¡Equilibrio, señor presidente!, por Juan Paredes Castro
¡Equilibrio, señor presidente!, por Juan Paredes Castro
Juan Paredes Castro

El presidente tiende a perder peligrosamente el equilibrio político, en un período crucial en el que más necesita conservarlo, por el bien del país.

Valga la advertencia, en medio del escabroso camino hacia el 2016.

Humala tiene que saber que su obligación constitucional de convocar elecciones libres, en unos meses más, encierra también la obligación de garantizarlas, en su orden, presupuesto, cumplimiento de plazos, neutralidad y transparencia.

Si su llegada al poder, en julio del 2011, fue producto de elecciones libres, dentro de las garantías del gobierno de entonces, no se comprende por qué el presidente no puede ser coherente con lo mismo, sin que alguien tenga que recordárselo.

Resulta imprudente, por ejemplo, su tendencia a la confrontación con las fuerzas políticas que van a participar precisamente en el proceso electoral, y su permanente jaloneo de las riendas del gobierno en el caballito de batalla legal de la primera dama .

Con un despacho presidencial repleto de abogados y asesores jurídicos, y huérfano de consejería política inteligente, Humala se siente un candidato más en carrera electoral, dispuesto a pelearse con todos los que le salgan al frente. Se siente también un acomedido vocero de la inocencia de la primera dama, de cuyas acusaciones culpa a la prensa y a sus adversarios políticos. Ciertamente, la señora Heredia ha terminado metida en un embrollo fiscal y judicial solo por negarse a aclarar el origen y manejo, hasta hoy oscuro, de millonarios fondos destinados a las campañas electorales de Humala, el 2006 y el 2011.

La pérdida de equilibrio político que revela el presidente, que sin duda podría revertir con una buena asesoría democrática, se debe fundamentalmente a que la primera dama ha trasladado, al interior de Palacio de Gobierno, los problemas y humores de su defensa legal, en adición a la injerencia que ella ya ejerce, desde el comienzo, en la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y en otros asuntos de Estado.

Asistimos a una intromisión mutua: la de la primera dama en los asuntos de gobierno y la del gobierno en los asuntos de la primera dama, con impunidad absoluta de uno y otro lado. En todo caso, el Partido Nacionalista debería estar detrás de la defensa legal de Nadine Heredia, por tratarse de su presidenta, evitándole a Humala el desgaste de asumir responsabilidades e imputaciones que no son suyas.

Humala tiene que comenzar por recuperar su autoridad y majestad presidenciales, poniendo en su verdadero lugar a la señora Heredia. La figura protocolar de esta como primera dama no tiene que confundirse más con la de cogobierno, porque, de serlo así, estaría abriéndose paso el delito de usurpación de funciones en la más alta magistratura de la nación.

Necesitamos que el presidente sea el equilibrado garante de orden y neutralidad en las elecciones libres del 2016 y no el factor de perturbación de la legítima alternancia democrática del poder.

Bien que sea solidario con su esposa, sin dejar de ser el gobernante que elegimos.

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