El gobierno renunció a golpear, por Jaime de Althaus
El gobierno renunció a golpear, por Jaime de Althaus
Redacción EC

El diálogo fue útil para darle una forma elegante a la decisión del gobierno de desactivar el engranaje autoritario y confrontacional –espionajes políticos que se volcaban en tuits agresivos y en formas de amedrentamiento– que alegremente desplegaba en la más absoluta inconsciencia no solo del nivel insoportable de beligerancia gratuita que generaba, sino, peor aun, de su orfandad congresal, donde una cada vez más escuálida bancada propia habría sido incapaz de contener una censura al Gabinete que, de todos modos, se mantiene como amenaza. 

Parece que el presidente Humala entendió que pretender hacer política agresiva y de fuerza con una bancada minoritaria y en desbande creciente era suicida. El diálogo político era entonces una manera de dar marcha atrás y enmendar sin perder cara, e incluso tratando de sacar provecho, pues no puede sino hacerle bien a su popularidad aparecer como dialogante, soltando además la oferta populista de subir el salario mínimo en un país en el que el 42,5% de quienes trabajan en el sector privado urbano ganan por debajo de él, aunque los problemas los sufran luego los trabajadores despedidos o informalizados como consecuencia de tal subida.

Además, probablemente el presidente ya había llegado a la conclusión de que la DINI era demasiado torpe para los reglajes políticos. Él había puesto allí a diez promocionales suyos, comenzando por su director, nulos en inteligencia, que optaron por recontratar a personal que había sido despedido durante el gobierno anterior por incompetencia. Por ejemplo, al capitán PNP (r) Iván Kamisaki, el número 2,  que había sido echado durante el gobierno de García porque se le encargó instalar un sistema de escucha en un hotel en el que se iban a alojar narcotraficantes, y no fue capaz de hacerlo. También se retomó, como alto asesor, a un ex coronel de la FAP que había sido despedido porque se le encargó comprar un catalejo y adquirió uno ¡de juguete! Los actuales jefes de inteligencia y contrainteligencia también habían sido cesados en la gestión anterior por incapacidad.

De allí, pues, la cantidad de chapucerías en los reglajes a políticos propios y ajenos. La cosa no daba para más. El propuesto cierre temporal de la DINI puede ser, sin embargo, un mecanismo para esconder responsabilidades, algo que debe evitarse nombrando a una persona idónea, pero también es un ramo de olivo a los opositores, una señal clara de que no habrá más espionaje político.

En ese sentido, no cabe duda de que estamos ante un nuevo escenario político: la primera ministra Jara ya no está pintada en la pared. Ha logrado controlar a los ministros beligerantes, organizar el diálogo y desmontar los elementos autoritarios del régimen: ya no hay ni espionaje político (su instrumento ha sido cancelado) ni ataques del gobierno a la oposición, por lo menos por el momento. Y eso ha sido, en parte, un triunfo de esta última. Insistir tozuda y poco creativamente en la censura al Gabinete, en lugar de focalizar en algunos ministros o hacer propuestas de futuro, implica quedarse estancado en el escenario anterior, fuera de juego, sin ideas.