Cuando murió la mujer y correligionaria de su vida, Violeta Correa, 15 años menor que él, en junio del 2001, Fernando Belaunde Terry (FBT) escribió un mensaje que decía, ‘espérame’. Violeta lo esperó hasta junio del 2002, y él aprovechó su año de duelo para arreglar la casa partidaria que fundó el 7 de julio de 1956.
Su principal decisión fue nombrar a un sucesor. Pudo elegir, con la autoridad que le daba su liderazgo, a Javier Alva Orlandini, cofundador de Acción Popular y, para muchos, el acciopopulista más importante después de FBT. O pudo forzar una suerte de sucesión familiar con su hijo Rafael Belaunde Aubry, o sus sobrinos Víctor Andrés García Belaunde ‘Vitocho’ o Raúl Diez Canseco Terry. Pero prefirió a Valentín Paniagua que acababa de terminar su corto gobierno de transición entre noviembre del 2000 y julio del 2001 y había agarrado un vuelo histórico.
Paniagua, hombre de centro y de sólida formación doctrinaria, había sido secretario general de AP, pero no tenía el calor de bases de Alva Orlandini. Rafael Belaunde, liberal a la derecha de Paniagua, hizo públicas sus diferencias con él y más tarde fundó su propio partido, Adelante (uno de los lemas de su padre). Diez Canseco, que había sido candidato presidencial de AP en 1995 con poca fortuna, se ligó a Alejandro Toledo y fue su vicepresidente. Aunque lo hizo con la venia de su tío, y AP no tuvo candidato presidencial en el 2001, terminó yéndose del partido.
‘Vitocho’ sí se mantuvo en la corriente. Fue candidato presidencial en el 2000, con fortuna similar a la de Raúl en 1995, y luego propuesto por FBT y confirmado por un congreso interno, como vicepresidente del partido, secundando a Paniagua.
El nuevo milenio anunció, pues, con esta pequeña diáspora de cabezas y pequeñas bancadas de personalidades autónomas (‘Vitocho’, Yonhy Lescano, Rosario Sasieta, Mesías Guevara), un liderazgo de baja intensidad para Paniagua. Manuel Merino también fue congresista con ellos, pero su perfil se mantuvo bajo y no se le presentaron las turbadoras tentaciones de grandeza como aquella a la que sucumbió unos días atrás.
En el 2001, como ya dije, no hubo candidato presidencial. Fue a pedido del propio Valentín, que no quiso enturbiar su corto mandato con un sesgo electoral. En el 2005, Paniagua encabezó un Frente de Centro para postularse a la presidencia en el 2006. Quien fuera sobrio presidente de transición, escogido por gran acuerdo multipartidario, fue un débil candidato en calles, plazas y urnas. Apenas saltó la valla y obtuvo una bancada de 5 congresistas. Su fatiga escondía problemas de salud. Falleció meses después de la derrota, en octubre del 2006.
El nuevo y súbito vacío de liderazgo fue llenado por Javier Alva Orlandini, quien se convirtió en presidente del partido en el último tramo de su vida útil (falleció en junio pasado, pero se retiró de la política hace varios años), mientras las figuras más populares de AP estaban en el Congreso y no eran muy amistosas entre sí: ‘Vitocho’ García Belaunde y Yonhy Lescano; uno limeño asociado a la burguesía originaria de AP, el otro representante de las inquietas bases regionales (dejó de postular por Puno, y lo hizo por Lima, pero mantiene hasta hoy influencia en varias regiones).
AP llegó al 2015 como un partido microcéfalo, de amplias bases y pequeñas cabezas. Las figuras autónomas que robaban cámaras en el Congreso apantallaron a las dirigencias partidarias. En ese contexto, la disciplina y la cohesión no eran valores que brillaran.
Le he preguntado a acciopopulistas connotados, como ‘Vitocho’, Alberto Velarde (discípulo de Paniagua y ex secretario general), y Yonny Lescano, todos miembros del actual Comité Político, por el fenómeno del voto de conciencia, y cuán pernicioso es para la institucionalidad y la predictibilidad de la política, sobre todo cuando se ejerce por congresistas de poca experiencia. Ambos me dicen que el concepto ya había sido invocado en épocas de Belaunde y Paniagua, pero referido a temas confesionales, como el aborto o el matrimonio igualitario, de la misma forma que se ejerce en otros partidos.
