Respuesta de El Comercio a acusaciones de censura
Respuesta de El Comercio a acusaciones de censura
Redacción EC

Fernando Berckemeyer
Director Periodístico

El sábado 7 de febrero se publicó en la página web de este diario el artículo “#MáximaNoEstáSola”, de Martha Meier Miró Quesada. Luego de unas horas fue retirado, lo que llevó a muchas personas en redes sociales a preguntarse si y yo como su director habíamos censurado a la señora Meier. Se dijo además que la censura habría respondido a un interés "neoliberal" o mercantilista en silenciar los abusos que la minera habría estado cometiendo contra la familia Chaupe.

Si algo tenía claro cuando asumí la dirección de El Comercio el 17 de noviembre pasado es que nada es más valioso para un diario que la confianza de sus lectores. Eso, y el respeto de quienes, aun sin leerlo o incluso discrepando profundamente de sus posiciones, son ciudadanos informados y justos. Consiguientemente, comencé mi trabajo como director con la convicción de que, se equivocase o no en sus ideas o coberturas, El Comercio tenía que ser siempre un diario honesto. No puedo, pues, dejar que esta honestidad sea puesta en duda sin sentirme obligado a defenderla.

Iré al punto. Según mandan los principios rectores de este Diario –y, ciertamente, el sentido común–, los columnistas del mismo tienen libertad de expresión, pero no de difamación. Retiré el artículo de la señora Meier de la edición impresa del sábado (y de la digital, en que salió por unas horas por error) no porque ella estuviese defendiendo a la familia Chaupe frente a la minera Yanacocha, sino porque se sostenían en él al menos dos ideas potencialmente difamatorias. La primera, que el financista internacional George Soros es un "narcopromotor". La segunda, que la minera en cuestión habría tenido intenciones de “intervenir” en el Poder Judicial cajamarquino mediante "intereses subalternos", las que se habrían visto frustradas por la exposición mediática del caso. 

Demás está decir que la aludida responsabilidad que tiene el diario de que no se publiquen en él textos difamatorios se vuelve especialmente exigente cuando quienes los publican son editores del mismo y personas que, por lo tanto, pueden generar la percepción de estar hablando a nombre de él.

La señora Meier ha implicado en redes sociales que el retiro de su artículo se debe a que el diario, por causa mía, tendría interés en censurar las denuncias de Máxima Acuña de Chaupe para proteger a la minera. No hace falta entrar en mayores explicaciones para mostrar que eso no es así. Basta con mirar las varias notas que sobre el caso publicó El Comercio (en sus versiones impresa y web) solo en la misma semana en la que ella envió su columna. Todas recogían las versiones de ambas partes, y muchas de ellas, más aún, destacaban en sus titulares la postura de la familia Chaupe. Así, por ejemplo, la nota “”, en la que informamos que la mencionada familia denunció que personas enviadas por la minera destruyeron su casa. Otro ejemplo es la nota “”, en la cual relatamos que la Policía Nacional negó haber participado en la operación de desalojo. Un tercer ejemplo es la nota “", en la que señalamos que la policía afirmó que no permitiría ninguna agresión por parte de la minera. 

El Comercio, pues, no ha censurado la libertad de expresión de nadie. Más bien, ha impedido que alguien se tome la libertad de difamar en sus páginas. Dos cosas muy diferentes. 

Por otra parte, la razón que esgrimió en Twitter y en otros medios no públicos la señora Meier a fin de acusarme de tener mis propios intereses subalternos para intentar silenciar la historia de los Chaupe es tan endeble como su acusación de censura: renuncié al estudio de abogados cuyos intereses ella dice yo habría intentado proteger hace más de cuatro años y no tengo más vínculo con él que el que supone que un familiar mío sea socio del mismo. En cualquier caso, no es que esto haga mucha diferencia: la minera Yanacocha no es clienta de ese estudio.

Como se comprenderá, no puedo pretender hacer un trabajo serio como director del diario y, al mismo tiempo, mantener en él a una editora que implícita y públicamente me acusa de corrupción. 

Finalmente, pienso que El Comercio está llamado a cumplir un rol muy diferente al que supone publicar este tipo de artículos y que el encargo que me ha sido dado como director implica esforzarme al máximo de mis posibilidades para que las páginas del diario estén a la altura de su legado, de su misión y, sobre todo, de la confianza que depositan en él sus lectores. Por ello, además de dejar sus cargos de editora, la señora Meier no publicará más sus artículos bajo mi gestión.