Será fundamental la reacción del Minsa, ente rector de la salud pública, y responsable de coordinar la respuesta. La ministra Elizabeth Hinostroza descartó los más de treinta casos sospechosos.(Foto: AFP)
Será fundamental la reacción del Minsa, ente rector de la salud pública, y responsable de coordinar la respuesta. La ministra Elizabeth Hinostroza descartó los más de treinta casos sospechosos.(Foto: AFP)
/ ERNESTO BENAVIDES
José Carlos Requena

Es evidente que el será un asunto que el país tendrá que enfrentar en los próximos meses, bajo el liderazgo político que no se ha caracterizado por la madurez. El impacto en la economía y en la política no será poca cosa.

Aún en la improbable eventualidad de que no se den casos en el país, el impacto será importante. El reciente informe semanal de Macroconsult (27/2/2020) evalúa el potencial impacto del coronavirus en distintos rubros, incluyendo el comercio masivo de productos de primera necesidad y medicinas, y el turismo. En la economía peruana puede hacer que el crecimiento en el 2020, aún estimado por Macroconsult en 3%, deba ajustarse hasta 2%, una cifra muy similar a la correspondiente al 2019 (2,16%).

En el lado político, será fundamental la reacción del , ente rector de la salud pública, y responsable de coordinar la respuesta. La ministra descartó los más de treinta casos sospechosos. Es fundamental mantener adecuados flujos de información sobre la propagación del virus, que eviten o ayuden a enfrentar las recurrentes olas de pánico.

Las autoridades políticas, designadas y elegidas, deberían guardar prudencia en su accionar, sin que ello implique dejar de señalar eventuales fallas. Los ámbitos nacional y subnacional y el control político que ejercerá en breve el Parlamento deben tener en claro que el centro de su acción debe ser el ciudadano.

Para la reacción temprana, es importante revisar experiencias recientes de hechos que desafiaron a los gobiernos, como El Niño costero del verano del 2017, que originaron una reacción coordinada por parte del Estado. En aquella oportunidad, el rol de las Fuerzas Armadas fue fundamental.

Más importante, la potencial crisis debería ser una oportunidad para mejorar aquellos espacios y aspectos largamente postergados en los establecimientos de salud, desde postas hasta hospitales de alta complejidad. No es extraño escuchar llamadas telefónicas a espacios radiales que reportan en estos establecimientos la carencia de baños adecuados o, más dramático, la sola provisión del servicio de agua.

De suceder, no sería la primera vez que el Perú enfrente una epidemia, aunque sí habría un debut en algo originado a gran distancia geográfica del país. Sucesos propios de una economía tan globalizada.

Marcos Cueto reseñaba hace unos años, en una publicación de la que esta columna ha tomado el título (“El regreso de las epidemias. Salud y sociedad en el Perú del siglo XX”, IEP 2000). Al referirse a cómo el país enfrentó la epidemia del cólera, el antecedente más reciente, Cueto concluye que “la situación no fue aprovechada por el Estado, ni por los sanitarios, ni tampoco generó en las organizaciones no gubernamentales una propuesta alternativa”, en gran medida debido a la “persistencia de un discurso sanitario que culpó al individuo de la enfermedad y priorizó las soluciones técnicas y curativas” (p. 217). Se obviaron el rol de Estado y una mirada preventiva de la salud pública. Que la historia no se repita.

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