos años.

—Luego de todo lo que ha pasado contra tantos políticos, la frase ‘de Humala tenemos dudas, sobre Keiko certezas’ que escribiste en el 2011, ¿cómo la proyectas al establishment político?
El Perú no tiene establishment político. Lo tuvo en los 80, empezó a caer en los 90 y ha desaparecido. Fujimori fue un outsider,Toledo fue un outsider, Humala lo fue.

—Parafraseando tu libro, me refiero al sustituto del establishment.
El taxista de Lima echa la culpa a los políticos tradicionales de siempre. Alan García es un ejemplo. Pero lo que hemos visto en los últimos tiempos ha sido corrupción y abuso de novatos que salen después del colapso, vienen de otra profesión y saltan a la política. Los novatos han sido más corruptos que los tradicionales.

—¿Estamos condenados a una nueva fase de corrupción con novatos?
Ahora han pagado un precio muy caro por actos de corrupción. Eso podría tener un efecto positivo. Saben que no hay impunidad. Un problema es la ausencia de una carrera política, por el colapso de los partidos y, ahora, con la prohibición de la reelección. Entonces, el novato tendrá un horizonte de tiempo muy corto, y si alguien viene con una propuesta de corrupción, querrá tomarla ya, porque no tiene futuro. Su preocupación no será de imagen, sino de ir a la cárcel. Veo muy difícil la construcción de una clase política sin reelección. Apuesto que el próximo Congreso va a ser muy parecido a este, pero menos fujimorista.

—¿Las reformas políticas ayudarían en algo?
Varias son positivas y hay que hacerlas. Cambiar los requisitos para registrar un partido es importante. Pero es un error pensar que eso cambiará el país y que generará partidos que funcionen. Las expectativas son demasiado altas, son cambios lentos, incrementales, no van a convertir al país en Uruguay de la noche a la mañana.

—El transfuguismo está normalizado. Pero cuando se presume que hubo pago de por medio, hay gran escándalo. Fujimori cayó por eso, PPK también.
Todos los presidentes posfujimori han sido minoritarios respecto al Congreso. En América Latina, cuando el presidente no tiene mayoría en el Congreso, existe la tentación de comprar votos. Ha ocurrido mucho en Brasil. En Argentina cayó De La Rúa por eso. Es algo criminal pero común con partidos débiles. Si fueran fuertes, se negociaría entre ellos.

—La tecnocracia, como la estudian Alberto Vergara y otros, creció en poder político. Irónicamente, PPK que parecía encarnarla, empeoró todo. Vizcarra tiene tensiones con los técnicos.
Ganan los técnicos en el Perú. Estoy de acuerdo con Vergara: el poder de los técnicos sobre todo se debe a la debilidad de la clase política. Tenemos outsiders sin experiencia y sin equipo. A políticos así, los técnicos les pueden hacer bullying y es difícil para un presidente o primer ministro imponerse sobre burócratas que tienen 20 años ahí.

—Vizcarra tiene ministros débiles, se va uno y asciende el vice. ¿Es una forma de recuperar el control político?
Tener ministros o vices débiles, no creo que ayude al país en el largo plazo. Lo que se necesita es un equilibrio entre técnicos que no mandan pero que implementan, y políticos con fortaleza para mandar. Esto es una especie de sueño de Pinochet en democracia. Él quería implementar políticas de mercado sin que la sociedad lo joda 'sic' y logró su objetivo con una represión atroz. En el Perú se hizo en democracia, destruyendo la clase política.

—Vuelvo a la pregunta. ¿Cómo quedan las certezas y las dudas?
Desde mi perspectiva, Humala salió bien: gobernó democráticamente, con todas sus mediocridades. La corrupción hay que combatirla y condenarla.

—Muchos peruanos hastiados de nuestros políticos altisonantes, sentimos una suerte de consuelo al ver a EE.UU. con Trump. ¿Cómo lo ve un estadounidense experto en América Latina?
Como analista, ha sido súper interesante. Como ciudadano norteamericano, ha sido una pesadilla. Los gringos –y me incluyo– han tomado como premisa que la democracia americana no se podía matar. Nunca, desde hace más de un siglo, hemos experimentado un candidato populista, así que siento por primera vez que, como experto en América Latina, tengo algo que enseñar a los gringos. Esta es la demostración de que EE.UU. no es un país aparte. Nos gusta hablar del ‘american excepcionalism’, pavadas, eso no existe. Perú tiene un gobierno bastante más racional que los EE.UU. Hemos elegido un payaso como presidente, nos toca ser un poco más humildes. Es difícil hoy para un norteamericano pretender dar lecciones sobre democracia.

—Con esa humildad, ¿qué rescatarías del populismo, de su capacidad para relatar y sintonizar con ciertas demandas?
Es difícil, porque el populismo norteamericano es diferente al que se ve en América Latina. Es un populismo étnico, de derecha, y que excluye. El populismo acá es inclusivo, dice que hay que abrir la política que está en manos de una oligarquía. Estamos atravesando [en EE.UU.] un periodo de cambio demográfico y cultural muy fuerte, hay mucho blanco sin educación superior que siente que el país en el que creció les está siendo robado. En América Latina la respuesta dominante al populismo ha sido el golpe de Estado militar. ¿Cómo salir del populismo de una manera democrática? No hay lecciones en Latinoamérica. El Partido Demócrata [en EE.UU] está debatiendo cómo responder, si con más redistribución, que es la manera de reconquistar a los ‘blancos enojados’; o construyendo una coalición amplia antipopulista. EE.UU. está dividido en dos bandos.

—¿Su polarización más grande?
Probablemente es la polarización partidaria más grande tras la época posterior a la reconstrucción [tras la guerra civil] de fines del sXIX.

—¿Algún libro próximo?
Estoy trabajando el tema de la debilidad institucional y cuál es la consecuencia de tener inestabilidad. Y estoy trabajando un libro sobre porqué los regímenes autoritarios que surgen tras revoluciones, como Cuba o China, son tan duraderos. Mi esperanza es, si derrotamos a Trump el 20/20, retornar a América Latina y al Perú.