¿Cómo será el breve Congreso que se elija el 26 de enero del 2020? Naturalmente, existe la tentación (¿necesidad?) de ser optimista. Juan de la Puente planteaba que el nuevo Parlamento “deberá fomentar con rapidez una coalición reformadora y hacer de ella su mayoría parlamentaria. Para ello, la reforma debería ser el eje de la corta campaña electoral”. Reconocía, sin embargo, las limitaciones de esta aspiración y le daba al centro político un rol fundamental, planteando una agenda ambiciosa: “[…] sería ideal que los grupos que adscriben al centro y a las posiciones progresistas y liberales levanten un programa de reformas puntuales que atiendan ahora, no mañana, la cuestión política y social de esta transición: territorio, derechos, empleo, infraestructura, género, universalización de la salud y educación, por ejemplo” (“La República”, 18/10/2019).
Una revisión de la actualidad de las fuerzas políticas que llegaron al Congreso el 2016 invita a reducir las brechas entre oferta y demanda. La contundente constatación: habrá gran dispersión en conformación y agenda.
Fuerza Popular tendría que cambiarse de nombre para sincerar su presente. Debilitada, sin un liderazgo claro, con una agenda incierta, la agrupación fujimorista mantiene una respetable intención de voto (8%, según El Comercio-Ipsos), pero las curules que alcance estarán muy lejos de los 73 escaños de 2016.
La izquierda, que tuvo un meritorio retorno en 2016 (Frente Amplio: 20 escaños, el mejor resultado desde 1985) hoy regresa a la acostumbrada dispersión. Participará con tres membretes: el propio Frente Amplio, Juntos (unido a Nuevo Perú) y Perú Libre.
Es muy incierto cómo se reorganice lo que fue Peruanos por el Kambio, hoy Contigo. Si el número de autoridades subnacionales elegidas por este partido el 2018 sirve de guía (5, frente a 260 de APP, según señalaba Martín Hidalgo, El Comercio, 26/10/2019), los resultados difícilmente asegurarán escaños.
APP ha mantenido la proactividad reclutadora: juntar nombres de fuerte recordación, con kilometraje electoral. Ello no garantiza una representación respetuosa, como lo demostró la historia reciente: los populares Edwin Donayre y Benicio Ríos de 2016 se hicieron luego tristemente célebres.
Los históricos AP y Apra aportarán algunos cuadros jóvenes, propios o adquiridos. Pero será necesario contar con figuras de peso similar a las que tuvieron en el Congreso disuelto para lograr influir en la agenda.
El Partido Morado y el PPC quizás aporten renovados rostros en el Parlamento. Pero no podrán manejar la agenda solos.
La agenda también será fragmentada. A las aspiraciones reformistas de Lima se unen plataformas reivindicativas en las regiones. Al inmovilismo y la desorientación en el Ejecutivo se adherirá un entrampamiento por acuerdos mínimos en el Legislativo. Habrá poco espacio para las reformas, muy populares, pero problemáticas cuando son apuradas. Así, quizás sea mejor no tocar las reformas para no desprestigiarlas.