(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
José Carlos Requena

Más de 23 millones de votantes elegirán a su alcalde provincial y su cuerpo de regidores este domingo. Aunque se suele obviar, la elección de alcalde y regidores es un proceso democrático que no ha perdido la continuidad, ni siquiera durante el régimen autoritario de los noventa.

El país acude a su decimosegunda elección edil, desde el restablecimiento de la democracia en 1980.El hecho representa particular importancia en la ciudad más grande y desafiante del Perú, vista como referente en todo el país: Lima, la ciudad más poblada y el corazón económico de la nación. Con algo más de 7,3 millones de electores, hoy parece sumida en una situación de miedo, desesperación y hartazgo, que contrasta con su bienestar material y su aspirado rol de ciudad de primer mundo.

¿Se pueden esperar cambios sustanciales cuando se establezca el siguiente concejo municipal capitalino, el 1 de enero del 2019? La solución parece partir del convencimiento de que una ciudad con distinto rostro es posible.

Por dicho camino transitaron Medellín (Colombia) y Curitiba (Brasil), dos casos latinoamericanos de referencia mundial. Medellín pasó de ser una de las ciudades más violentas del mundo a convertirse en un ejemplo de buenas prácticas, tras la gestión del matemático Sergio Fajardo (2004-2007).

Algo más lejanos temporalmente fueron los innovadores cambios en Curitiba, experimentados durante las tres gestiones bajo el liderazgo del arquitecto Jaime Lerner (1971-1975, 1979-1984 y 1989-1991). “Curitiba es todavía una referencia, pero ya no es un foco de innovación. Hay que volver a innovar”, le dijo Lerner al diario “El País” en el 2016.

La actual campaña electoral, que concluye en poco tiempo, ha transitado por momentos de frialdad y desapego, aunque en las últimas semanas parece haberse calentado sobremanera, dando lugar –finalmente– a la exposición de ideas y propuestas. La política, a pesar de las decepciones que irradia, parece aún percibida como una oportunidad de cambio. Como bien ha dicho Sergio Fajardo en reiteradas ocasiones: “Son los políticos los que toman las decisiones más importantes de la sociedad”.

Los últimos gobiernos ediles capitalinos invitan al desánimo y la insatisfacción. Según una encuesta de Lima Cómo Vamos del 2017, solo uno de cada tres limeños se siente satisfecho con su ciudad.
Pero no se debe olvidar el principal potencial con que cuenta la ciudad: su gente. La gran cantidad de emprendimientos económicos, sociales o culturales –que se siguen empujando a diario en Lima, sorteando los escollos que plantea un Estado a veces ingrato, otras veces hostil– grafican con claridad los cimientos sociales con que la capital cuenta.

Quien sea elegido alcalde capitalino tendrá que ser alguien capaz de creer que la ciudad de hoy debe cambiar radicalmente. Y que dicho cambio es posible. Como se ha visto, no hace falta ir muy lejos para ver casos de ciudades que renacieron gracias a una buena gestión edil elegida democráticamente. Que el buen ejemplo cunda.