“Keiko: nada que aplaudir”, por Erick Sablich
“Keiko: nada que aplaudir”, por Erick Sablich
Erick Sablich Carpio

A nadie le gusta perder. Menos a último minuto, por segunda vez y cuando todo el mundo te daba por ganador seguro (incluyéndote). Peor que perder, sin embargo, es no saber asimilar esa derrota. Una derrota puede ser llevada con dignidad, pero un mal perdedor resulta sumamente antipático. Nadie lo aguanta. Algo acaso solo superado por el comportamiento de un mal ganador.  viene representando lo peor de los malos perdedores y de los malos ganadores.

Por un lado, son incapaces de reconocer el triunfo de quienes sorpresivamente los vencieron en la elección presidencial (la más importante de los últimos comicios, lo que en global los convierte en los perdedores del proceso). En lugar de admitir errores propios, que los hubo y muchos, atribuyen su caída a terceros. En vez de aceptar los resultados, algunos de sus dirigentes siguen mascullando sin sustento acusaciones de irregularidades en la segunda vuelta. Y en lugar de saludar al contrincante al finalizar la contienda con un cortés apretón de manos, optan tercamente por continuar los enfrentamientos. 

Respecto de su triunfo parcial –pero muy significativo políticamente– en la elección congresal, el fujimorismo parece haber elegido el camino del mal ganador que con poca afi ción por el buen gusto se pavonea de su conquista. Del que se jacta de su superioridad y le grita en la cara un quinto gol a un rival ya derrotado. Del que nunca extiende la mano al vencido en señal de respeto. Del que avasalla. 

Su comportamiento en relación con la juramentación de Pedro Pablo Kuczynski como presidente de la República se enmarca dentro de estas actitudes. Que difunda un mensaje al país minutos antes de que el nuevo mandatario (independientemente de quién sea este) se dirija a la nación es de por sí desafortunado. Que encima lo haga para afi rmar que su partido impondrá su plan de gobierno sin discutir ni consensuar con el Ejecutivo, preocupante. Pero que además enrostre su mayoría y advierta sin sutilezas que su agrupación “alzará su voz las veces que sean necesarias” resulta, particularmente considerando la ocasión que se celebra, de mal gusto. Ni qué decir de una bancada fujimorista que ni siquiera se levanta para recibir al mandatario de todos los peruanos o saluda su juramento.

Con este tipo de conductas, Fuerza Popular no solo está anteponiendo irresponsablemente los intereses partidarios a los nacionales, sino que lo hace tan torpemente que arriesga su futuro político de cara al 2021. Parece que las sesudas voces que lograron tirar por la borda una victoria que parecía inminente en tiempo récord continúan predominando en ese partido. Una noticia que alegrará a sus adversarios, pero que en nada contribuye al bienestar del país en estos cinco años.

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