Por la serenidad presidencial, por Juan Paredes Castro
Por la serenidad presidencial, por Juan Paredes Castro
Redacción EC

Hasta el momento de entregar esta columna para su publicación, los peruanos aún no conocemos el contenido de la primera respuesta chilena que tanta irritación ha causado en el presidente y tanto alboroto en el Partido Nacionalista.

Se trata de un documento que, por lo visto, no satisface las expectativas del mandatario con respecto a las explicaciones y satisfacciones que debe dar Chile sobre los graves e indignantes actos de denunciados.

Hemos tenido, pues, una altisonante reacción presidencial y otra desaforada de la bancada oficialista sobre un intercambio de comunicaciones de Estado a Estado que no han sido publicadas ni reseñadas.

Nos preguntamos cómo podríamos comprender mejor al presidente Humala, con respecto a su “insatisfacción” por una inicial respuesta chilena que no sabemos precisamente en qué consiste.

Y si el presidente ha decidido mantener en reserva esos documentos, entonces lo importante es que sea enérgico en su rechazo al espionaje y en su demanda de explicaciones, pero sin perder los papeles en agresivas rabietas ni contagiarse del verbo grosero del congresista Daniel Abugattás.

Haber deslizado injustas diatribas contra El Comercio, de la manera arrogante como lo ha hecho, y pretender darle lecciones de patriotismo frente a Chile, con aviesas insinuaciones de traición a la patria, solo por su búsqueda de la verdad en un manejo político y diplomático que el gobierno trata de ocultar, debieran hacer meditar al presidente Humala sobre la bajeza de sus expresiones y su peligrosa tendencia a la intolerancia.

Se lo dice un periodista que por más de cuarenta años ha lidiado con gobernantes democráticos y autoritarios, y la mayor parte de ese tiempo desde las páginas de El Comercio, que lleva 175 años sometiéndose cotidianamente al escrutinio de sus lectores, sin tener que deber favores ni al poder político ni al poder económico.

Esta independencia y elección, basadas en la confianza pública, son algo que no se le perdona a El Comercio y algo además que habitualmente le incomoda al poder de turno, que lo quisiera tal vez como un felpudo de sus debilidades o como un instrumento complaciente de sus miedos.

El presidente Humala tiene el deber sereno de velar por nuestra política exterior. Es su conductor constitucional por excelencia. Actitudes y comportamientos suyos de intemperancia podrían, por el contrario, ponerla al filo de desequilibrios o rupturas a veces irreversibles.

Como este gobierno sabe más de paranoia que de una buena comunicación, acostumbra tener a la prensa a la sombra de medias verdades oficiales, para luego quejarse del acceso a otras fuentes que, por supuesto, no son de su gusto ni de su preferencia. Sencillamente, no entiende lo que es la libertad de prensa.

La verdad que ha hecho conocer El Comercio sobre el manejo político y diplomático del espionaje encierra en el fondo la sana advertencia de usar el poder con serenidad y de no valerse del impacto del malestar bilateral para sortear asuntos internos, como el de Martín Belaunde Lossio, que parecen sacar de sus casillas al gobierno y a la pareja presidencial.

Seamos severos en la defensa del interés nacional, sin menoscabo, por supuesto, de la necesaria ecuanimidad gubernamental.