En marzo pasado, entrevistamos a Mirian Morales en un café a una cuadra de Palacio de Gobierno. Quería responder nuestras preguntas sobre las primeras denuncias que se hacían sobre presuntos beneficios a familiares suyos con puestos en el Estado y, a la vez, replicar a la leyenda de mujer más poderosa del país, empinada sobre el cargo de Secretaria General del despacho presidencial.
Morales no encontró mejor manera de desafiar a la leyenda que alimentándola. La entrevista se realizó un viernes 6 de marzo. La fecha parecía concebida por ella para que la publicáramos el domingo 8, día de la mujer.
El título fue literal: ‘Una mujer empoderada’. Ese mismo viernes, el presidente acompañado de la ministra de Salud, Elizabeth Hinostroza, anunciaba el primer caso de Covid-19 detectado en el Perú. Morales no presagiaba la dimensión de la pandemia que nos caería encima; ni, menos, que ella misma caería envuelta en las ramificaciones del Caso Swing que estalló en mayo.
Siete meses después, Mirian Morales es una mujer enmarrocada. Se la tragó Cisneros o ‘Swing’, para quien, presuntamente, según alega la fiscal Janny Sánchez-Porturas en el pedido de detención preliminar, hizo ‘reuniones previas’ con los ‘contactos previos’ que permitieron su contratación indebida en el Ministerio de Cultura. No dice el documento si lo hizo en nombre o a pedido del presidente, pero probablemente esa duda crucial se despeje más adelante.
La ironía, lección y colmo, de esta mujer empoderada; es que su desplome no llega por un caso de beneficio directo a su entorno familiar e íntimo, sino por beneficiar a Cisneros, a quien, probablemente, quería sacárselo de encima y borrarlo de su agenda palaciega. Antes, había soportado, sin renunciar como cualquier funcionario previsor hubiera hecho, la grave denuncia de haber contratado a Claudia Mere Vidal, hermana de su ex pareja, en la Dirección General de Asuntos Socio Ambientales que tenía a su cargo durante la gestión de Vizcarra en el MTC. A eso se sumó la sospecha de seguir favoreciendo a su ex pareja Jorge Mere Vidal, influyendo en la vigencia de su contrato en el Ministerio de Vivienda.
Su renuencia a renunciar provocó pesquisas congresales y ataques de la oposición. Más grave aún, provocó, según nos cuenta más de una fuente palaciega, el rencor destructor de Karem Roca, que creía que Morales era la fuente de las denuncias contra sus familiares. Las mismas fuentes creen que la asistente empezó a grabar reuniones con la idea de exponer a Morales antes que perjudicar al presidente. Se perjudicaron todos. Si Morales hubiera renunciado ante las primeras denuncias graves, la bola de los audios y las detenciones, quizá no hubiera crecido hasta aplastarla y amenazar al presidente con una vacancia. Hay, en este caso y en esta judicialización de la política con riesgo de excesos penales, una relación íntima entre el poder subrepticio y las marrocas.
*A continuación, publicamos el perfil y entrevista que hicimos a Mirian Morales en marzo pasado.
No quiere que la retratemos con fondo palaciego porque no sería coherente con la razón por la que ha decidido hablar: Quiere, en el Día de la Mujer, aplacar la leyenda de mujer más poderosa del país, de Nadine del vizcarrismo, urdida a expensas del misterio que la rodea. De paso, también tiene que responder algunos cuestionamientos objetivos, nada mitológicos.
¿Cómo una mujer como ella puede decirnos que no es tan poderosa, sin exhibir, en el intento, algo de ese poder? Pues, contándonos su vida y su coyuntura en un café cerca a Palacio. Allí convenimos que la solución gráfica para rubricar este encuentro no es en la Plaza de Armas con la fachada palaciega al fondo, sino en un costado, por donde entra cotidianamente a trabajar como “SG del despacho presidencial, un órgano desconcentrado de la PCM” -sonríe a sabiendas de que a nadie le gusta ese lenguaje burocrático-; una de cuyas funciones, ahora se pone más comunicativa, “es brindar asesoría al presidente de la república, cuando lo requiera. Yo no existo sin el presidente, no es Mirian Morales que solicita algo; todas mis oraciones, desde un correo, un Whatsapp y una llamada, son por encargo del presidente”.
Una digresión semántica y de género. Mirian cree que la nomenclatura ‘secretaria’, se presta para que algunos, con mala intención, rebajen su puesto, que es gerencial, al de una asistencia de oficina. Le recuerdo, como dándole la razón, que ha habido SG como ‘Vitocho’ García Belaunde que no han recibido ese trato. “Pero él se refirió a mi como ‘la secretaria del presidente’”, replica.
