(Foto: Ángela Ponce)
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José Carlos Requena

El martes 16 de junio se cumplirán tres meses desde el inicio de la larga cuarentena. Un cuarto del año en virtual receso iniciado para contener los apremios sanitarios que planteó la , con duras consecuencias en el frente económico e impacto importante en la política.

El Ejecutivo, popular hasta los últimos sondeos disponibles (Datum: 76%; Ipsos: 80%; IEP: 74%), se va confirmando como incapaz de lidiar con el reto, preso de sus desconfianzas y limitaciones, y heredero de tareas postergadas en los últimos lustros.

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Se gobierna, además, sin una personificación tangible de la oposición. No existe líder ni discurso opositor. El ruido que originan algunos críticos del Gobierno no llega a consolidarse como un factor que enriquezca la democracia ni aporte al difícil momento que se vive. Se dirá que aquello brinda un mejor espacio para gobernar. Pero la pauperización del debate político hace evidente que tal lectura es limitada.

Por lo demás, el principal flanco del Ejecutivo sigue siendo el propio Ejecutivo. ¿Cuál es, si no, el origen del anecdótico y grosero Caso Swing? ¿Cómo creer que la preocupación por el destino de la supervisión universitaria que ejerce Sunedu es genuina, si el propio organismo plantea una contradicción al ampliar –por tres años adicionales– el plazo de cese de las universidades con licencia denegada?

El Congreso, por su parte, es el principal foco de preocupación de distintos sectores. Sin duda, parecen habitar impulsos que pueden representar problemáticos legados. Pero es una candidez esperar que una institución política no quiera ejercer el poder del que dispone democráticamente.

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La preocupación ciudadana, resignada a las limitaciones en el frente sanitario, va girando su preocupación hacia el rumbo económico. Esta semana, el Banco Mundial emitió su informe con estimaciones para el 2020, que coloca al Perú como la segunda economía de la región con mayor contracción (12%), muy por encima de sus socios sudamericanos de la Alianza del Pacífico (Chile, 4,3%; Colombia, 4,9%). La desesperanza que se anida contrasta con el optimismo que solía impregnar el debate político y económico en tiempos recientes.

Tal será el país que se enrumba, aceleradamente, hacia el bienio que renovará el liderazgo político del país (presidencial y congresal en el 2021, subnacional en 2022). Un país que, sin tener una crisis política originada por un desplome, parece empezar a vivir un momento transicional que trasciende el recambio electoral.

El 30 de junio, cuando debería concluir esta larga cuarentena, el país formal habrá recorrido tres estaciones en virtual arresto domiciliario: iniciado en los descuentos del verano, ha pasado todo el otoño para arribar, el 20 de junio, al invierno. La dura estación habrá llegado.

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