Ricardo León

Al cierre de esta edición, y aunque el primer ministro asegura que está bajo evaluación, el médico general permanece a cargo del .

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Algunas de las primeras críticas vinieron del propio sector al cual Condori pertenece. El , la Facultad de Medicina de San Marcos, la Asociación Peruana de Facultades de Medicina (Aspefam) y otras entidades relacionadas han pedido al presidente Pedro Castillo la salida de Condori.

Pero el aún ministro hace oídos sordos. Esta semana, ofreció una conferencia de prensa rodeado por dirigentes de la Coordinadora de Salud, el Sindicato de Profesionales Salubristas del Minsa, la Federación de Trabajadores Administrativos y Asistenciales, la Federación de Enfermeros del Perú y el Sindicato Único Nacional de Tecnólogos Médicos; estos grupos, sin embargo, son poco representativos.

La situación en el Minsa se agravó con la renuncia del viceministro de Salud Pública, Gustavo Rosell, quien estaba a cargo de la organización de los sistemas de vacunación; así como de los integrantes del Equipo Consultivo de Alto Nivel del Minsa.

—¿Conocía usted al ministro Condori? ¿Es alguien medianamente reconocido dentro del gremio médico?

No lo conocía. Es un médico general, como muchos que hay en provincias, y suelen tener una labor muy sacrificada, eso hay que reconocer. Los médicos generales están bien formados, ese no es el problema. El problema es la serie de ideas erróneas que él difunde. No lo conocía a él, pero en cambio sí a Vladimir Cerrón, porque él fue elegido por primera vez gobernador de Junín cuando yo era ministro de Salud en el segundo gobierno de Alan García. Tenemos fotos juntos de cuando he visitado Junín, y se dio apoyo a las iniciativas para remodelar hospitales. Luego Cerrón tuvo una evolución negativa en la gestión como gobernador, con manejos que la propia contraloría y la fiscalía han señalado como irregulares.

—Los primeros en alzar la voz de protesta fueron los doctores del Colegio Médico del Perú. Anunciaron investigaciones y pidieron cambios al presidente. El ministro Condori parece sentirse respaldado por Castillo y el primer ministro Torres. ¿Qué tiene que suceder para que haya cambios?

Lo primero que se hizo fue un pronunciamiento. Los argumentos esbozados allí se refieren al ejercicio ilegal de la especialidad de ginecoobstetricia. Mostrarse como ginecoobstetra, sin haber hecho la especialidad, ya es un problema ético. Se inicia el proceso, pero aún no hay una denuncia en el Consejo Regional de Junín; y la decana de ese consejo regional dijo que se va a iniciar el procedimiento, pero eso puede tomar meses. Por eso no se puede tener aún una sentencia del Colegio Médico sobre el tema. Es como una investigación del Congreso, que demora. Antes vendrá, por los plazos legales, el voto de investidura en el Congreso, y luego el Congreso mismo podría interpelarlo y censurarlo. Pero la vía más rápida y menos desgastante es que el presidente haga el cambio.

— ¿Para qué fines podría alguien querer dominar un ministerio que tiene carencias de presupuesto y de personal, y en medio de una pandemia?

El Ministerio de Salud se convirtió en un botín. Yo creo que hay varias líneas que explican ese apetito por tener el sector. Primero, para poder impulsar en el plano político-sanitario un modelo orientado al sistema único de salud, que es el modelo cubano, que es inaplicable en el Perú porque tendría que eliminarse la seguridad social y el sector privado. Segundo, para articular un poder institucional, a través del cual pueden controlar diversas instancias del sistema de salud, y tener una plataforma útil para futuros proyectos políticos. En tercer lugar, por el uso de los recursos que un sector como salud tiene, empezando por la contratación de personal.

—El viceministro Gustavo Rosell renunció, y poco antes los integrantes del Comité de Alto Nivel del Minsa. O sea, la parte técnica y la parte analítica. ¿Qué puede suceder ahora en el resto de la pirámide?

Mantener a Rosell fue lo primero que recomendamos cuando dejamos el cargo. Al momento del cambio de gobierno les dijimos: “Miren, la vacunación está caminando, tenemos las vacunas y la estrategia, mantengan al equipo”. Y el comité de alto nivel, que acaba de renunciar, tenía una función muy importante pero no visible, que es dar las recomendaciones éticas en el proceso de vacunación. Por ejemplo, para decidir a quién vacunar primero. Sin ellos, hay una incertidumbre general, porque además ya está cundiendo una desmoralización.

—¿Cómo se puede reorganizar un ministerio tan importante en una coyuntura como esta, y en el poco tiempo que la situación exige?

Recordemos que cuando empezamos el proceso de vacunación, teníamos todo en contra. Primero, recién iban a llegar las vacunas, no las teníamos. Y luego descubrimos el escándalo del ‘Vacunagate’, y tuvo un impacto, hubo una desconfianza total hacia la vacuna, además había personas interesadas que decían que la vacuna china era agua destilada. La desconfianza contra la vacuna y contra las autoridades se percibía en las encuestas que decían que más del 40% de personas no querían vacunarse. Tampoco el empresariado confiaba en el Estado y nos decían: ‘Permítanos importarlas, el Estado no sirve para nada’, cuando se sabía que ningún laboratorio les iba a vender. Empezamos a remar con la corriente en contra, hasta que se generó un nivel de confianza.

“El Ministerio de Salud se convirtió en un botín. Hay varias líneas que explican ese apetito”, opina el ex ministro Ugarte (Foto: GEC)
“El Ministerio de Salud se convirtió en un botín. Hay varias líneas que explican ese apetito”, opina el ex ministro Ugarte (Foto: GEC)

—Pero ahora no solo no hay un nivel básico de confianza, sino que se espera que haya más cambios y rotaciones, se mantenga o no el actual ministro. ¿Es posible reestructurar el ministerio, atraer a profesionales serios (y sin antecedentes) y reacomodar el rumbo?

