Si a alguien le quedaban dudas de cómo había tomado Keiko Fujimori la discusión pública sobre la posibilidad de modificar las condiciones carcelarias de su padre, el mensaje que difundió ayer en sus redes sociales dejó el panorama más despejado. La jugarreta del Gobierno –quien puso el tema en agenda en un nuevo ejercicio de torpeza política, sea que haya elegido hacerlo premeditadamente o que haya surgido por las declaraciones ‘espontáneas’ de su vocero y del propio presidente– no causó la menor gracia en la lideresa de Fuerza Popular.
¿Y por qué debería importarnos la reacción o estado anímico de la señora Fujimori? Como no dudó en recordar ayer la dos veces candidata presidencial en una poco sutil exhibición de poderío, por la sencilla razón de que es “la presidenta de un partido político con 72 congresistas”. En otras palabras, porque controla un poder del Estado en el que la participación del oficialismo no solo es ínfima, sino dispersa y errática.
Esos 72 congresistas, por ejemplo, decidirán en las próximas semanas la permanencia en el cargo de Carlos Basombrío y Martín Vizcarra, titulares de las carteras del Interior y Transportes y Comunicaciones, respectivamente. Imaginamos, dicho sea de paso, lo agradecidos que deben estar ambos ministros con quienes desde su propio sector político pusieron sobre la mesa la cuestión de Alberto Fujimori a sabiendas de que el presidente Kuczynski no tenía previsto indultarlo, tal y como repitió hasta el cansancio durante la pasada campaña electoral. En particular Basombrío, quien antes de asumir el cargo tuvo más de un feudo con el fujimorismo, puede convertirse en el trofeo de guerra de una retaliación por parte de Fuerza Popular, que siente que ha sido provocado con este asunto.
Que a la bancada fujimorista no le convenga que la opinión pública perciba una eventual censura a Basombrío como un acto de venganza, una pataleta o incluso un aberrante premio al Movadef no será óbice para que la agrupación opte por este camino a costa de autoinflingirse un daño. Los indicadores positivos en cuanto a la lucha contra la criminalidad difundidos por el INEI tampoco determinarán la suerte de Basombrío. Para ello baste recordar la censura al ex ministro de Educación Jaime Saavedra, que el fujimorismo acometió con una disciplinada e irracional devoción autodestructiva.
La imagen de Keiko Fujimori también sufre con este trance, en el que para muchos aparece más interesada por el cálculo político personal que por la salud de su padre. Percepción que no aminorará con la presentación del “hábeas corpus de la libertad”, un recurso que ya fracasó anteriormente y que más parece parche político que preocupación filial.
Al final de cuentas, un embrollo tanto para el Gobierno como para el fujimorismo, que por alguna razón cambió la dinámica pos-El Niño costero, acelerando el retorno del ambiente de polarización política que nos domina desde la segunda vuelta electoral.
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¿Qué dijo #KeikoFujimori sobre situación de su padre? [FOTOS] ►https://t.co/yMoDtfZKGv pic.twitter.com/Tm4FoLSCDw— Política El Comercio (@Politica_ECpe) 12 de mayo de 2017