(Foto: El Comercio)
(Foto: El Comercio)
Fernando Vivas

Mientras esperaba la llegada de Martín Vizcarra, llevó puesta por buen rato la banda presidencial. Se la entregó el oficial mayor del Congreso, José Cevasco, que sabe dar los pasos y hacer los gestos precisos para estas circunstancias, pues las ha vivido varias veces: cuchichea al oído de la despistada autoridad lo que tiene que hacer, mientras las cámaras lo ponchan circunspecto desde todos los ángulos. Los hombres de protocolo, en momentos trascendentes, mandan sobre los mandatarios.

Galarreta se puso, pues, la banda y dijo, con solemnidad que apenas disimulaba sus ganas de saltar con ella como un feliz palomilla, que era un gran honor llevarla. Los cincuentaitantos —no hay cifra cierta porque no sabemos si algún 'avenger' arrepentido volverá al redil— de Fuerza Popular lo aplaudieron a rabiar. El agradecido congresista suspendió la sesión por unos minutos mientras la comisión de recibimiento a Vizcarra traía a este desde Torre Tagle. Fue en ese lapso que, en un salón aledaño al hemiciclo, se fotografió con la banda y varios correligionarios tuitearon las fotos inocentemente. Luz Salgado, Carlos Tubino, Karina Beteta, Rosa Bartra, Alejandra Aramayo, entre otros, aparecen sonrientes al lado del muchacho de la banda. El portal web del parlamento publicó la noticia: “Luis Galarreta asumió transitoriamente presidencia de la república”.

(Foto: Twitter)
(Foto: Twitter)

Este trasiego de la banda arqueó algunas cejas e inspiró algunos memes, aunque no ha implicado ningún atentado contra la ley o la democracia. Por lo tanto, no amerita inquisición o investigación. Si Galarreta lo planificó o lo improvisó cediendo a la emoción de llevar la banda encima será difícil saberlo; y si lo hizo por vanidad, sentido del humor, cábala o promesa, o una mezcla de todo eso, será igual de difícil saberlo. No existe el peculado de uso de símbolos patrios o algo parecido; así que quedará en anécdota.

El abogado y constitucionalista Natale Amprimo, que no es antifujimorista así que su opinión vale por técnica, escribió un post en su FB criticando que Galarreta se pusiera la banda. Su argumento es que los presidentes de Congreso solo se la deben colocar cuando vence el plazo normal de un mandato presidencial y allí la banda vuelve simbólicamente al pueblo en la figura del presidente del Congreso, para pasar al nuevo mandatario. En este caso, no había ese plazo presidencial vencido, sino una anticipación y sucesión inmediata; por lo tanto Vizcarra pudo ponérsela directamente. Hablé con un experto en protocolo que coincide con Amprimo y me dijo, incluso, que como Vizcarra ya había jurado como vicepresidente que reemplazaría a PPK en un caso como este, bastaba que asumiera simplemente la presidencia. Sin embargo, el experto me dijo que se alegraba que la juramentación se hubiera dado con pompa y circunstancia porque así adquiría más consistencia y legitimidad. En otra latitudes, la sucesión se resuelve sin tanto trámite: cuando Kennedy fue asesinado, el vicepresidente Lyndon B. Johnson juró como presidente rápidamente sobre una biblia en el avión de Dallas a Washington. En fin, cuestiones de forma que no alteran el fondo de la historia.

—¿Meche presidenta?—
El vacío más largo e interesante que sí había que llenar de forma políticamente efectiva y no simbólica, era el que se abrió cuando PPK renunció el miércoles en la tarde y el Congreso reparó en si aceptaba inmediatamente su renuncia, la segunda vicepresidenta Mercedes Araóz hubiera tenido que asumir la presidencia por un día pues Martín Vizcarra recién se embarcaba a Lima desde Canadá. Eso hubiera complicado y confundido todo; así que, para hacer tiempo, la junta de portavoces optó por llamar a un debate de la carta de renuncia para el jueves en la tarde (Vizcarra llegaba en la noche), y votar la aceptación de la carta el viernes en la mañana. Ese programa largo incluyendo un debate innecesario y una votación obvia se hizo, estrictamente, para estirar el mandato de PPK hasta que Vizcarra llegase. El vacío de poder, entonces, se rellenó con el espectáculo del pleno congresal. Fue en ese tiempo de espera que surgió el juego de la banda. A él volvemos.

