Más allá de Iberico, por Juan Paredes Castro
Más allá de Iberico, por Juan Paredes Castro
Juan Paredes Castro

Me resisto a creer que el Congreso, como tal, busque en la elección de una nueva presidencia un elevado y provechoso lugar bajo el sol, capaz de cobijar con éxito sus últimos 365 días.

Para que ello ocurra tendríamos que estar en un sistema político que, por cierto, no es el nuestro.

Si como institución el Congreso no ha intentado ninguna reivindicación propia en los cuatro años transcurridos, ¿por qué pensaríamos que tendría que hacerlo en el último tramo de su mandato, en medio del hondo desgaste y desprestigio que lo acompañan?

Vemos, sin embargo, que las bancadas de oposición quieren obtener del lobo un pelo, liberando al Congreso de la conducción mediocre y descaradamente progobiernista que la caracteriza.

Esta sería la reivindicación más inmediata a lograr en una institución parlamentaria profundamente dañada en su estructura, representación y funcionamiento.

La favorita candidatura de , sometida a un normal y necesario escrutinio, no persigue por ahora otra cosa que el rescate de los fueros autónomos del Congreso, hoy abiertamente subordinados y manoseados. Pero tal candidatura se quedaría corta e igualmente mediocre en sus fines y medios si terminara materializando el objetivo de una oposición cerrada y retrógrada.

Pasa lo de siempre: que como todavía vivimos una democracia a salto de mata, hay finales de régimen, como el presente, que se vuelven demasiado precarios e insostenibles, al carecer casi en absoluto de recursos de regeneración propios.

De ahí que en circunstancias como esta el Congreso sea visto como alternativa de salvataje de emergencia de la gobernabilidad y del sistema político, al margen, por supuesto, de sus capacidades y condiciones para responder al reto, como lo ha tenido que demostrar más de una vez.

El Congreso no es lo que la carta constitucional dice y hace de él. Es mucho más que eso. Es lo que cada cinco años sus propios miembros elegidos y juramentados quieren que sea. El foro legislativo por excelencia o la ventanilla de trámite del Ejecutivo. El ente fiscalizador del poder político o el organismo en el cual este recuesta su impunidad, cuando hace de mandadero, a veces en tropel (valga la metáfora) de Palacio de Gobierno.

Más allá de lo que tenga y pueda rescatar Iberico (si es que la suerte le favorece) de la experiencia parlamentaria de los últimos cuatro años, no debería estar fuera de su agenda la puesta de algunos pilares básicos de una reforma urgente del sistema electoral y del Congreso ( eliminación del voto preferencial y restitución del Senado, entre otras cosas). El congresista casi disidente Omar Chehade le ha dejado perfectamente trazado el camino, a contramarcha de no pocas presiones políticas y partidarias.

Si queremos un nuevo presidente del Congreso, así sea del lobo un pelo, entre tanta mezquindad, tanta arrogancia y tantos cuchillos largos detrás de las cinturas, que tenga el liderazgo y la independencia que merece, sin condicionamientos de ninguna clase.

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