Acuña debe renunciar, la columna de Jaime de Althaus
Acuña debe renunciar, la columna de Jaime de Althaus
Jaime de Althaus

Lo mejor que podría hacer para el país, es renunciar a su candidatura. Por dos razones. Primero, porque en el supuesto dudoso de que ganara la elección presidencial y luego de ello la Universidad Complutense le retirase el título de doctor y además lo procesara por haber cometido el delito de plagio, el baldón sobre su investidura afectaría tan gravemente su autoridad presidencial que la haría prácticamente inviable.

Es claro, por lo demás, que lo primero que haría el nuevo Congreso sería declarar la vacancia de la presidencia por “incapacidad moral” del presidente, aplicando el artículo 113 de la Constitución. El país tiene que ahorrarse la posibilidad de una crisis política y de gobernabilidad de tal magnitud.

Y aun si la Complutense no se pronunciara en tal sentido, la evidencia del plagio es tan contundente que el efecto sobre su autoridad moral sería el mismo y las consecuencias similares. Más aun si se le comprobara nuevos plagios en otros escritos suyos, como tranquilamente puede ocurrir en los próximos días.

Por eso el 2012 el presidente húngaro, Pal Schmit, renunció luego de perder su doctorado por plagio, porque ya no podía gobernar. Y por vergüenza.

El 2011 el ministro de Defensa alemán, Karl Theodor Zu Guttemberg, renunció también por plagiar en su tesis y lo propio hizo la ministra de Educación alemana, Anette Shavan, el 2013.

Incluso en el contexto más modesto de la inopia moral de nuestro medio, Jorge del Castillo fue retirado del equipo de plan de gobierno del Apra luego de que se descubriera un plagio que solo alcanzaba al 3% del texto.

Y en los años 80 un candidato a la presidencia tuvo que declinar luego que se le demostrara que un artículo suyo era plagiado.

La segunda razón es de orden ético-pedagógico. Que el descubrimiento de un robo de textos ajenos para obtener el título de doctor no provoque la renuncia del candidato, es decir, no tenga consecuencia alguna, sería un pésimo ejemplo.

Daría el mensaje de que si un dueño de universidades y candidato a la presidencia puede cometer un delito de esa naturaleza sin que le pase nada o sin que asuma su responsabilidad, todos los ciudadanos de a pie quedan habilitados para transgredir la ley cuando quieran conseguir algo, en la medida en que crean que no van a ser descubiertos.

Equivale a consagrar el reino no solo de la viveza y la criollada, sino del atajo ilegal. En realidad, a veces el señor Acuña parece ser un arquetipo de esos antivalores. Basta ver el video en que organiza con sus colaboradores la compra de 50 mil votos repartiendo dinero y víveres a 10 mil familias usando recursos de la municipalidad, y le ofrece a su gente “plata como cancha” si es reelegido. 

En cambio, la renuncia a la candidatura daría el mensaje de que algo así no se puede hacer, particularmente importante en las universidades del país, donde el plagio se ha vuelto una práctica habitual e inconsciente del mal que implica.

En suma, la renuncia de Acuña a su candidatura presidencial tendría un efecto pedagógico-moral muy importante en la sociedad peruana.

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