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Fernando Vivas

"Les debe mucho a los fujimoristas”, me dice un colega de , tratando de explicarme por qué, desde que fue ungido presidente del Congreso, no ha extirpado de raíz provocaciones naranjas como esa de investigar a las encuestadoras o esa otra de fastidiar a la Sunedu, o citar a César Vizcarra a la Comisión de Fiscalización.

Otro colega y aliado de Olaechea me dice que a este le preocupa el tic tac de la bomba de tiempo que es Tamar Arimborgo en la Comisión de Educación, porque sabe que un pedido para extirpar la palabra ‘género’ del currículo sí podría dar pie a una cuestión de confianza (CDC). El enfoque de género es una política pública y si el Congreso persistiera en objetarla, daría en la yema del gusto a un que presumen en busca de coartadas para activar el mecanismo de la CDC.

En cambio, como lo han advertido varios constitucionalistas, hacer CDC por la propuesta de adelanto de elecciones, que es una reforma constitucional, sería improcedente y así piensa Pedro Olaechea. Reparamos, junto a otro amigo de Pedro, en que la investigación a la Sunedu también podría activar la CDC, pues el licenciamiento universitario es una política pública amenazada por congresistas. Sin embargo, el amigo cree que es más difícil sustentar obstruccionismo a partir de una fiscalización vaga y de resultado incierto.

Cuento estos devaneos ‘olaechistas’ para concluir provisionalmente que:1)Pedro no quiere el adelanto. 2) Pedro quiere llevar la fiesta en paz; no quiere que un exceso de los lobos, aunque le provoque aullar con ellos, le friegue su agenda de diálogo y competitividad.

Miren cómo estos días, mientras Vizcarra escoge en la armería de Palacio los fusiles con los que atacará al Congreso cuando se cumpla su ultimátum de fin de mes, Olaechea lanza ramas de olivo y dilaciones globales, como consultar a la Comisión de Venecia y visitar a la OEA.

Sopesen este gesto: Karina Beteta leyó en su nombre, durante la ceremonia del aniversario 197 del Parlamento, un texto en el que dice que no se aferran al cargo, sino a la Constitución, y reconoce que han cometido errores aunque sin mala onda.

“Al menos, no tiene ‘codinome’”, me dice otro risueño congresista, aquilatando el hecho de que el presidente del Congreso no esté salpicado por el Lava Jato local. O sea, para Olaechea el adelanto es un asunto de forcejeo político con el Ejecutivo y no, como para algunos de sus aterrados colegas, asegurar dos años de inmunidad.

Al susodicho no le puedo preguntar nada de esto en persona, porque hace semanas que le envío mensajes y me deja en visto. Quiero preguntarle, por ejemplo, ¿por qué, si tiene facilidad de palabra, lee hasta la más simple propuesta? ¿Tanto teme meter la pata? Ni siquiera aprovechó, a pesar de que los micrófonos estuvieron dispuestos para ello, la ocasión de improvisar una declaración junto a Vizcarra tras el diálogo en Palacio el 3 de setiembre. Prefirió escribir unas ideas y leerlas en el Congreso.

—Mesa que no aplaude—
Olaechea se ha vuelto hermético y trata de que su mesa también lo sea, salvo para leer comunicados. Marvin Palma, el tercer vicepresidente no es un dolor de cabeza sino una isla aparte, por ahora serena. No le gusta dar la cara, salvo en selfies con Kenji.

Salvador Heresi, el segundo vicepresidente,sí es un apoyo para Pedro Olechea. No le fue impuesto por su bancada Contigo; él mismo lo invitó –suponemos que tras haberlo acordado con los fujimoristas– y aseguró así a Contigo. Heresi también ha leído, a lo Beteta, un mensaje de Olaechea. Y sé de buena fuente que este le pidió que modulara el tono de sus críticas a Vizcarra. Heresi cumplió.

Beteta, como ya vimos, ha pulido su perfil chúcaro. También se sabe que Olaechea convoca de vez en cuando a congresistas como ‘Vitocho’ García Belaunde, Juan Sheput, Juan Carlos del Águila, Velásquez Quesquén y otros con predicamento en sus bancadas.

También me cuentan que buscó resolver, hablando con su vocero Gilbert Violeta, el exceso de Janet Sánchez que pidió investigar el mensaje a la nación. Y Janet cumplió (le pregunté y me dijo que reculó por iniciativa propia, lo que no descarta la gestión de Olaechea).

Sin embargo, a pesar de esas contenciones, los naranjas lo desbordan y condicionan en demasía. Un colega suyo me dijo esto: “Creo que a los naranjas les resulta más fácil pedirle cosas a Olaechea que a Luz Salgado o Lucho Galarreta cuando eran presidentes”.

En efecto, a pesar de sus esfuerzos de contención, la moción de Sánchez cobró vida propia, la investigación a las encuestadoras quedó en un grupo de trabajo, y la Comisión de Constitución, con Rosa Bartra al mando, le es indómita.

Varias fuentes destacan el liderazgo que ha tenido Luis Galarreta en la recuperación fujimorista de la Mesa Directiva. Galarreta es el respaldo e interlocutor más importante de Olaechea dentro del Congreso. Al hablar con él –cuentan– se tiene la impresión de que es también la voz de Keiko, aunque él se cuide de decirlo.

Entonces, el presidente de 130 congresistas cuya gestión acabará de cualquier forma antes del 2021 y no sería afectado por el adelanto, el líder empresarial (expresidente de SNI) que por años dialogó con dirigentes sindicales en el Consejo Nacional del Trabajo, el ppkausa con predicamento que dejó la bancada una temporada para asumir la cartera de Producción, ¿conseguirá modular la grita de la mayoría para tener una agenda diáfana de colaboración?

Lo logró el día que el pleno votó la ampliación del régimen laboral agrario ante la mirada atenta de la ministra Fabiola Muñoz. No parece que lo vaya a lograr al enredarse en la elección de miembros del TC o, como me contaron un par de testigos, cuando convocó una Junta de Portavoces para pasar videos de izquierdistas ampayados en incidentes con agitadores en el Congreso, en lugar de dejar esos asuntos de disciplina para la Comisión de Ética.

Como apunta otro colega suyo, Olaechea es un novato con solo tres años de carrera parlamentaria. Y otro lo complementa: pero está haciendo un curso acelerado.