Orlando Arapa, congresista de Acción Popular, llegó a hablar de avionetas que esparcían el virus por Puno. (Foto: Facebook Orlando Arapa)
Orlando Arapa, congresista de Acción Popular, llegó a hablar de avionetas que esparcían el virus por Puno. (Foto: Facebook Orlando Arapa)
Fernando Vivas

Es un trance universal, pero el mal de muchos es consuelo de tontos. ¿Cuál es el origen de la actitud populista y anticiencia que se recrudece en algunos políticos? Digamos que se incuba desde que muchos ‘outsiders’ se enfrentaron a los partidos y poderes fácticos tradicionales, es decir, a la academia, a la tecnocracia multilateral, a las ONG y a los medios.

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El populista se ahorra la farragosa metodología del razonamiento académico para llevarnos a simples certezas maniqueas: el pueblo es bueno y es víctima de conspiraciones de la casta manipuladora que está en el poder. Esa reducción es tan seductora para la derecha como para la izquierda.

Aunque parezca contradictorio, el populista mantiene su aura rebelde aun si está en el poder, pues se postula como quien acabará con las manipulaciones. Hasta , el presidente más poderoso del mundo, tiene alguien a quien culpar y, entre otros, le tocó a los chinos y a la .

¿Por qué la pandemia enerva esta actitud? En parte, porque la respuesta a la emergencia ha provocado que la tecnocracia de la salud, reducto de científicos y académicos, se haya empoderado e instado a los gobiernos a tomar medidas drásticas que perjudicaron arriba y abajo. Es muy elocuente, por ejemplo, que el canciller brasileño Ernesto Araújo, conservador como su presidente Bolsonaro, haya acuñado el concepto ‘comunavirus’, para denunciar que el comunismo usa las cuarentenas para conspirar contra el capitalismo.

En el Perú, el rigor de la cuarentena fue tal que se generó esa misma paranoia de ‘comunavirus’ en políticos y empresarios. Que el exministro de Salud Víctor Zamora y el ex primer ministro Vicente Zeballos fuesen hombres a la izquierda del centro acrecentaba esa sensación que se disipa con la reapertura de la economía.

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Tenemos políticos y autoridades que difunden las teorías de que las medidas de combate a la pandemia, o el virus mismo, son inventos para controlar a la población. Por ejemplo, el acciopopulista Orlando Arapa llegó a hablar de avionetas que esparcían el virus y el alcalde de Moche, César Fernández Bazán, se declaró en rebeldía contra la cuarentena y ha dirigido una carta a Vizcarra firmada con su sangre.

La Comisión de Salud agendó una exposición de Andreas Kalcker, promotor del dióxido de cloro; pero su presidente, Omar Merino, médico de APP, canceló la cita. Sin embargo, estas manifestaciones de anticiencia, a las que se pueden sumar declaraciones del controvertido gobernador arequipeño Elmer Cáceres Llica, son aisladas.

Prima la colaboración con las estrategias sanitarias del Ejecutivo.

Por ejemplo, se abrió el registro de voluntarios para la fase experimental de la vacuna del laboratorio chino Sinopharm y se llenó a los pocos minutos, con 6 mil voluntarios. Es decir, más pesa la confianza en lo que receten los médicos que el miedo a que nos inyecten un chip para que las superpotencias nos inoculen la ideología de género o el consumismo, escoja su extremo.

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