Esto solo puede pasar en el Perú, con el riesgo cada vez mayor de perder un crecimiento económico de 25 años, a causa del grave deterioro institucional: 1. Que las bancadas del Congreso, incluida la dominante del fujimorismo, no hagan absolutamente nada para civilizar nuestro sistema político, que en el solo retrato de los partidos y sus líderes se cae a pedazos. Ni voluntad de cambio ni reformas posibles. A nadie se le mueve una pestaña.
2. Que un gobierno, el de Pedro Pablo Kuczynski (PPK), que ganó por estrecho margen la elección presidencial, busque apoyarse en el tumulto callejero y de las redes sociales en lugar de negociar con una mayoría legislativa, la fujimorista, que bien podría construir su “promesa democrática” del 2021 trabajando desde ahora por la gobernabilidad del país.
3. Que el presidente se convierta a ratos en rehén del fujimorismo y a ratos en rehén del antifujimorismo y de quienes pretenden ser sus nodrizas mentales, dándole el peor de los consejos: el planteamiento al Congreso de una “cuestión de confianza” en defensa de un ministro, Jaime Saavedra, alrededor del cual, salvando su honestidad personal, se ha buscado apasionadamente tapar un foco de corrupción en el sector Educación y defender una supuesta “política de Estado” no debidamente corregida ni consensuada hasta hoy.
¡Qué país el nuestro! De pronto, en medio de una honda crisis, emerge la oportunidad de diálogo entre Kuczynski y Keiko Fujimori, pero emerge además, junto a ella, la intransigencia que quiere asfixiarla por el solo hecho de que quien la brinda es el cardenal Juan Luis Cipriani. ¡No debiera extrañarnos que sigamos siendo un país de oportunidades permanentemente torpedeadas y perdidas!
Así como no tenemos políticas de Estado (no unilaterales sino de consenso) y debemos consolarnos con un Estado precario, la jefatura de Estado que encarna el presidente es más un enunciado que una prerrogativa. De ahí que Kuczynski se lo tiene que construir y ganar día a día, como lo hicieron algunos de sus predecesores democráticos. Le sobran mandatos como presidente. Casi no se ve en la Constitución dónde están sus mandatos como jefe de Estado. Es triste verlo recurrir a un falso Consejo de Estado o a un simbólico Acuerdo Nacional, cada vez que quiere hacer una válida una convocatoria como jefe de Estado.
El presidente no puede ser rehén de nada ni de nadie. Ni del fujimorismo ni del antifujimorismo ni de la calle ni de las argollas internas de su partido ni de los acomedimientos personales que abundan. El presidente es la primera autoridad del país, llamado a unir y no a desunir a los peruanos. Su papel es el de estar por encima de los odios, extremos, tumultos y cuchillos largos. Si lo ha sido muy poco hasta ahora, es el momento de que se esfuerce por ser más jefe de Estado que de Gobierno, que para eso tiene a Fernando Zavala.
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Frontis de Palacio de Gobierno se ilumina por #Navidad [FOTOS] ► https://t.co/pDtgMDTIuq pic.twitter.com/l47gqUUvjq— Política El Comercio (@Politica_ECpe) 17 de diciembre de 2016