¡Odio como cancha!, por Cecilia Valenzuela
¡Odio como cancha!, por Cecilia Valenzuela

Desde que la campaña electoral empezó a calentar, se han publicado numerosos editoriales analizando la necesidad de que la izquierda se presente unida a las elecciones del 2016.

Hemos leído pequeñas tesis sobre lo conveniente que sería para el país que el abanico ideológico que caracteriza a las fuerzas de la centroizquierda y la izquierda radical en el Perú –desde el Humanismo y Ciudadanos por el Cambio, hasta Patria Roja y Tierra y Libertad– se unan, en un solo puño, y vayan juntas bajo el grito de unidad.

El consenso alrededor de un ‘gran frente’ que ofrezca una izquierda moderna está plasmado en las páginas de los diarios de todos los matices. Sin embargo, apenas ha trascendido que el y el están conversando en serio y analizando la posibilidad de tentar juntos en los próximos comicios, las críticas se han tornado feroces y demoledoras: según los pitonisos más conspicuos, si el acuerdo se concretara, los dos partidos perderían.

Los mismos articulistas que saludan una posible unidad del centro hacia la izquierda se están desgañitando en intrigas con tal de impedir que se haga posible una alianza del centro hacia la derecha.

¿Por qué la centroizquierda y la izquierda radical deben ir unidas, pero la centroderecha no? Por qué sería muy positivo para nuestro país un frente con ideas marxistas, pero de ninguna manera uno con ideas liberales.

Por qué el Apra y el PPC no deberían dejar atrás adjetivos y encontronazos en períodos electorales, pero los maoístas y los estalinistas sí pueden olvidar los días en los que se disparaban por controlar el centro federado de una universidad.

Por qué Lourdes Flores traicionaría su integridad si olvida que Alan García la etiquetó como la candidata de los ricos, mientras ambos competían por el sillón presidencial; pero en cambio Salomón Lerner alcanzaría la santidad si se abraza de Gregorio Santos y del cura Marco Arana, que fueron los que, a propósito de Conga, le ofrecieron su cabeza en bandeja de cerámica a la señora Heredia de Humala.

Las campañas electorales avivan odios y resentimientos. Eso, desgraciadamente, hace que algunos intelectuales –que se esconden bajo una pluma ácida, que aparentemente no se casan con nadie en tiempos normales– pierdan de vista durante la contienda tanto al país como al electorado.

Para los feroces críticos de la posible alianza entre el PPC y el Apra sería peor un acuerdo entre dos partidos políticos experimentados, que el despegue de un caudillo como César Acuña Peralta.

No les importa que no se conozca el verdadero origen de los fondos que usa y usará para su millonaria campaña, y menos que se sepa que en vez de bases partidarias su organización funcione con operadores políticos contratados, entre los que figuran, o han figurado, varios periodistas.

La experiencia de la Alianza Popular, convertida años después en el Partido Popular durante la transición española, debería inspirar a las fuerzas de centro y centroderecha en el Perú. A buena parte de los peruanos les resiente que el país esté, en este momento, en manos de dos aventureros; quizá varios de ellos estarían dispuestos a escuchar las propuestas conjuntas de Lourdes Flores y Alan García.

MÁS EN POLÍTICA...