Pedro Cateriano vuelve a la Presidencia del Consejo de Ministros en una coyuntura totalmente diferente de aquella en la que le tocó asumir la jefatura del Gabinete durante el gobierno de Ollanta Humala y Nadine Heredia.
Al COVID-19 y al “desfase” de cifras de muertes por la pandemia, como él mismo lo ha admitido, se suma la peor crisis económica de los últimos 100 años (según opinión de especialistas). No hay duda de que Cateriano Bellido tiene inmensos retos por delante, y por el bien del país esperamos que esté a la altura de estos.
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Conocido su carácter confrontacional y su poca tolerancia a la crítica –puedo dar fe de ello–, Cateriano se ha apurado en decir que fomentará el diálogo con las diferentes fuerzas políticas, porque las circunstancias así lo ameritan.
Sin embargo, sus dichos se contradicen. Al menos eso fue lo que se notó a las pocas horas de haberse puesto nuevamente el fajín de primer ministro, durante una de sus primeras entrevistas.
La periodista Mavila Huertas, haciendo referencia a este rasgo de su carácter, le decía: “¿No es empezar con el pie izquierdo hablar de fujiaprismo?”. Cateriano, lejos de tomar el salvavidas, se reafirmó en su postura: “El fujiaprismo es una realidad que en el actual Congreso ya no existe. En este Congreso hay más posibilidades de diálogo porque no existe esa conducta delictiva que el anterior Congreso disuelto sí efectuó”.
Pocas horas antes, Keiko Fujimori había escrito en Twitter: “Era urgente que hubiera cambios. Este nuevo Gabinete es una oportunidad para corregir errores. No es momento de detenernos en diferencias políticas. Esperamos que este nuevo equipo tenga éxito, porque de su gestión depende la vida y la economía de todos los peruanos”.
A lo que este respondió: “Saludo su pronunciamiento. Esta grave emergencia nos obliga a sumar esfuerzos, salvando las marcadas diferencias políticas existentes. Cordiales saludos, P. C.”.
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Cateriano fue uno de los principales impulsores del cierre del Congreso, e incluso habría sido el creador de la figura de “negación fáctica de la confianza”, la que seguimos buscando –sin éxito– en la Constitución.
Tras haberlos acusado de tener una “conducta delictiva” en el anterior Congreso, el fujimorismo no acusó el golpe y el secretario general de Fuerza Popular, Luis Galarreta, insistió en “dejar las discrepancias de lado”.
Esperamos que ese tan mentado “diálogo” sirva para que por fin nos digan la verdad de los muertos por coronavirus y se exija que los culpables de la catástrofe asuman sus culpas y sean sancionados.
Ese “diálogo por encima de toda discrepancia” debe incluir además pedir cuentas de los actos de corrupción cometidos en plena pandemia, y aclarar los casos de los familiares de Vizcarra y sus contratos con el Estado, aunque Cateriano ya se adelantó en decir que “no hay ninguna intervención de Vizcarra en los nombramientos”.
Más que insultos, indirectas y pullas a sus adversarios vivos y muertos, Cateriano necesita destrabar la inversión privada y luchar contra la corrupción más allá de quienes estén envueltos en esta.