(Ilustración: Víctor Aguilar/ El Comercio)
(Ilustración: Víctor Aguilar/ El Comercio)
Fernando Vivas

El presidente no es precisamente un buen orador y no se ciñe al libreto de los asesores políticos y los ‘media trainers’ que saben cómo sacar provecho de un mensaje leído a la nación. Esos son sus defectos. Pero también son, en parte, una virtud.

Por defecto, presentó las historias personales de los 9 “peruanos héroes” de El Niño costero, cuya presencia en la galería junto a Nancy Lange convocó los aplausos –incluidos los de los opositores– en torno a la única épica ppkausa del primer año, la de #UnaSolaFuerza. no es un hombre para pautear.

Pero, a la vez, y esto es lo virtuoso, el presidente tiene una fuerte personalidad como para destacar aquello en lo qué más cree (destrabe de megaproyectos, agua para todos, metas de salud y educación), salirse del libreto para hacer un chiste inofensivo (“Ya leí el 79%”, “Este Zavala no es pariente del otro Zavala”) y repetir, a su modo, el lema #UnaSolaFuerza. Así, los ‘trainers’, luego de morderse los codos ante los efectos de puesta en escena que les malogró, ya no se sintieron tan desolados. Además, supo esgrimir la memoria gorda de 400 páginas; señal visual de que lo que vimos y oímos.

Al ver la versión impresa del discurso difundida por Palacio, confirmamos, en las variantes y faltas de énfasis respecto a lo que estaba escrito, la tensión entre el ‘presidente de directorio’ que se apega a su modo de hacer las cosas, y el ‘tecnopolítico’ que trata de seguir los consejos y leer con convicción lo que han escrito otros a partir de su esbozo y con su venia.

Como ejemplo de esa tensión, el mensaje incluyó este mea culpa: “Quizá subestimé el esfuerzo titánico que requería restablecer el crecimiento [...] Me disculpo si fue así”. PPK no hizo pausa ni dio énfasis, ni levantó los ojos para mirarnos en ese pasaje que prometía ser especial. En eso, los asesores y ‘media trainers’ difieren: pedir perdón es empático y humaniza ante la masa, pero también es ponerse en bandeja ante la oposición dura. El segundo es el pensamiento de PPK y en eso sí es político.

—El Congreso no se deja—
PPK sabe que no es un gran orador como para osar discursear a partir de un esbozo escrito. Eso empobreció el dramatismo del discurso, pero fue compensado con los efectos de puesta en escena (esgrimir la memoria escrita, presentar a los héroes, pedir un minuto de silencio por las víctimas de El Niño costero, apropiándose así de la solemnidad del Congreso).

Un efecto concebido no solo para compensar la sosa lectura, sino para poner en escena el intento de domeñar un espacio solemne y hostil fue entregar personalmente los proyectos de ley a Luis Galarreta. A la primera oportunidad, el presidente del Congreso cedió y se levantó a recibir el documento. Luego, apareció el oficial mayor José Cevasco para trasladar los papeles. Si los asesores del presidente saben de puestas en escena, los del Congreso también.

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