La encíclica papal “Laudato Si” es un extenso documento muy trabajado y por instantes poético y místico, en el que el Papa intenta juzgar el modelo de crecimiento global y sus efectos ambientales desde un marco teológico y ético. El “paradigma tecnocrático”, la “rentabilidad financiera”, la obsesión por las máximas ganancias y por el “consumismo sin ética y sin sentido social y ambiental” están propiciando el calentamiento global y agotando los recursos. El hombre, autorreferenciado e individualista, dominado por necesidades inmediatas, no reconoce a la naturaleza como la creación de Dios, y establece con ella una relación de dominio en lugar de una de unión y respeto al todo del que formamos parte. Desenfreno egoísta que llevará a la violencia y destrucción recíproca.
Está presente la vieja desconfianza de la Iglesia con la búsqueda de ganancias, base del mercado. Pero ya decía Smith que, en un mercado libre, el individuo, buscando su propio beneficio, consigue el de los demás. Si yo gano dinero es porque lo que produzco satisface necesidades de otros. Han sido las economías de mercado las que han reducido la pobreza y generado democracias que, a su vez, generan presiones ambientalistas para castigar excesos. En cambio, las economías dirigidas por la ética redistributiva (socialismo, estatismo, colectivismo) produjeron más pobreza, regímenes totalitarios y más destrucción del ambiente.
Salir de la pobreza consiste precisamente en incrementar la capacidad de consumo. Que los vastos sectores emergentes quieran consumir más es un derecho y ayuda al crecimiento para que más personas salgan de la pobreza. En qué momento eso se convierte en “consumismo”, en exceso egoísta, es algo que sí merece una discusión ética.
El Papa responsabiliza a las empresas multinacionales de haber arrasado las selvas tropicales, contaminado ríos, etc. Eso ha ocurrido. Pero en el caso del Perú, ya no son las transnacionales las que devastan, sino las actividades ilegales y la pobreza. No la gran o mediana inversión minera, que, salvo excepciones, ahora es limpia, sino la minería ilegal que usa mercurio y cianuro. No las grandes o medianas concesiones forestales modernas que deberíamos tener, que conservan el recurso, sino la migración itinerante de campesinos pobres que ha devastado 9 millones de hectáreas en la selva alta, en algunos casos sembrando coca y contaminando los ríos. No las pesqueras industriales, que tienen cuotas que son controladas, sino la pesca artesanal sin control que incluso usa dinamita. Y las ciudades y pueblos que botan sus residuos sólidos y líquidos a los ríos y al mar.
Entonces, tenemos que crecer más para reducir la pobreza y formalizar si queremos golpear menos el ambiente. Para eso, necesitamos engancharnos bien al “modelo de desarrollo global” que el Papa quiere cambiar porque ha ocasionado el cambio climático. Pero el mismo “paradigma tecnocrático” que ha ocasionado el calentamiento global es el que está produciendo ahora tecnologías y energía limpias. En 20 años solo habrá automóviles eléctricos, por ejemplo. Por eso los presidentes del G-7 pudieron anunciar, la semana pasada, al mismo tiempo que se publicaba la encíclica, que habían tomado la decisión “revolucionaria” de “descarbonizar” totalmente la economía en unas décadas. Aleluya.
LEE TAMBIÉN...
Papa (@Pontifex) reconoce que en algunos casos la separación es necesaria ► http://t.co/h5nsKQ9BeQ pic.twitter.com/CKTJ8WzTy0— El Comercio (@elcomercio) junio 24, 2015