También se lo pregunté a Yonhy Lescano y ve el asunto con más naturalidad: “hay tendencias políticas dentro de AP (…), no creo que sea el voto de conciencia sino la posición ideológica, en los dirigentes sucede lo mismo”. Por cierto, ha habido, como en cualquier partido grande, alas en AP, moderados y termocéfalos, alvistas y ulloistas, derechosos e izquierdosos; pero solían pelear y negociar antes de tener votos disciplinados. Hoy, en muchos casos, el debate huelga, y se opta por la comodidad del voto libérrimo.
A propósito de Lescano, se dice que controla una parte de las bases, así como Diez Canseco y Guevara otras partes quizá menores. Pero en las últimas votaciones, como él mismo me lo recalca, se ve claramente que los supuestos ‘lescanistas’ votan de distinta manera. El voto libérrimo sobrepasa a Yonhy y a cualquier líder acciopopulista.
Pero la actual proliferación de votos libres –y actitudes libérrimas como la intentona de vacancia a Martín Vizcarra- se debe a una serie de circunstancias que a los tres que he citado y a Guevara, con quien también he conversado, les cuesta explicarme, pero que he podido establecer hablando con otros militantes y congresistas que defienden su libertad con una mezcla de frescura e ingenuidad. Por cierto, también defiende esa tesis del voto libre el portavoz principal, Otto Guibovich. Un correligionario suyo me dijo, socarrón: ‘Eso de usar el voto de conciencia para todo es el invento de un general de división (grado de Guibovich)’. En otras palabras, es mejor para un militar y hombre de disciplina, ordenar a sus huestes que rompan filas antes de sentir que las rompen a su pesar.
Por supuesto, la explicación es más compleja, y la indisciplina no solo indispone a Guibovich y a sus voceros alternos Ricardo Burga y Yessy Fabián (congresista por Huánuco); sino a todo el Comité Político formado por el presidente Mesías Guevara (con mandato vencido pero presidente al fin), los ex secretarios generales Velarde, Alan Kessel, Edmundo del Águila Morote (padre del excongresista Del Águila Herrera), Bertha Arroyo de Alva, Luis Gálvez, Yonhy y ‘Vitocho’.
Antes de aproximarnos al porqué de la inconsistencia, tengan en cuenta, en esta historia post belaundista y post paniagüista, que falta una cabeza aglutinadora que imponga el orden; y los congresistas célebres han dado ejemplo de conductas políticas libérrimas, muchas veces contradictorias. A nadie se le pasa, por ejemplo, que ‘Vitocho’ era un duro crítico de PPK y lo es de Vizcarra, lo que lo llevó más de una vez a coincidir con los fujimoristas; mientras Lescano tenía y tiene una conducta más afín al oficialismo.
Para completar el cuadro, sumen que a pesar de modestos resultados electorales en quinquenios pasados, la marca partidaria se sustenta en la reputación de haber tenido 3 gobiernos y en lo adaptable que es su doctrina centrista a las circunstancias.
Un par de ejemplos describen esta seductora ductilidad de AP: en 1990 fueron con el Fredemo de Vargas Llosa y en el 2011 postularon como invitados de Perú Posible de Toledo pero, una vez en el Congreso, se apartaron del oficialismo e hicieron alianza parlamentaria con el Frente Amplio de izquierda.
Por todo ello, la militancia acciopopulista es más numerosa que la de otros partidos fugaces. Tan numerosas son las bases por contraste con la debilidad de liderazgo, que Velarde me dice: “Nuestras crisis son de crecimiento”. El declive de las familias fundadoras y la explosión de afiliaciones en regiones y en la nueva Lima, han acabado por producir esta lampa que varios emprendedores (accio) populistas frotan para conseguir sus deseos sin acatar acuerdos.
