Transcurrida una semana desde la última ampliación de las medidas de aislamiento social obligatorio y ad portas del supuesto vencimiento de la cuarentena, no se percibe aún en el Ejecutivo la voluntad de realizar necesarios ajustes en una serie de asuntos que van desde la estrategia comunicacional en materia sanitaria hasta regulaciones y procesos de índole sectorial.
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Más bien, luego de señalar de manera general el pasado miércoles que el Perú había llegado al tope de contagios por COVID-19 y que entrábamos a una fase de descenso gradual, el presidente ha optado por apariciones públicas esporádicas, lo que abona a la percepción de que la novedad en el frente es que no hay novedad alguna. Quizá con la excepción de atender finalmente la problemática de los mercados, un paso que llega tarde pero no por ello deja de ser positivo.
A riesgo de caer en el saco de lo que el mandatario ha calificado como “doctores del pesimismo”, esta inercia por parte del Ejecutivo resulta sumamente preocupante. Y es que dejando de lado el aspecto comunicacional comentado anteriormente en este espacio, hay sectores que evidentemente no están respondiendo con la prontitud y solvencia que una emergencia como la que afrontamos requiere.
No se trata de exigir perfección por parte de las autoridades, pero tampoco de aplaudir cada rectificación ante errores evitables. Liderazgo, claridad, transparencia y mucho sentido común y de la urgencia son aspectos mínimos que lamentablemente no vienen caracterizando a varios despachos ministeriales.
El caso del Minsa es quizá el más complicado de evaluar. Hay críticas respecto de carencias de infraestructura hospitalaria que sería injusto atribuir a la gestión de Víctor Zamora. Ello no justifica, sin embargo, la poca capacidad de gestión o que el ministro abra innecesarios frentes al manejar pobremente su relación con gremios médicos y expertos convocados por el propio gobierno.
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Tampoco se percibe una apertura sincera con el sector privado, que podría contribuir significativamente en esta crisis. Las últimas marchas y contramarchas respecto del uso de guantes o las alertas publicadas por el Minsa para regular la salida de los niños el mismo día en el que pueden hacerlo son, de otro lado, muestras de improvisación inadmisibles.
Hay sectores en los que más allá de las buenas intenciones las dudas se disipan. El Ministerio de la Producción y el de Trabajo son probablemente los casos más palpables de inoperancia y escasez de criterio. Parecen ignorar que en paralelo a la terrible crisis sanitaria también hay que atender las gravísimas consecuencias de la económica (y para todos los sectores, no solo el formal).
La falta de acciones en un sector transversal como Transportes o la pusilanimidad para acometer la crisis en los centros penitenciarios, asimismo, dejan muy mal parados a los titulares del MTC y del Minjus.
En su última alocución, el presidente Vizcarra trató de restar credibilidad a quienes cuestionan las medidas del Gobierno afirmando que después de la guerra todos son generales. Una generalización semejante a la de los “doctores del pesimismo”. Dos meses más tarde, sin embargo, parece más sensato preocuparse por aquellos generales que, en sus propias huestes, han mostrado no estar preparados para librar esta batalla.