Si Pilar Mazzetti no hubiese asumido la cartera de Salud en el flamante Gabinete Cateriano, posiblemente esta columna se titularía “Más de lo mismo”. Sin embargo, la adhesión de la ex cabeza del Comando de Operaciones COVID-19 inyecta, sin duda, una cuota relevante de optimismo a la percepción sobre el nuevo equipo del Ejecutivo.
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La figura de Pedro Cateriano, en cambio, genera menos consenso. Cateriano tiene un perfil confrontacional. Basta mirar el rol que cumplió cuando fue primer ministro del gobierno de Ollanta Humala, revisar sus declaraciones en medios de comunicación o dar un rápido recorrido por sus redes sociales. Esta característica, muchas veces necesaria en la política, no es la más solicitada en esta coyuntura.
La principal crítica a Vicente Zeballos ha sido la falta de relevancia de su liderazgo en la agenda pública y su incapacidad de articular dentro del Gabinete. ¿Es Cateriano una persona capaz de cumplir con estos roles? Creo que merece el beneficio de la duda y espero que opte por orientar sus energías a generar consensos y marcar el norte del Gobierno.
Sin embargo, un riesgo del perfil que ha elegido Vizcarra para liderar la PCM es que se trate más bien de un gesto de fuerza frente a un Congreso que va a estar envalentonado luego del 28 de julio, cuando ya no pueda ser disuelto constitucionalmente. Esperemos que ‘pechar’ al Congreso no sea nuevamente la estrategia del Gobierno, sino que haya una voluntad real de hacer el mejor trabajo posible para sacar al país del hoyo en el que nos ha puesto el COVID-19.
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En cuanto al resto de los nuevos ministros, creo que hay un pelotón de personajes que tienen un perfil bastante similar al elenco que estamos acostumbrados a ver en la gestión de Vizcarra: caras desconocidas, con conocimiento técnico pero poco peso político. Esperemos que resulten gratas sorpresas y no amargas decepciones.
No obstante, hay dos personajes que destacan –cada uno a su manera– por su aparente falta de idoneidad para el cargo: Martín Ruggiero y Patricia Donayre. El primero es el nuevo titular de Trabajo. Si bien es una excelente noticia que Sylvia Cáceres haya salido de la cartera, su reemplazo parece estar lejos de contar con las credenciales para el puesto. Joven y sin experiencia en el sector público, Ruggiero va a tener serias dificultades para navegar en la marea burocrática del Mintra y los múltiples intereses que esa cartera administra.
El nombramiento de Patricia Donayre, por otro lado, parece ser un intento por aumentar la capacidad política del Gabinete a costa de su capacidad técnica. Donayre no tiene un día de experiencia en el Midis, pero sí en el Parlamento. Esperemos que ello no signifique una mayor precarización del sector, que se ha ido desgastando progresivamente gracias a la gestión de líderes improvisados.
Este Gabinete no es, sin duda, el elenco soñado para el capítulo que le toca emprender al Gobierno, pero el Gabinete Zeballos había dejado la valla tan baja que podemos decir, sin riesgo a equivocarnos, que hoy estamos un poquito mejor que ayer. Ojalá no nos decepcionen.