Al diablo los dirigentes
En el 2015 llegó al paroxismo el proceso de bases grandes y cabezas chicas. El partido, presionado por las dirigencias intermedias que querían llegar a Palacio y al Congreso, acordó que el candidato presidencial sería elegido en un evento donde cada militante votaría. Un actor volvió activamente a la escena, Raúl Diez Canseco, que no podía participar en el Comité Político (CP) por haberse ido una vez del partido, pero influía a través de otros dirigentes y del congresista Edmundo del Águila Herrera y del padre de este, Edmundo del Águila Morote, que es parte del CP. Se abrió la opción para votar por quienes hubieran ingresado recientemente al partido, pues las bases, realistas, no veían ningún viejo correligionario con garra.
En diciembre del 2015, AP eligió a Alfredo Barnechea como candidato, derrotando a Mesías Guevara, Beatriz Mejía y Alejandro Montoya. Guevara era en ese momento presidente del partido, lo que revela que, en las bases, más pesaba el cálculo electoral que la lealtad a sus cuadros oriundos.
Barnechea tuvo una aceptable performance que le permitió saltar la valla. Otra vez, tuvimos en el Pleno a ‘Vitocho’ y a Lescano discrepando en temas esenciales. Barnechea entró en hibernación y otro cuadro con mejor fortuna y militancia reciente, Jorge Muñoz, ganó la alcaldía de Lima en el 2018 y provocó un gran arrastre de triunfos en distritos limeños, y hasta tuvo algún eco en triunfos regionales como el de Mesías Guevara en el Gobierno Regional de Cajamarca.
El efecto Barnechea y el impacto de Muñoz, volvieron más apetecible el 2021. Varios precandidatos empezaron a acercarse a la lampa, mientras las bases reclamaban la exclusividad; y en el 2015 se abrió el padrón para permitir el ingreso de muchos. En AP se había producido el mismo efecto ‘federación de independientes’ de Fuerza Popular, con candidatos sin apego a ideologías y sí a sus agendas particulares. La diferencia es que en FP el liderazgo de Keiko Fujimori cohesionó por unas temporadas a su enorme bancada y le permitió manejar a conveniencia de la cúpula los procesos internos del partido.
En AP, en cambio, se cocinaba una revuelta de las bases que se preparaban para renovar su dirigencia en agosto del 2019. Salvo el cargo de presidente que se elige en un congreso partidario, el resto de dirigentes resulta de elecciones internas a razón de un militante un voto. Pero ocurrió que ese proceso estaba impugnado por un sector del partido que acusó manejos irregulares del padrón de afiliados, que se abrió para permitir el ingreso de nuevos militantes ligados, en muchos casos, a flamantes alcaldes como Jorge Quintana de Jesús María.
Quienes habían hecho su campaña para ocupar los cargos internos, se quedaron con los crespos hechos. Las elecciones se postergaron unos meses pero no se llegaron a realizar. De pronto, en el camino se apareció una virgen: las elecciones para el congreso complementario. La campaña clientelista apoyada en los aparatos municipales que estrenaron a principios del 2019, y que algunos habían montado para hacerse de cargos dirigenciales; se transformó en campaña para ocupar los primeros puestos en las listas al Congreso.
¿Y quiénes los ocuparon en Lima, la plaza más importante? Pues Mónica Saavedra, la candidata apoyada por el alcalde Quintana, y Leslye Lazo, esposa del alcalde acciopopulista de San Martín de Porres, Julio Chávez. Dos políticas que recién conocían la mayoría de bases y dirigentes. Si un fenómeno así ocurrió, y fue replicado en varias regiones, fue porque hubo presión al Comité Electoral y al Comité Político, para que se permitiera postular a los afiliados en los últimos meses. Algunos viejos dirigentes plantearon candados para permitir solo la postulación de militantes con algunos años a cuestas; pero los nuevos lograron romper los candados y meter a su clientela.
Alcaldes con aparato susceptible de mover a las bases como Quintana y Chávez, además de los alcaldes de Ate, San Juan de Miraflores, Magdalena y otros distritos, han sido los protagonistas tras bambalinas de esas elecciones y podrían volver a serlo de las elecciones internas para la candidatura presidencial y lista congresal al 2021.
