En esta entrevista, el analista político Luis Benavente, de la consultora Vox Populi, analiza el nuevo mapa político local, con Rafael López Aliaga, electo alcalde de Lima, como una renovada figura de la oposición, y con el gobierno de Pedro Castillo estacionado en su propia crisis.
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—Rafael López Aliaga ganó en Lima, digamos que logró su objetivo, pero al mismo tiempo es el alcalde electo con menor porcentaje en décadas. ¿Es realmente la figura de la oposición?
Hay políticos que tienen una presencia fuerte en la agenda pública. Además, la alcaldía de Lima siempre ha puesto en primer plano al alcalde. Es cierto que, en las elecciones de los últimos 42 años, López Aliaga es el que tiene el porcentaje más bajo; es un personaje controvertido que ha estado enfrentado con distintos políticos muy fuertemente, y eso evidentemente genera algún desacuerdo de un sector de votantes. Ahora, en términos prácticos, es como el fútbol: si ganas por penales o ganas 8-0, igual te dan los tres puntos. Esta elección en Lima finalmente es un triunfo de la oposición sobre el gobierno.
—Él ha comenzado con la pierna en alto: “No hablo con el presidente”, “no hablo con los ministros”.
López Aliaga ha comenzado con un discurso político sumamente fuerte; yo pensaba que iba a ser una oposición, digamos, más temperada, más moldeada a un tiempo y a un programa político. No, él ha comenzado con una oposición muy fuerte, de tal manera que ahora tiene dos roles, dirigir a un sector de la oposición y dirigir Lima, que tiene sus propios problemas. Y además, enfrentado con el gobierno, que maneja la caja del dinero. En política las cosas tienen su tiempo, hay momentos de tregua en los que hay que cargar las energías y concentrar la atención en otro tipo de temas. Creo que él debió priorizar más los temas de la ciudad, del presupuesto. Ya la oposición está muy activa en el Perú en distintos niveles: en el Congreso, en las asociaciones, en la calle, en los medios de comunicación, en las redes sociales. Los alcaldes y los gobernadores deben estar mucho más enfocados en la gestión que van a emprender dentro de muy poco.
—En una entrevista reciente usted dijo que da la impresión de que López Aliaga está siempre en campaña. Está claro que su fin último no es la alcaldía.
En ciencias políticas, el concepto de campaña permanente no solamente alude a la campaña electoral, sino de presencia pública.
—Él hace lo opuesto a Keiko Fujimori, que participa en una elección y luego desaparece por meses.
López Aliaga le ha quitado el espacio social a Keiko Fujimori porque ambos representan a toda la derecha conservadora populista, hay un desgaste muy fuerte del fujimorismo y eso lo ha capitalizado todo el mundo. La política está adoptando otros trazos. Los péndulos en el mundo siempre han ido en un rango de derecha a izquierda, pero ahora se han ido mucho más a los extremos. Los ciudadanos han visto que las cosas no se resuelven, la pandemia ha conquistado los Estados, los políticos han sido incapaces frente a esto. Ha aumentado la demanda de radicalismo.
—Sucedió en Estados Unidos, sucede ahora en Italia, pero también más cerca, en Chile, Colombia o Brasil. Es iluso pensar que el Perú no entrará en la vía de los extremismos.
El mecanismo de posicionamiento ha cambiado: en Estados Unidos, el año previo a la elección de Donald Trump, él estaba en séptimo lugar con cuatro puntos; luego, con el tema de los migrantes y despertando una xenofobia extrema, en dos meses pasó al primer lugar en las primarias. El mecanismo ha cambiado de alguna manera. Eso es lo que ha hecho López Aliaga, que en dos años o menos ha logrado un posicionamiento muy grande. Los políticos están viendo el cambio. Tú puedes estar detrás de un cargo 20 o 30 años y no lo logras, pero viene otro a una velocidad muy grande, de manera muy controversial y lo logra.
—Y por eso las dos figuras protagónicas son López Aliaga y Antauro Humala, que tienen más en común de lo que sospechan.
En el fondo son estructuras comunicativas de enlace con los ciudadanos más o menos con cierta equivalencia, ¿no? Las posturas radicales te ayudan al posicionamiento, para lograr votos, para lograr el impulso inicial, pero también en un momento dado puede ser un límite, porque las posturas radicales muchas veces significan el enfrentamiento con muchos sectores. Imagínate una eventual segunda vuelta de Antauro Humala con López Aliaga; ese debate debe ser, entre comillas, sensacional, con mucha carga emocional, muy fuerte. Pero el ciudadano, en una circunstancia de ese tipo donde las discusiones llegan a niveles extremos, va a poner siempre un límite y se va a neutralizar.
—Otro tema que llamó la atención en el reciente proceso es el alto ausentismo, sobre todo en distritos de alto nivel socioeconómico. Uno podría pensar que el elector peruano está un poco harto.
La ciencia política te dice que a mayor educación, mayor cultura política, mayor concurrencia electoral. Pero sucedió al revés y podemos interpretarlo con varios criterios. Hay una indiferencia de clase, la multa en algunos sectores no perjudica tanto como en un entorno pobre. Además, son distritos donde hay una población de adultos mayores mucho más alta que en otros distritos, y el adulto mayor no tiene obligación de votar. Pero hay otra cosa bien interesante: las regiones de la selva tienen mucho más ausentismo y la región del sur mucho menos que el promedio. La gente es más politizada en el sur, es más rebelde en su temperamento político, es más activista, se hace sentir en la política nacional permanentemente.
—Con el panorama actual, ¿este gobierno llegará al 2026?
Lo veo muy difícil. No solamente es si hay o no incapacidad moral, finalmente eso va a ser algo muy subjetivo. Pero sí hay condiciones de desgaste. Sabemos que el presidente no va a renunciar, pero la oposición contra el gobierno entra ahora en un espectro grande, desde la extrema derecha hasta la izquierda. Eso va a dificultar mucho la continuidad de la permanencia del presidente Castillo.