Gajes del poder
En nombre del presidente se puede ser diligente y empeñosa hasta dar la apariencia de una intromisión, le digo, para ir al grano de aquello que la ha animado a hablar. “Puede ser sensibilidad mía, pero ser mujer y joven [41], mmmhhh, hay un sesgo [en los cuestionamientos]. Reconozco que soy vehemente con las cosas que me encargan, me siento un tractor a veces, me dan una cosa y tacatacataca, sigo hasta lograr mis objetivos, pero dentro de mi marco”. O sea, si cometes un pecado no será de omisión sino de acción. “Sí, de mi equipo también prefiero eso, que pequen de haber sido voluntariosos, porque no debemos fallar. Y mi jefe trabaja dentro de esa misma lógica”.
¿Y sientes el riesgo de sobrepasarte al ejecutar el encargo del presidente? “Importa mucho la contraparte, si está dispuesta solo a escuchar el encargo directo del presidente y no de un intermediario, puede haber cierta dificultad. Pero no he tenido problemas con ministros, con el premier, ni con congresistas”. Y si los tuvo y prefiere callarlos, pues esos son los gajes del poder.
A propósito de esos gajes, le pregunto cómo le fue llamando a los líderes de los partidos que fueron a dialogar con Martín Vizcarra. Sé que ella lo hizo pues algunos de ellos me lo contaron. “El presidente decidió que yo llame. En principio llamé a todos los secretarios generales, ni siquiera a los presidentes salvo en algunos casos que no contestaban. El único caso fue Podemos, que llamé al secretario, nada, al presidente, nada, no fluía. Se lo consulté al presidente y me dijo, ‘llama al número 1 de la lista, a Urresti’, porque necesitábamos cerrar. Después llamó [Enrique] Wong, el secretario. Como dos días después, llamó [José]Luna, pero era muy tarde, estaba con mi hija, no identifique el número. Me escribió un mensaje presentándose y le mandé el texto de la invitación”.
Seguimos con la ronda. Habló con Luis Galarreta de Fuerza Popular, con varios otros y con el Frepap. El quién es quién de los israelitas estaba confuso y habló con el personero legal, Wilfredo Tenorio. “Siento que en algún momento le sacaron la alfombra, porque dijo que sí [y luego no acudieron]”. Con UPP fue más picante: “A la primera llamada, [José Vega], gustoso y feliz dijo que sí. Media hora después devolvió la llamada con otro tono, estaba al lado de alguien, dijo ‘nosotros nos reuniremos y veremos’[imita el tono masculino]”.
Ahora sí, pasemos a un cuestionamiento. ¿Cómo surge la idea de ir a un evento en Canadá, entendiéndose, de alguna forma, que representaba al presidente?. “Me molesta que digan que voy a hacer algo en representación del presidente; no soy la vicepresidente, ni el premier, ni la ministra. Lo que pasa es que en la carta de la PCM dice ‘en representación del despacho presidencial. Fui en representación de mi oficina, no del presidente’”.
¿Pero qué hace la SG de Palacio en un evento minero? "Mi expertise es ver casos mineros, conozco la agenda, la normativa, es mi tema. Susana [Vilca] estaba como ministra recién entrada, iba a ir Toni [Alva, ministra de Economía]. Hasta dónde sé, nace como idea de las ministras, que vaya. El presidente le dice al MEF que yo podría acompañar la comisión. Fui parte de una comitiva. Está en mi marco, porque el presidente puede encargarme varias cosas. Es una pena porque él quería ir al PDAC, estuvo en el anterior ". ¿Hubiera ido de no ser porque no tiene quien lo reemplace si viaja?. “Mercedes [Aráoz] hubiera podido asumir sino hubiera pasado lo que pasó. Pero ir o no lo decide el presidente y depende de muchas cosas”. Para sumar un dato a su interés en el rubro de las minas y la energía, anotemos que es miembro del directorio de Electroperu.
Como a ustedes, me interesa saber si Mirian Morales participa en reuniones donde se toman decisiones políticas cruciales como, por ejemplo, elegir nuevos ministros. “Quien decide todo, todo, es el presidente. Tiene un liderazgo muy fuerte. Que yo participe en un equipo donde brinde opiniones, sí, varias; pero quien decide qué escuchar es él. Mis funciones son brindar asesoría y puedo opinar hasta sabiendo que voy a rebotar. Soy buen soldado. He aportado opiniones de candidatos que se han podido estar conversando”.