Sin embargo, las alianzas que entre estos dirigentes intermedios pero con arrastre de votos, se dieron en el verano de este año, no necesariamente se repetirán. El deseo manifiesto de Raúl Diez Canseco de ser precandidato presidencial, ha implicado una ruptura con Alfredo Barnechea (a quien el primero apoyó en el 2016) y, si a eso se le suma el afán similar de Lescano, que tentaría esa suerte por primera vez; se puede prever una reconfiguración de las alianzas entre los alcaldes y dirigentes locales en función de su precandidato favorito.
Miembros del CP como Velarde y Bertha Arroyo de Alva, postularon en el 2020; pero, sin los aparatos municipales de los nuevos correligionarios, quedaron rezagados en la lista y no ocuparon curul. A medio camino entre el AP originario y el de los nuevos poderes locales, está un congresista como Luis Roel, nieto de Javier Alva Orlandini, con apoyo en las bases distritales de San Borja.
Si en FP, repito, se dio el fenómeno de la ‘federación de independientes’, ¿cómo no se iba a dar en una AP de débiles liderazgos? Las compuertas se abrieron y el partido se pobló con militantes y candidatos seducidos por su caudal electoral, representantes de burguesías locales o con negocios emergentes, que pueden equilibrar sus agendas particulares con el cómodo centro de la lampa.
No se sorprendan de que los dirigentes recién empiecen a intuir de qué son capaces algunos de sus congresistas. Unas semanas atrás, para citar una sola anécdota, la bancada tuvo que lanzar un comunicado marcando distancia con el congresista por Puno, Orlando Arapa, que había dicho en una radio puneña que unas avionetas dispersaban el virus del Covid por el aire. Es el mismo que habló de vacar al presidente, sin haber consultado con nadie. Lo tildaron de excéntrico. Sin embargo, los líderes de su bancada se lanzaron poco después a vacar en serio.
El único con experiencia
Hablemos de Manuel Merino. Excongresista por Tumbes en los periodos 2001 al 2006 y 2011 al 2016, y Ricardo Burga, veterano militante hijo de fundadores del partido; son excepciones, además de Guibovich, en la bancada de novatos. Era natural que se les postulara para vocerías y, en el caso de Merino, para la mesa directiva. Un líder de AP me lo describió meses atrás con esta escueta presentación: “Es incapaz de cometer una barbaridad, pero no tiene carácter para impedir que otros la cometan”. O el perfil quedó obsoleto, o el correligionario tenía razón y la ‘barbaridad de los otros’ se cometió a sus expensas y con él de protagonista sobrepasado por su circunstancia. Pero no nos adelantemos.
El Comité Político, preocupado por la marca y por la reputación del partido de cara al 2021, hizo malabares para que la bancada aceptara el peso de la experiencia y propusiera a Merino a la presidencia del Congreso y a Guibovich como portavoz principal. Y ha tenido que hacer piruetas aún más complicadas para que Guibovich permanezca tras el 28 de julio, pues un grupo quería cambiarlo. Un dirigente me dijo que, incluso, en algunos congresistas existía la idea de renovar hasta la mesa directiva incluyendo a Merino.
Conversando con dirigentes y congresistas, se puede concluir, con realismo, que al Comité Político de hecho le gustaría contar con una bancada que vote colegiadamente y tener así algo que negociar cuando los llama el presidente y los sucesivos primeros ministros; pero no tienen congresistas que les hagan caso. Ni siquiera tienen armas de sanción pues, tras las elecciones internas anuladas, no hay comité de disciplina. La amonestación o suspensión de un congresista, solo la puede hacer la bancada; como sucedió con la parlamentaria por Arequipa, Rosario Paredes, acusada de descontar irregularmente el salario de una trabajadora de su despacho.
