Un antifujimorista parece haber cosechado una porción de los restos del fujimorismo. Veremos si sus rivales tienen la capacidad de coordinar y agruparse, en vez de seguir jugando a tener tantas candidaturas como aspirantes. (Foto: GEC)
Un antifujimorista parece haber cosechado una porción de los restos del fujimorismo. Veremos si sus rivales tienen la capacidad de coordinar y agruparse, en vez de seguir jugando a tener tantas candidaturas como aspirantes. (Foto: GEC)
Eduardo  Dargent

Hace unas semanas sugerí que el voto en el sur de UPP en la reciente elección congresal nos mostraba un espacio electoral en busca de candidato. Algo similar se observa en el caso de , pero en distritos populares de Lima: hay un espacio urbano preocupado por el tema de la delincuencia y el orden que puede verlo atractivo a él (o a un candidato parecido). Y no solo se trata de Lima, sino de varias ciudades con problemas similares.

Si bien el ha capturado mucho interés por su buena votación, creo que en ese caso no estamos frente a un espacio electoral que pueda crecer mucho más. En cambio, en los dos casos mencionados sí se observa algo más, una demanda buscando oferta. Y Urresti parece bien parado para construir sobre esa demanda.

Hace algunos años, cuando el ministro del Interior Urresti aparecía en noticieros matutinos dirigiendo publicitadas operaciones contra el crimen, escribí que lo veía como un candidato peligroso por autoritario. Mano dura y personalismo no suelen ser buenas noticias para la democracia y construir instituciones. Era, además, carismático, con boquilla para el golpe político. Pensé entonces que podía dar el salto a la política electoral, pues los tiempos estaban para ese discurso. Las acusaciones por violación a los derechos humanos, además, no parecían afectarlo.

Sin embargo, poco tiempo después, una serie de campañas electorales fallidas lo mostró más bien como un candidato aparentemente débil. Cargó con el peso del Partido Nacionalista y nunca despegó. Su postulación a la Alcaldía de Lima tampoco fue exitosa. Perder novedad en el Perú suele ser un camino muy rápido a la tumba política. Por ello, su candidatura reciente me sorprendió por sus buenos resultados.

¿Qué cambió y cómo contrarrestó esta imagen de “ya fue”? Me inclino a pensar que su actuación en la Municipalidad de Los Olivos lo puso nuevamente en pantalla. Fue su oportunidad de recrearse. Estuvo de nuevo en su elemento. Construyó otra vez la imagen de tener un remedio efectivo contra el crimen, lo cual no quiere decir que lo tenga. La elección lo terminó de fortalecer.

¿Cuánto puede crecer dicha candidatura? Se irá decantando, pero creo que tiene buen espacio. Hoy ya empata la punta en las simpatías políticas con 11% (Ipsos). Recordemos, además, que desde el 2000 solo se necesitará alrededor del 20% para pasar a segunda vuelta.

Estoy de acuerdo con comentaristas como Chaparro y Mariátegui cuando resaltan que ese populismo mano dura vende en estos tiempos. Pero añadiría que por su oposición al fujimorismo y al Apra cuadra bien con la demanda anticorrupción y de castigo a los políticos.

Urresti cuestiona esta imagen de líder autoritario señalando que es demócrata. Esas credenciales no las veo para nada claras. Mucho tiene que hacer si quiere revertir esa imagen.

Un antifujimorista parece haber cosechado una porción de los restos del fujimorismo. Veremos si sus rivales tienen la capacidad de coordinar y agruparse, en vez de seguir jugando a tener tantas candidaturas como aspirantes. Mientras tanto, apreciaremos en vivo y en directo cómo le va a Urresti en su nueva tribuna parlamentaria. Ya anunció que no cobrará sueldo.

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