Presidente Martín Vizcarra brinda mensaje a la nación. (Foto: Presidencia de la República)
Presidente Martín Vizcarra brinda mensaje a la nación. (Foto: Presidencia de la República)
/ Juan Pablo Azabache / Carla Patiño
Martín Tanaka

Como en el boxeo, el presidente recibió un golpe muy difícil de encajar, que lo obligará a replantear su plan de pelea o cambiar de estrategia. La propuesta de cambio en las reglas de elección de miembros del , lamentablemente, no me parece mucho más que un intento de reacción sin muchas posibilidades de éxito.

El 28 de julio, el presidente lanzó una inesperada y audaz propuesta para enfrentar la suerte de relativo punto muerto al que se llegó después de la discusión sobre la reforma política. Parecía un planteamiento razonable: adelantar las elecciones, reconociendo el fracaso tanto del Ejecutivo como del Legislativo en construir una relación mínimamente cooperativa. Probablemente el Ejecutivo evaluó que, dado que el presidente ponía el recorte de su propio mandato por delante, el importante apoyo de la opinión pública y la eventual movilización ciudadana, el Congreso podría haber respondido haciendo lo propio. No sería fácil, pero mediante una negociación política podría haberse logrado el adelanto y una agenda mínima de transición.

Pero del 28 de julio hasta ahora hemos visto otra cosa. Para empezar, el Congreso mostró una nueva faz: lo que parecía en algún momento un debilitamiento del fujimorismo, con la reducción de su bancada a 54 miembros, ahora resulta un fortalecimiento en clave conservadora. Fuerza Popular aparece como parte de una coalición por medio de la cual recuperó el control de la Mesa Directiva y que suma, para algunos temas claves, hasta dos tercios del Congreso. La ilusión de que la recomposición de fuerzas en la nueva legislatura permitiría un juego más abierto en realidad ha mostrado una convergencia conservadora, que articula a congresistas que llegaron al Parlamento dentro de las listas de PpK, APP y hasta del Frente Amplio.

El protagonismo de voceros con posturas conservadoras se ha acentuado, de modo tal que, si en la anterior legislatura escuchábamos a Daniel Salaverry en la conducción del Congreso junto a Leila Chihuán, y a Carlos Tubino como portavoz del fujimorismo, hoy tenemos que escuchar a junto a Karina Beteta, y a Milagros Salazar como vocera de Fuerza Popular. A ellos se suman portavoces de otras bancadas que hoy resultan más relevantes en medio de la consagración de la fragmentación extrema que estamos viviendo en esta legislatura. Y de otro lado, la respuesta de la ciudadanía no fue tan fuerte como se hubiera esperado, acaso saturada y exánime ante una larga y compleja confrontación política que se intuye sin salida sencilla.

Esta nueva hegemonía conservadora es la que hizo imposible gestar un acuerdo, con lo que la propuesta de adelanto de elecciones terminó siendo archivada por la Comisión de Constitución sin llegar siquiera al pleno. El problema es que el Ejecutivo nunca llegó a tener un plan B viable. No se logró un acuerdo en el Consejo de Ministros para atar la propuesta de adelanto de elecciones a la presentación de una moción de confianza. Finalmente, la respuesta ha sido proponer un cambio en las reglas de elección de miembros del TC, que podría ser razonable, pero que muy difícilmente podrá impedir la votación que se llevará a cabo el lunes.

Muy probablemente, entonces, el Ejecutivo sufra una segunda derrota este lunes, que se sumará a la del viernes. ¿Qué podrá hacer para recuperar la iniciativa y poder poner temas relevantes en la agenda política? La marea se ha puesto claramente en contra, pero podría volver a cambiar. El país necesita recuperar una agenda de reformas y de lucha contra la corrupción.


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