Un militante, con cierta crudeza, me hizo ver que, en realidad, el CP hace poco o nada por presionar a la bancada a través de los voceros que asisten a muy pocas de sus reuniones; pues enfrentaron a un grupo de entre 5 y 6 congresistas que amenazaron con irse. Entre ellos estaban, por supuesto, el díscolo Arapa y la ahora suspendida Paredes. De alguna forma el precio por mantener a Merino en la Mesa Directiva y a Guibovich de portavoz, que al menos les permitían negociar la agenda parlamentaria ya que no el voto de la bancada, era tolerar la indisciplina.
Según algunas fuentes, en el CP ya son plenamente conscientes de que con semejante liberalidad, las condiciones están dadas para que algunos congresistas sucumban a la tentación de la compra de sus votos a cambio de favores. No solo del Gobierno, al que hasta ahora le hemos visto una vocación más confrontadora que seductora; sino de otras bancadas. Como me lo dijo algún militante inquieto, una pequeña fuga de 3 o 4 acciopopulistas hacia APP, por ejemplo, convertiría a esta última en la primera minoría del Congreso. Recientemente, ese peligro se ha disipado pues APP ha tenido sus propios problemas.
“Los otras bancadas tienen dueño” se defiende otro acciopopulista, aludiendo a Acuña y los Luna, cuando le describo los efectos de caos e incertidumbre que provoca la indisciplina de su bancada en momentos cruciales, como durante la interpelación y debate de censura a María Antonieta Alva. En AP, nadie empuña la lampa por el mango. Los dirigentes temen siquiera presionar a unos indisciplinados que bien pueden mandarlos a rodar y cambiar de camiseta si les pretenden quitar su lampa maravillosa.
El voto libérrimo, tal como ocurrió en la histérica jornada del domingo 5 de julio, cierre de legislatura, en el que cada acciopopulista votó como quiso por reformas tan inconsistentes como la eliminación de la inmunidad presidencial y la fijación de porcentajes de PBI para gastos en educación; hoy es un pequeña anécdota en comparación a lo que su incubó en setiembre.
Manuel Merino, el más experimentado, aquel a quien el CP había peleado por poner en la mesa a pesar de eventuales presiones de los indisciplinados; protagonizó la suprema indisciplina. Tan grande que va más allá de sanciones. Aún se está procesando su impacto.
Sin consultar al CP (más de una fuente me lo confirma), Merino permitió a Edgar Alarcón, el jueves 10 de setiembre, la súbita presentación, sin siquiera haber sido presentados e investigados en la Comisión de Fiscalización que aquel preside, de los audios que activaron el proceso de vacancia de Martín Vizcarra.
El hecho de que un militante de AP active, con el respaldo de otros miembros de su bancada (la del vocero Ricardo Burga fue visible y ostentosa) pero a espaldas del CP; un proceso que, de tener éxito, lo hubiera convertido en presidente del país, aún no acaba de ser digerido por el partido.
No sabemos desde cuando Merino supo de los audios, pero por lo menos, fue notorio que acordó con Alarcón su difusión en el Pleno. Días antes había buscado a Merino, porque quería indagar por el giro que había tenido desde una actitud claramente concertadora hacia declaraciones más ásperas frente al gobierno. No obtuve respuesta. Aunque niega haber conocido los audios con días de antelación, es probable que ya tuviera por lo menos la versión de Alarcón sobre la gravedad de sus pesquisas, y estuviera procesando la actitud firme con la que debía conducirse en el proceso de vacancia.
Al día siguiente de lanzados los audios, el viernes 11, más militantes, también inconsultamente (Burga, Franco Solinas, Yessy Fabián, Guibovich, Wilmer Bajonero, Anthony Novoa, Luis Roel, Leonardo Inga, Walter Rivera, Kenyón Durand, Juan Oyola, Luis Simeón y la suspendida Rosario Paredes) se adhirieron al proceso vacador, firmando una moción de vacancia junto a Podemos y UPP.
El apetito de presidencia había provocado esta montonera de acciopopulistas leales a Merino como Burga y Salinas, pero también del grupo de los indisciplinados. En apenas 2 días, la bancada crepitaba ante un dilema: apostaba a la posibilidad de tener un Paniagua 2 o se arriesgaba a protagonizar una derrota que los dejaría mal parados ante el 2021.
