Del Solar destacó, en ese sentido, la importancia de las reuniones sostenidas esta semana con todas las bancadas del Congreso de la República. (Foto: PCM / Video: Canal N)
Del Solar destacó, en ese sentido, la importancia de las reuniones sostenidas esta semana con todas las bancadas del Congreso de la República. (Foto: PCM / Video: Canal N)
Redacción EC


José Elice
Presidente ejecutivo de Reflexión Democrática

Columnista invitado

Tengo la sensación continua –o la convicción debía decir– de que, como organización, el Estado Peruano es innecesariamente complejo y demasiado enredado para responder a las necesidades de una sociedad que requiere de claridad.

Claridad para reconocer sus problemas esenciales –estructurales los llaman– y por fin enfrentarlos. Claridad para fijar metas, visualizar rutas y, sobre todo, cumplirlas y transitarlas con eficiencia. Claridad para decidir, de una vez por todas, dar un vuelco histórico y convertirse en el recipiente de un estado de convivencia ordenada y con bienestar.

Pero no nos clarificamos. Y no lo hacemos porque nuestra compleja dinámica social, económica y política nos impide ver. Y porque el Estado, paquidérmico y muchas veces ajeno, no se mueve a la velocidad y en el mismo sentido de las necesidades de la gente y sus variadas colectividades. Pero el Estado puede hacerlo.

Podría hacerlo si es reorganizado y movilizado a partir de un nuevo tipo de liderazgo político que aclare las cosas y fije y siga un rumbo hacia metas claras y posibles de cumplir.

Aclarar las cosas significa informar, en lenguaje llano y sencillo, cómo estamos, pues el uso a veces abusivo del lenguaje técnico no ha dado resultados. Y fijar un rumbo significa precisar hacia dónde vamos y cómo y cuándo llegaremos.

Y ese es el fin de la investidura del Consejo de Ministros, del mismo modo como podría serlo la ocasión en que un nuevo presidente de la República se dirige al Congreso y a la nación, o cuando cada mes de julio debe hacer lo mismo a lo largo de su mandato.

No es el presidente de la República quien hoy debe presentarse ante el Congreso. Es el presidente del Consejo de Ministros, quien en nombre del Gobierno y por mandato del artículo 130 de la Constitución debe concurrir al recinto parlamentario “…en compañía de los demás ministros, para exponer y debatir la política general del gobierno y las principales medidas que requiere su gestión”. Nada menos. Y sobre esa política general está obligado a plantear una cuestión de confianza, que si le es rehusada se produce la crisis total del Gabinete; es decir, todos los ministros deben renunciar de inmediato.

Lo cierto es que hoy debíamos esperar claridad en el diagnóstico de situación, propuestas claras y ordenadas y una ruta, con línea de tiempo y plazos precisos, para cumplir las metas incluidas en esas propuestas.

Si le es dada la confianza –cosa que, creo, sucederá– el gobierno asume el compromiso, ante el Congreso y el país, de desarrollar su política general. Pero el Congreso no debe olvidar, y así lo debemos entender, que también asume un compromiso con el gobierno y con el país, en el sentido de apoyar, aunque no necesariamente en todo su contenido, el desarrollo de la política general del gobierno, al mismo tiempo que exigirle a este que cumpla con ejecutar esa política general que ha recibido la confianza parlamentaria, mediante el despliegue de los procedimientos de control previstos por la Constitución.

Estamos frente a una nueva oportunidad para aclararnos, organizarnos y hacer las cosas bien.