El gobierno de Vizcarra, casi como en el parlamentarismo, nace del Congreso. Fuerza Popular es corresponsable de su ascensión (Foto: Presidencia Perú)
El gobierno de Vizcarra, casi como en el parlamentarismo, nace del Congreso. Fuerza Popular es corresponsable de su ascensión (Foto: Presidencia Perú)
Jaime de Althaus

Los mercados se dieron cuenta al instante: la inestabilidad política había terminado. La bolsa subió y el dólar cayó. El entrampamiento entre el Ejecutivo y el Congreso había sido resuelto.

De hecho, estamos en un escenario completamente diferente. El eje organizador de este nuevo escenario ya no es la polarización fujimorismo-antifujimorismo, que acabó con el gobierno de PPK. Keiko Fujimori logró cortar dos cabezas de un solo tajo –las de PPK y su hermano Kenji– y eso debe haber satisfecho su sed de reparación luego de la derrota electoral. No tiene animadversión contra . Lo apoyará.

El presidente Martín Vizcarra, por su lado, parece consciente de que tiene que extirpar ese pernicioso eje del centro nervioso de la política peruana y de las relaciones de gobierno. Por eso, ya decidió no designar a Elmer Cuba en el Ministerio de Economía, pese a que hubiese sido un muy buen nombramiento, para no aguijonear al monstruo antifujimorista, que vetó a Cuba antes de que se le hubiese ofrecido nada. Pero tampoco podría nombrar a ningún ministro “caviar” para no incordiar a . Un delicado equilibrio.

Si el presidente Vizcarra logra reemplazar, en el centro de la política peruana, el eje fujimorismo-antifujimorismo por la oposición crecimiento/orden versus pobreza/caos/inseguridad, alineando a las principales fuerzas políticas detrás del primer conjunto de objetivos, el problema del país estará resuelto.

Para eso, tendría que desoír los consejos que, como a PPK, le incitan a ponerse en guardia frente a Fuerza Popular. Muchos escépticos no creen que se haya producido un cambio de escenario, piensan que esto es una ilusión momentánea y que Fuerza Popular volverá a las andadas en cuestión de días o semanas, como si estuviese genéticamente perturbada. Por supuesto, es algo que puede ocurrir si esos sectores y algunos medios tienen éxito en enconar al presidente con FP. La cosecha de cizaña nunca se acaba. Sería una profecía autocumplida.

Pero la verdad es que el gobierno de Vizcarra, casi como en el parlamentarismo, nace del Congreso. Fuerza Popular es corresponsable de su ascensión. FP tiene, además, que recomponer su mala imagen de agente destructivo pasando a ejercer un papel más propositivo. En la medida que ya no se sienta amenazada por estrategias que busquen dividirla y que haya recuperado algunas fuerzas, podrá pasar de tareas defensivo-agresivas a tareas constructivas. Pero tendrá que reeducar a sus huestes parlamentarias en el estudio y solución de los temas.

También dependerá de la capacidad del gobierno de proponer un plan de trabajo conjunto, que incluya reformas fundamentales y que logre generar una dinámica de cooperación tras objetivos nacionales comunes. Retornar a los temas. Pero basta que la confrontación no sea ya el motor principal para que desaparezca esa tierra de nadie en la que cada actor político buscaba su propio beneficio a costa del futuro del país. Ahora se podrán detener las iniciativas populistas que amenazan con ahogar al Estado, y buscar soluciones que vayan a la raíz de los problemas. Amén.