El hermano latinoamericano, por Cecilia Valenzuela
El hermano latinoamericano, por Cecilia Valenzuela

“Deseo lo mejor para Venezuela y deseo como hermano latinoamericano que sus asuntos sean resueltos en paz”, dijo cuando le preguntaron si lamentaba que el presidente Humala de los opositores a la dictadura de Maduro, presos, arbitrariamente, en Caracas.

Tal hermandad, sin embargo, no le alcanza cuando se trata de la Alianza del Pacífico –que incluye bienestar para los pueblos de Colombia, México, Chile y el Perú– en riesgo por la politización que ejerce el gobierno del presidente Humala, del tema del chileno del que los peruanos fuimos víctimas mientras litigábamos con Chile en la corte internacional de La Haya.

Ejecutivo y Legislativo negociarán la confianza para el Gabinete Cateriano. A ninguno le conviene una segunda censura. Lo que debe preocuparnos es el frío apretón de manos con el que el ex canciller Gonzalo Gutiérrez se despidió del flamante primer ministro el día de la juramentación.

El tema del espionaje chileno sigue siendo utilizado políticamente. El presidente ha dicho ayer que no hay apuro en responder la segunda nota diplomática enviada por Chile. Eso a pesar de que en este momento el Perú no tiene embajador en ese país.
¿Cuál será entonces el siguiente paso? ¿Acaso peligra la cumbre presidencial de la Alianza del Pacífico que será en el Cusco entre el 1 y el 3 de julio próximo?
Nada haría más felices a los adictos al Mercosur, enemigos ideológicos de la libertad de comercio que propone la Alianza del Pacífico.

Por desgracia, el ex ministro de Defensa acompaña al presidente Humala en la utilización de este tema. ¿Qué autoridad del gobierno dio luz verde para que un equipo de prensa entrara a la sala del Tribunal Militar, donde se estaba juzgando al espía?
Y quién facilitó la segunda “filtración”, la del documento en el que el servicio de inteligencia de la Armada Peruana reportaba al Ministerio de Defensa, los WhatsApps entre los jefes de inteligencia de la Marina chilena y la Marina peruana. Es cierto que ahí se prueba que Chile nos estuvo espiando; pero lo más relevante era el trabajo de penetración que había logrado el almirante peruano encargado del área. ¡Al punto de obtener una confesión de su par chileno!

Después de la “filtración”, ningún oficial chileno volverá a chatear con un oficial peruano, en años. El Perú ha echado por la borda un gran trabajo de inteligencia, con todo lo que eso pueda significar. Y eso al ministro Cateriano no le importa. Ha sido capaz de priorizar la política a la seguridad nacional. Lo peor fue la razón por la que permitió que abortara esa operación: Salvar la cabeza de la ministra Jara, hasta el cuello porque la DINI –a cargo de un compañero de la promoción del presidente Humala– había estado espiando a miles de peruanos.

El ministro Cateriano ha dicho: “estoy obligado por la Carta Magna a cambiar de opinión”. Y no hay duda de que puede cambiar. Antes era un liberal que creía en las libertades individuales, ahora es nacionalista y hermano latinoamericano de un dictador que, como Maduro, persigue y apresa a sus opositores.

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