No se sabe a quién van a meter, todos están poniendo el cuello porque saben que se los van a cortar, porque para eso quiere Cerrón el Ministerio de Salud, para poner a su gente. Va a haber un bache, es un precio que habrá que pagar, el daño a la salud pública ya está hecho. Y a cualquiera que entre, aunque tuviera el mayor respaldo posible, va a costarle mucho recomponerlo.

—Hace unos meses, cuando Pedro Castillo era candidato en la segunda vuelta, era evidente que no tenía propuestas claras para el sector salud. Con Hernando Cevallos como ministro, se consiguió mantener el flujo de la vacunación, pero luego él sale del Minsa. ¿Cómo evalúa estos primeros meses de gestión del Gobierno en materia de salud?

El presidente desconoce totalmente y no tiene idea sobre qué hacer. Francisco Sagasti, cuando me invitó a ser ministro, se metió con todo, tanto así que el comité para gestionar las vacunas –que en el período de Martín Vizcarra estuvo manejado por funcionarios de tercer nivel, sin ministros ni viceministros– lo presidía él mismo, estaban la primera ministra (Violeta Bermúdez), el canciller (Allan Wagner) y los ministerios de Economía y Salud, y nos reuníamos todas las semanas y se monitoreaba a diario. Nuestros principales actores y negociadores han sido los embajadores: el de Washington se reunía con Pfizer, el de Londres con Astrazeneca, el de Beijing con Sinopharm, el de Moscú veía la vacuna Sputnik. El presidente sabía del tema y estaba involucrado; yo no veo eso ahora, ni conocimiento ni involucramiento. Y no hay instancias que cumplan esa función. Lo vimos desde el inicio, cuando el canciller Héctor Béjar hablaba de todo, menos de las gestiones que estaba haciendo para las vacunas. No hay una capacidad organizadora para decir: OK, yo no conozco de esto, pero pondré un equipo de personas que sí, y les doy el respaldo.

—Una situación de esta magnitud, con un ministro que en menos de una semana ya está bajo todos los reflectores, ¿afecta por ejemplo lo más elemental, que es el primer nivel de atención a pacientes?

Sin duda. Cuando aparece una persona designada a la cabeza del sector, con todos los cuestionamientos que ya conocemos, eso no solo desconcierta sino que desmoraliza. Lo que habrá es un efecto en cascada, ahora cambiarán los viceministros, los directores generales, y eso a su vez tiene un efecto porque cambian la estructura. Al final, hay una parálisis que llevará a un período de recuperación lento y eso, en una tercera ola, es grave. Aunque haya recambios en las cabezas, recomponer la estructura debilitada va a costar mucho. Hay gente que no va a querer participar, ya se perdió la confianza.

—¿Qué es lo primero que tendría que hacer un ministro de Salud en el Perú del 2022, en plena tercera ola de la pandemia y con 200 mil muertos encima?

Lo primero, es dar continuidad al proceso de vacunación, tomar acciones. Hay vacunas que están por vencer a fines de febrero, otro gran lote en marzo, y no se están utilizando. O hay vacunas que siguen en los almacenes, hay dos millones y medio de vacunas en el Cenares. Eso tiene que resolverse, se tienen que aplicar esas dosis a la carrera. Si vencen, es dinero perdido y un bien social desperdiciado, es muy grave. En segundo lugar, está pendiente el fortalecimiento del sector en el primer nivel, y eso implica recursos, mayor personal. Eso significa presupuesto.

—Su período como ministro de Salud en el gobierno de Sagasti comenzó tras el escándalo del ‘Vacunagate’. La ministra Pilar Mazzetti, el viceministro Luis Suárez y decenas de funcionarios del Minsa estaban involucrados. ¿Cómo fue ese inicio?

Costó trabajo convocar gente. La desconfianza de regresar al Estado y luego ser denunciado por equis razones es grande. Como en ese entones, recomponer el Minsa ahora va a ser difícil, va a ser lento, vamos a pagar un precio por este lío.

—En su opinión como médico y exministro, le pregunto: ¿estamos viviendo el inicio del final de la tercera ola de la pandemia?

De acuerdo al seguimiento que venimos haciendo, parece ser que esta ola, que empezó a fines de diciembre, en la primera semana de febrero llegó a su punto máximo y parece haber iniciado un declive. Soy cauto en decir si ya empezó el descenso, porque también en la primera ola se vio algo así y luego un repunte, y eso porque hay regiones que no han entrado todavía a una tercera ola. No podemos decir que ya hay una tendencia marcada, hay que esperar dos o tres semanas. Sí creo que va a ser más corta que la primera y segunda ola. Eso podría significar a nivel mundial, según algunas opiniones esperanzadoras, y de la propia OMS, que es el inicio del final de la pandemia.

—Esta vez hay un factor distinto: la reanudación de clases presenciales. En retrospectiva, ¿esto pudo haberse hecho antes?

Estábamos muy impactados por la enorme mortalidad que teníamos, y recién sabíamos la magnitud real de las cifras. Sí había la voluntad de abrir los colegios, y el Ministerio de Educación buscó abrir en zonas rurales, y se inició la vacunación de maestros de esos lugares. Sí creo que se pudo apurar el proceso, que se pudo tener una aceleración más activa. Pero el propio gremio docente estaba resistente. En general, sí creo que se pudo haber abierto con antelación las escuelas, y opino que ninguna de las posibles evoluciones de la tercera ola debería interferir en la reanudación de las clases.

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