El presidente Martín Vizcarra sostuvo que el nombramiento de monseñor Pedro Barreto como cardenal tiene un enorme significado para el Perú. (Foto: Presidencia)
El presidente Martín Vizcarra sostuvo que el nombramiento de monseñor Pedro Barreto como cardenal tiene un enorme significado para el Perú. (Foto: Presidencia)
Juan Paredes Castro

Si Rusia 2018 tiene, en el Mundial de Fútbol, sus octavos y cuartos de final y, por supuesto, su final-final, el Perú 2021 tiene también, en la política interna, y a su manera, los suyos propios.

En efecto, está llamado a jugar entero sus octavos de final como presidente, jefe del Estado y encarnación de la nación.

El ideal de ese minuto cero (28 de julio del 2021) consistirá en exhibir coberturas de educación y salud más que aceptables, una seguridad interna en franca e irreversible recuperación, el mal de la corrupción herido de muerte y un shock institucional que nos devuelva la confianza en la democracia, en la ley y en los acuerdos políticos por encima de nuestras diferencias.

Para avanzar hacia estos objetivos, alejados del caos y de la amenaza antisistema, los octavos de final de Vizcarra tendrán que hacer:
1. Que en educación sepamos por fin adónde ir y con qué logros sustantivos (la sola ideología de género y el solo chantaje sindical no pueden dominar la agenda educativa nacional).

2. Que la eficiente gestión médica y gerencial llene de confianza cada servicio público de salud, desde la más lejana posta hasta el gran hospital. Cada sol invertido en salud debe responder a un objetivo satisfactorio.

3. Que a la cabeza del Ministerio del Interior y de la Policía Nacional tendrá que colocarse un compromiso de reforma muy profundo y de resuelto combate a la criminalidad.

4. Que Gobierno y Congreso garanticen por lo menos cuatro pilares básicos de una urgente reforma institucional, que vuelva decente la política, obligatoria la rendición de cuentas de los altos funcionarios y más respetables las reglas de juego democráticas.

Dos retos cruciales corren paralelos a estos cuatro: que la reactivación económica no apele más a gasolinazos ni a impuestos confiscatorios para cerrar la brecha fiscal y que la reconstrucción del norte no sea el recuerdo patético de que el Estado sigue siendo un desastre.

¿Que tendrá que hacer finalmente Vizcarra para pasar de octavos de final a cuartos de final y a la final-final?

Terminar el régimen con un solo firme y decidido ministro de Educación; insuflar eficiencia y atención ejemplar en postas, emergencias y hospitales; demostrar que con menos generales y más patrullajes policiales tendremos paz y orden en las calles; arrastrar al fujimorismo, no importa si a la fuerza, a las reformas políticas imprescindibles para la vida democrática del país.

Para entonces el moqueguano Vizcarra podrá mirar atrás sin tener que avergonzarse de nada. Habrá entendido que hay también octavos y cuartos de final políticos y que los resultados (como los goles) cuentan más que nada.