El sábado 12, el destape hecho por IDL Reporteros y confirmado a las pocas horas en Palacio, de que Merino había hecho llamadas a mandos militares, acabó con los ánimos de la revuelta. Unas horas después, cabizbajo y con Burga al lado, el tumbesino ofreció explicaciones y disculpas sobre las llamadas.
El lunes 14, la escasa votación a favor de una moción de censura contra Merino presentada solitariamente por el Frente Amplio, pareció darle un inesperado respaldo al presidente del Congreso. Pero el partido ya le había bajado el dedo casi unánimemente. Varios dirigentes, Guevara primero, luego Lescano y, para no desentonar de los primeros, Diez Canseco, opinaron durante el fin de semana contra la vacancia, molestos por los militantes que avalaron la moción. Barnechea se mantiene en su cómoda hibernación.
Consumada la derrota de la vacancia y de Merino el viernes 18, con apenas 32 de los 87 votos necesarios (solo votaron a favor Arapa y Luis Simeón); los resentimientos internos se hicieron públicos. Guibovich tuvo que aclarar, ante la incredulidad de propios y extraños, que él no tuvo nada que ver con las llamadas a los mandos militares. Por simple asociación de ideas, muchos vincularon al general con esa trama militarista. Es cierto que chateó con el ministro de Defensa, Jorge Chávez Cresta, pero en esa conversación parece no estar al tanto de todas las llamadas de Merino.
Mesías Guevara fue tan explícito que nos ahorra comentarios. Esto es lo que tuiteó dirigiéndose a Ricardo Burga: “Usted y los que votaron para que se admita la moción de vacancia tendrán que responder ante la militancia acciopopulista, han manchado la honra de FBT y han sepultado las posibilidades electorales para el 2021. Su voto por el no [a la vacancia] no los exime de responsabilidad”.
Aunque sorprende una afirmación tan derrotista de un ex precandidato presidencial hacia el potencial de otros (Alfredo Barnechea, Yonhy Lescano y Raúl Diez Canseco, para citar a los 3 precandidatos más visibles); la lógica de Guevara es recordar algo tan simple como que un partido tiene una reputación que poner a salvo del apetito personal de sus líderes. Conversé con él, que actualmente está más pendiente del gobierno de su región y de la presidencia de la ANGR (Asamblea Nacional de Gobiernos regionales), y me confirmó que el CP sabía poco o nada de los hechos de la vacancia en el momento que se presentaron.
Guevara también me confirmó que el sistema clientelar basado en las alcaldías será determinante en las próximas elecciones y los precandidatos pugnarán por conquistarlo y animarlo. Diez Canseco, por ejemplo, está planeando una plancha que dé que hablar. Habría considerado seriamente fichar a Francisco ‘Paco’ Bazán, ex arquero de Universitario y actual presentador del noticiero matinal de ATV. Es hijo del exministro de Salud acciopopulista, Carlos Bazán Zender. No está afiliado actualmente, pero podría hacerlo en estos días y sería un guiño provocador al favorito en las encuestas, George Forsyth, ex arquero de Alianza. Me comuniqué con Bazán y con un representante de Diez Canseco, y ninguno me confirmó ni me negó el fichaje. Me respondieron con evasivas, por eso lo menciono como una posibilidad.
Finalmente, Mesías Guevara es consciente de que su mandato de presidente ya excedió el plazo por los problemas internos que impidieron renovar dirigencias; y a la vez, que es el indicado para convocar los procesos impostergables de democracia interna y echar los dados para el 2021.
VIDEO RECOMENDADO
TAGS
- Las más leídas
- 1
Interbank y Plin: web que divulgó datos de vecinos de Miraflores ahora apunta a clientes del banco
- 2
Interbank y Plin: web que divulgó datos de vecinos de Miraflores ahora apunta a clientes del banco
- 3
Dueño de cevichería “Mi Barrunto” en la mira: la trama de la sospechosa compra y devolución de un Porsche a ‘Chibolín’
Contenido sugerido
Contenido GEC