La mesa de Vizcarra
No es limeña, tampoco moqueguana. ¿Eres apurimense? ¿Abancaína?. Me corrije y se expande. “Soy apurimeña, abanquina, la menor de 6 hermanos. Mis primeros 3 hermanos vinieron a Lima porque les tocaba la universidad, que entonces no había en Abancay. Cuando le toca a la cuarta, el terrorismo estaba complicado, tomamos la decisión de mudarnos a Lima. Llego a los 5 años. Estuve en el María Auxiliadora, de monjas salesianas, colegio de mujeres. Mi papá y mamá eran profesores rurales, ambos caminaban y montaban a caballo para dictar clases en zonas alejadas”. Su padre llegó a ser autoridad educativa en la región y candidato, sin éxito, del Frenatraca.
Mirian cuenta su vida con precisiones técnicas y amplifica algunas imágenes. Pienso que eso es natural en el funcionario que pisa terreno burocrático minado y deja algún espacio para la narrativa política. Terminado el colegio, ingresó a la PUCP. ¿Fue el derecho la primera opción?. “Lo elegí desde los 5 años, tenía muy claro lo que quería hacer”. ¿Te politizaste siquiera un poquito, en la PUCP?. Era imposible no hacerlo, le digo para evitar una evasiva . “Siempre me he considerado rosada”. O sea, de centro izquierda. “Centro con ligera mirada...”, ríe para no hacer más precisiones. “En ese tiempo mi generación no era de hacer movimientos, peor creé un periódico mural llamado ‘El tercer espacio’”. Y postuló con éxito a ser miembro del consejo universitario en 1997.
Su carrera profesional arrancó en la propia universidad. Trabajó casi 8 años en el Centro de Análisis y Resolución de Conflictos. “Ahí conocí N mineras, N extractivas, se necesitaba que ayude a conciliar conflictos, ahí hice todos los riesgos. Y empecé a tener mis dudas en el terreno ambiental. Hice una maestría en recursos naturales [en la Universidad Carlos III de Madrid]”.
Trabajó una temporada en España y regresó al Perú. Fue defensora adjunta en el proyecto de Camisea y postuló, por primera vez, a un trabajo en el estado. “Tenía 29 años y decidí postular a un CAS y entré al Minem [Energía y Minas]. Mi responsabilidad era ver los conflictos en la zona sur. Mi jefe me dio bastante confianza y mi primer viaje fue a Moquegua. Empecé a ver el tema de Angloamerican [dueños de Quellaveco] y me dieron el encargo de formar una mesa [de diálogo]. Lo usual era que el Minem presidiera la mesa pero yo veía que el presidente regional gozaba de legitimidad y confianza, tenía un manejo intuitivo de la mesa. Entonces sugería a mi jefe que no la presidiéramos nosotros porque fracasaríamos y le dejemos el protagonismo al GORE [gobierno regional]. Y funcionó”.
Por supuesto, el presidente regional era Martín Vizcarra y allí se estableció la relación que la ha llevado a Palacio. “Cada 15 días nos veíamos durante año y 8 meses [que duró la mesa]. De ahí mantuvimos comunicación”. Mirian pasó a trabajar en un proyecto de recursos naturales con el PNUD y ayudó a preparar un libro sobre las lecciones aprendidas en el proceso de Quellaveco. “Es mi tema de tesis en el doctorado de antropología, pero tuve que suspender los estudios”.
Luego del PNUD, entró a dirigir un área en la ANA (Autoridad Nacional del Agua). Vizcarra ya había dejado de ser presidente regional. “Amicalmente, cuando venía a Lima nos veíamos. Ha habido una amistad”. El tiempo pasado aquí es prudencial. Más adelante me dijo, “asumo que es un buen amigo, le tengo cariño de amigo”, y me explicó como las circunstancias y la investidura imponen la distancia protocolar. Sin embargo, en un momento de la conversación se refirió a él como ‘Presi’. ¿Así lo llamas?. “Sí, pero cuando estamos en una reunión le digo presidente”, sonríe.
Cuando Martín Vizcarra asumió la vicepresidencia y el Ministerio de Transporte, inmediatamente la llamó. “Había una dirección que pasaba por mi perfil, que era la de asuntos medioambientales, que lamentablemente se ha dividido en 3 oficinas”. Mirian sobrevivió a la pequeña razzia que hizo el nuevo MTC Bruno Giuffra, cuando Vizcarra renunció y partió a la embajada en Canadá.
Mirian ve mi impaciencia por llegar a la sucesión de marzo y se adelanta. “Fui su primera designación”, dice. Pero, antes, tiene que contarnos la tensión de la transición. “Manteníamos el contacto, veíamos el tema de la crisis, los audios, lo que pasaba con PPK, que si se va o no se va pero en tono amical, entre bromas, ‘parece que te vienes, jajá’, jamás como dicen, fue algo armado para asumir. Eso es falso, hasta había hecho un viaje familiar que tuvo que cortar para venirse”.
