Odebrecht: ¿Quién gana si cae el fiscal?, por Enrique Pasquel
Odebrecht: ¿Quién gana si cae el fiscal?, por Enrique Pasquel
Enrique Pasquel

En los últimos días, varios congresistas han protagonizado un apanado mediático contra el fiscal que lleva el Caso , Hamilton Castro, y contra el fiscal de la Nación, Pablo Sánchez, por la reserva con la que vienen manejando las investigaciones y por su reticencia a compartir información con el Congreso.

Mauricio Mulder, por ejemplo, dijo: “Sabe Dios qué se está negociando. Con los antecedentes que tiene el Ministerio Público, que está plagado de fiscales que liberan bandas, ¿qué pasará con este tema?”. Luego, habló de acusar constitucionalmente al fiscal de la Nación. Por su parte, Víctor Andrés García Belaunde se sumó al ataque y señaló: “Yo creo que hay que cambiar a ese fiscal, me parece que está muy mal”. Asimismo, Lourdes Alcorta acusó “falta de voluntad” de parte del Ministerio Público. Y, por citar un último caso, Héctor Becerril profetizó: “Cuando vaya la comisión [del Congreso] a Brasil y se encuentre con la información, seguramente vamos a saber por qué no quieren colaborar, qué esconden”. Y, así, siguieron sumando cocachos a la fiscalía.

¿Hay motivos reales para sospechar de la investigación del fiscal Hamilton Castro? Pues parece que no. Más bien, las revelaciones de los últimos días probarían que efectivamente anda tras los “peces gordos” y que viene siendo efectivo en esa tarea. Como se conoció el viernes, Odebrecht reconoció a la fiscalía que entregó una coima de veinte millones de dólares a Toledo para la licitación de la carretera Interoceánica y el fiscal ya ha rastreado once de ellos hasta cuentas de Maiman, el buen amigo del ex presidente que también está involucrado en el Caso Ecoteva. ¿No es ese el resultado de llevar bien el caso?

¿Y por qué el fiscal trabaja con tanta reserva y no va informando paulatinamente a la ciudadanía de sus hallazgos y de los compromisos con Odebrecht? Bueno, pues, además de que las investigaciones de este tipo por ley son reservadas, es razonable pensar que el fiscal prefiere no hacer públicos sus hallazgos para reducir la posibilidad de reacción de todos aquellos intereses a los que les encantaría que el caso de las coimas cariocas fracase.

Lo que llama la atención es que todos los congresistas que disparan a Hamilton Castro y que pretenden que el fiscal caiga no son unos novatos. ¿Podrían entonces alegar ignorancia sobre investigaciones penales para justificar su comportamiento? Siempre es posible, aunque sería difícil creerlo, viniendo de políticos experimentados.

¿Por qué entonces le saltan al cuello a Castro? Otra opción es porque resulta una vía fácil –aunque irresponsable– de robar protagonismo, cámaras y titulares.

Otra eventual explicación, sin embargo, podría ser aun más preocupante. Alguien muy malpensado, digamos, podría elucubrar que algo ganan ellos o sus agrupaciones políticas si consiguen la cabeza del fiscal. ¿Quizá que naufrague una investigación que podría comprometer a otros “peces gordos” –o una clase de vertebrados acuáticos menores– cercanos a su corazón?

En esta columna, por supuesto, no somos ni inocentes para considerar la primera opción ni malpensados para creer en la tercera. Por eso, nos llena de calma que lo más probable es que solo enfrentemos la segunda opción, a cuyo pecado, por lo demás, andamos ya acostumbrados. Estemos tranquilos.

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