Sutilezas, la columna de David Rivera
Sutilezas, la columna de David Rivera
David Rivera

La última encuesta de Ipsos recoge la opinión de los electores sobre los cambios que esperan del próximo gobierno. Los resultados han sido utilizados rápidamente para afirmar que ello demuestra que la gente no está buscando un cambio en el modelo económico. La desesperación por llegar a este autoconvencimiento es tanta, que en el ‘análisis’ se considera que solo el control de precios y la estatización de empresas privadas, menos mencionadas por los encuestados, son las variables que sí reflejarían deseos de cambio. Veamos.

El 58% de la población espera cambios moderados y 33% radicales. ¿En qué? Educación (59%), delincuencia y corrupción (55% y 48%) y salud (38%). Ergo, nada contra el modelo. Hagamos un poco de memoria solo sobre estas variables.

Hasta hace muy poco los defensores a ultranza del modelo afirmaban, sin mayor sustento que sus creencias, que la privatización de la educación, la salud, el agua, la seguridad, etc., solucionarían todos nuestros males. Ha sido la posición de algunos tecnócratas sensatos de derecha, la que ha permitido revertir ese debate político y que miremos lo que sucede en el mundo: en los países más desarrollados, es el Estado el que los presta, porque son en esencia servicios públicos. Esto, en sí mismo, es un cambio en el modelo. Y es necesario recordarlo porque algunas reformas, como la educativa, llevan tan poco tiempo, que corremos el riesgo de regresar a ideas trasnochadas.

No es lo único. Richard Webb se ha preguntado qué es lo que busca el electorado en distritos como Túpac Amaru y Sangarará (Cusco), donde el acceso a los servicios de agua, desagüe y salud, a infraestructura y riego tecnificado, ha mejorado de manera importante, y en donde los votos de y suman 86% y 71%, respectivamente.

Hay varias posibles respuestas complementarias. Veamos las referentes al modelo. Una es que la gente está pidiendo más Estado y espera más que servicios básicos. Otra, que la infraestructura no garantiza per se la generación de oportunidades, que es lo que finalmente anhela la gente. Estas opciones implican una discusión sobre el modelo. Más aun, si queremos tener los niveles de inversión privada, crecimiento y recursos que permitan al Estado garantizar dichos servicios, no podemos permanecer atascados en la discusión de si el Estado debe o no promover otros sectores económicos. Pero este debate, que otros países liberales ya superaron hace décadas, en el Perú sigue generando escozor en cuatro gatos con mucha influencia en medios.

No pidamos que el electorado haga estas derivadas, pero sí a los líderes de opinión un poquito más de seriedad en sus conclusiones. Creer que solo el control de precios y la estatización representan cambios al modelo puede reflejar manipulación, ceguera, ignorancia o quién sabe qué. No se trata de alejarnos de los principios del libre mercado. Se trata de cambios que solo en una sociedad como la limeña son susceptibles de ser considerados peligrosos.

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