Muérdete la lengua
Llegamos a la víspera de la asunción. “Fue intempestivo y cuando ya sabíamos que tenía que asumir, le escribí un mensaje y le digo, ‘bienvenido, cualquier cosa cuentas conmigo’”. Mirian me repite una anécdota que contó en el libro de Rafaella León (“Vizcarra”, Debate, 2019): “Me dijo ven a mi departamento y yo pensé ‘que lindo, quiere que lo acompañe a recibir la banda’. (…) Me dice ven a mi casa, ahí conozco a Maxi [Maximiliano Aguiar]. Nos encontramos y tenía el discurso en elaboración. Nos pusimos a trabajar y ni Maxi ni yo fuimos a la asunción porque teníamos que terminar el discurso y mandarlo por Whatsapp”.
El mismo 23 de marzo de la asunción, en la tarde, Vizcarra designó a Mirian Morales como SG y al Gral. Wuilliam Flores, amigo moqueguano, como jefe de la casa militar. Mirian no fue consultada, pero no había duda de que acataría y se pondría las pilas. ¿A César Villanueva, el primer PCM, ya lo conocías?. “No, pero era muy franco. Lo quiero mucho. Me da mucha pena lo que está pasando con él [cumple prisión preventiva mientras se le investiga por recibir presuntos sobornos de Odebrecht]. Tenía la tónica del presidente, gente de provincia, descentralización”. ¿Cómo fue el trabajo con Salvador del Solar?. “Con Salvador cambió un poco, trató de armar más claro su equipo, sí se sabía quién se encargaba de qué. En el caso de Villanueva, la claridad la tenía el jefe de gabinete y el resto no coordinaba a nadie más. Esa suerte de incógnita hizo que me pintaran de otra manera, creo. Con Salvador fue más ordenado”.
A sabiendas de que los conflictos sociales son el tema que más la enciende, le pregunto qué hace cuándo estalla uno y le provoca meter su cuchara. Se agarra juguetonamente a la mesa y responde: “Tengo ganas, no sabes cómo, me muerdo los labios, me muerdo la lengua, pero es algo que entiendo que es del premier. Cuando quieran mi opinión, ahí estaré, feliz. Salvador me la pidió una vez y se la di. Si no me dan cancha para meterme, no me meto. ¿Por qué fui a Tía María? Porque el presidente me lo pidió, sino no voy”.
La contratación del hermano
Por fin, llegamos al tema que más la ha motivado a hablar: el impacto que una denuncia en particular tuvo sobre ella y su familia. Su hermano mayor, Juan Morales, fue fichado, meses atrás, en un cargo en la Sunarp. Ante los cuestionamientos por la probabilidad de una injerencia de su hermana en el nombramiento, este renunció. Mirian niega que ella haya tenido algo que ver con el puesto; pero comprende que la mirada se dirigiera hacia el caso: “Creo que fue un error de cálculo de mi hermano. No lo midió y está en su cabeza que él conoce el tema [trabajó tiempo atrás en ese sector] y que nadie le regala nada. Yo no lo sabía, el podría ser mi padre por su edad, no le rinde cuentas a la hermanita menor. Cuando me enteré fue todo un tema. El presidente nunca me pidió que renunciara mi hermano, pero esto se empezó a calentar. Yo misma pensé en renunciar y que él siga. En el chat familiar había toma de posiciones y en el medio mis padres. Y fue su nobleza, de él, que creo que identificó el mal cálculo y decide renunciar. Fue el momento más duro y te preguntas si vale la pena seguir”.
En varios pasajes, Mirian se ha referido a su pequeña de 4 años, pero prefiere no hablar de su vida sentimental. Por supuesto, respetamos esa discreción. ¿Eres feminista?. “No creo, intento ser justa, es lo que toca”. ¿Conservadora o liberal?. “Guardo un equilibrio, me siento muy de centro”. ¿Matrimonio igualitario?. “Creo en el amor y el amor a veces no tiene género”. ¿Despenalización del aborto?. “Creo en condiciones de seguridad de salud, de no riesgo para las mujeres en su tema de decisiones, pero eso no significa que salga con mi pancarta a promover el aborto”.
¿Con qué pregunta cerrarían este retrato de un poder renuente, pero poder al fin? Se me ocurrió esta: ¿Estarías dispuesta a asumir otros encargos del presidente, por ejemplo, el de ministra?. La licuadora del café, le permite pensar la respuesta en una pausa bulliciosa. “No creo que suceda eso. Creo que le soy funcional al presidente donde estoy. Pero si alguien, el premier, sugiere; estoy presta a los encargos. Voy donde me necesiten y, si de repente creen que ya no me necesitan, me voy a pasar tiempo con mi hija”. La acompaño por el Jirón de la Unión hasta verla desaparecer por una puerta lateral de Palacio.
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