—Bordaduría Grados—
El simbolismo de la banda que pasa de presidente en presidente, como una permanencia de la patria sobre los mortales, es eso, un bonito simbolismo y nada más. Los presidentes cambian y las bandas también por razones de talla, peso, higiene, moda o puro gusto. Es usual que cada presidente se haga su banda y al final de su mandato se la lleve como souvenir. La idea del presidente quitándose la banda que pertenece a la patria y pasándola en posta, con una arruga y una manchita de más, es impráctica.

He conversado con dos personas que han trabajado en ambos palacios, de Gobierno y Legislativo, y conocen al dedillo los detalles de símbolos y tomas de mando. Como buena gente de protocolo, prefieren que no los mencione. La banda, dicen, se manda a hacer para cada presidente. La encarga la Dirección Nacional de Protocolo y Ceremoniales del Estado que depende de la Cancillería y tiene personal tanto en Torre Tagle, como en Palacio de Gobierno. Son ellos quienes, antes de que asuma un presidente, encargan una banda a la Bordaduría Grados, en jirón Áncash. Una vez confeccionada, la envían al Congreso, donde tendrá lugar la toma de mando.

Los expertos me advierten de un cambio sensible en el pasado reciente. Hasta el 2006 la banda llevaba el escudo nacional cerca a la cintura y una banda de esas características era la que había recibido el Congreso para la segunda juramentación de Alan García. Sin embargo, cuando el personal del Congreso iba a entregar la banda a su presidenta Mercedes Cabanillas para que, a su vez, se la impusiera a García; el secretario de Alan, Luis Nava, apareció con otra banda. La sorpresa no solo fue que se la puso el mismo presidente, sino que la banda era distinta a todas las anteriores. El escudo nacional no lo llevaba cerca al borde inferior, como hasta entonces, sino al medio, a la altura del pecho, al estilo francés. A partir de allí, cambió el símbolo.

Alan García se coloca la banda presidencial. (Foto: Congreso)
Alan García se coloca la banda presidencial. (Foto: Congreso)

Luz Salgado sí se puso la banda por breves momentos y se la quitó para ponérsela a PPK en julio del 2016. Fue un notorio cambio con lo que le pasó a ella misma en la accidentada juramentación de Valentín Paniagua el 22 de noviembre del 2000. Fujimori estaba vacado y prófugo, sus dos vicepresidentes Francisco Tudela y Ricardo Márquez habían renunciado, la oposición había censurado y vacado a la presidenta del Congreso, Martha Hildebrandt. Quedaba, en estricta sucesión, la vicepresidenta del Congreso Luz Salgado para hacer jurar como presidente a Paniagua. En medio de la tensión entre oposición y el fujimorismo devastado y desunido, ella no pensó en ponérsela. Por el contrario, oía voces que le decían que no le pusiera la banda a Paniagua y otras que la instaban a que se la diera para que él mismo se la coloque. La tensión se resolvió cuando el propio Paniagua le pidió que le ponga la banda.

(Foto: Congreso)
(Foto: Congreso)

—La talla de Lucho—
Volvamos al punto de partida. Otra vez, intentemos responder por qué Galarreta se sintió tan a gusto con la banda. ¡Porque era suya y no se la iba a dar a nadie! Resulta que el día antes de la juramentación, Cancillería ya había enviado al Congreso la banda para Vizcarra. En el Congreso vieron que esta se ajustaba a la talla del presidente, bastante más alto y algo más grueso que Galarreta. Entonces, decidieron rápidamente encargar una más pequeña a la Bordaduría Grados. Esa es la que el hombre de Fuerza Popular paseó orondo ante sus correligionarios, se quitó ante Vizcarra y entregó discretamente a personal del Congreso, para luego tomar la que correspondía al flamante presidente y colocársela.

Por lo tanto, Luis Galarreta, como Alberto Fujimori que ha de sumar 3, García 2 con distinta ubicación del escudo, Toledo, Humala y PPK solo una en su casa llanada (esta historia demuestra que los presidentes son mortales con momentos de gloria y de desgracia); tiene un souvenir de la patria en su colección privada.