La mayordomía presidencial, por Juan Paredes Castro
La mayordomía presidencial, por Juan Paredes Castro
Juan Paredes Castro

La mayordomía presidencial en el Perú no es un oficio que lo haya inventado . Viene de lejos en la historia, de ciertos caudillismos que en el poder adquieren aires monárquicos.

El protocolo de facto que recientemente acompañó el paseíllo del presidente Humala y de su esposa , del Congreso a Palacio de Gobierno, estuvo revestido, por ejemplo, de esos aires monárquicos. La pareja, como rey y reina, muy por delante de los ministros. Igual en el desfile militar: la exhibición del poder de a dos (él y ella) en el primer plano. Los demás poderes en cualquier lugar. El protocolo republicano puesto de lado, como a ratos también, el propio sistema democrático.

Precisamente a causa de ese desdén natural de Humala por la democracia (que no le cuadra porque él tampoco cuadra en ella) y que la señora Heredia lo secunda muy bien y con obvios arrebatos autoritarios, es que la mayordomía presidencial en el actual régimen ha cobrado especial notoriedad. Y no porque se haya vuelto más eficiente, inteligente y refinada que en el pasado, sino porque está rodeada, de donde viene y a donde va, de improvisación, prepotencia, torpeza y chabacanería.

Si antes la secretaría general ejercía, en el ámbito doméstico del poder, una función de asistencia presidencial competente y escrupulosa, en el marco de normas y formas institucionales y protocolares, hoy en día ha tomado su lugar una mayordomía de alto nivel que por momentos es más que el poder mismo. En la disputa de quién es el mejor mayordomo o mayordoma de Palacio de Gobierno están desde ministros de Estado hasta parlamentarios, pasando por asesores presidenciales, abogados de oficio, amigos y amigas personales, que creen tener deberes y obligaciones con Humala y Heredia antes que con el Estado, el país y las leyes de la República.

La mayordomía en sí misma no es ni tiene que ser mala. El buen cristiano suele decirle a Dios: “Enséñame a ser un buen mayordomo de los bienes que me has confiado”. Lamentablemente, ni ministros ni parlamentarios ni asesores son capaces de decirle a Humala que les enseñe a ser buenos mayordomos de los bienes que les ha confiado, porque ni el presidente ni la señora Heredia los dejan ser buenos mayordomos.

Ahí está, para confirmarlo, el último traspié de la mayordomía legal encargada de forzar, vía judicial, la exclusión de la primera dama de la investigación parlamentaria sobre sus vínculos con , como ya lo hizo en la vía fiscal. Traspié de abogados que no sabemos si han incurrido en vicios de sustentación en un recurso de amparo declarado inadmisible, o que están detrás del mañoso disfraz de un revés judicial que vendría a ser la antesala de un fallo favorable ya arreglado.

No queremos negarle al presidente Humala su derecho a servirse de una mayordomía, pero que esta sea ejemplo de eficiencia, refinamiento y respeto al sistema democrático y a los demás poderes del Estado, a los que no puede avasallar.

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