A las 6:20 a.m. empezó el duelo. Una pista de cemento, oculta entre los arbustos a la altura del kilómetro 38 de la vía hacia Chosica, fue el punto elegido para la contienda. Y las armas: dos sables de acero con puntas anuladas. Era el domingo 9 de marzo de 1958, y el ministro de Gobierno y Policía, Jorge Fernández Stoll, comenzaba a batirse a duelo con el senador por Tacna Wilson Sologuren.
Incluso hasta la segunda mitad del siglo XX, el duelo era una práctica hasta cierto punto tolerada para resolver disputas de honor, aun entre figuras políticas. Se hacía previa elección y mediación de padrinos de ambos contendores, siguiendo el código de honor del marqués de Cabriñana, cuando había una afectación al honor que se consideraba grave. Se llevaban a cabo a pesar de ser rechazados por las leyes y por la Iglesia; incluso los participantes eran excomulgados.
“El duelo era un procedimiento muy pautado, con un ritual establecido, que solía servir para resolver una ‘cuestión de honor’. Tanto el ofendido como el ofensor debían nombrar padrinos, quienes se encargarían de exigir y dar, según fuera el caso, las explicaciones necesarias y, si estas no eran satisfactorias, de pactar un combate” (Magdalena Chocano, 2011).
Fernández Stoll –que renunció a su cargo para el lance, pero cuya dimisión no sería aceptada– se sintió ofendido por expresiones que había tenido Sologuren en una carta en la que lo señalaba de cobarde, y sobre las cuales se ratificaba. No habiendo solución, se optó por las armas.
Los sables se cruzaron con ímpetu y “hasta el extremo de hacer brotar chispas del acero”, y fue el sable de Sologuren el primero en herir en la mejilla izquierda a Fernández Stoll, muy cerca del ojo.
A los cuarenta segundos de iniciado, ambos rivales presentaban heridas en la espalda, el tórax y los brazos, según reseñó El Comercio sobre el incidente. El duelo se dio por finalizado al minuto y diez segundos del primer asalto, producto de las heridas. Culminado el lance, no hubo reconciliación.
—Belaunde vs. Watson; Freundt vs. Bisso y la muerte en escena—
El jueves 17 de enero de 1957, otro duelo con sable también tuvo lugar, aunque en la antigua base aérea de Collique. El arquitecto Fernando Belaunde Terry, quien años más tarde asumiría la presidencia, se batió con el diputado por Amazonas Eduardo Watson. Eran las 5:45 a.m.
Belaunde había considerado ofensiva una carta publicada por Watson. Y, aunque ambos se infringieron varios cortes –”Watson logró herir en la mano derecha a Belaunde Terry y este, a su vez, hirió en la oreja izquierda a su contendiente”, reseñó El Comercio en una edición extraordinaria–, el duelo culminó sin mayores consecuencias luego de tres asaltos con sable. Tampoco hubo reconciliación.
Pero los duelos también podían ser a pistola, como ocurrió el sábado 27 de diciembre de 1958 en el lance entre los diputados Víctor Freundt Rosell y Carlos Bisso. Ambos, con pistola en mano, se ubicaron frente a frente, al pie del mar a la altura del kilómetro 40 de la Panamericana Sur. Una violenta discusión en la Cámara de Diputados a inicios de semana había originado que se fueran a las armas.
Fueron dos únicos disparos los acordados: el primero a 35 pasos y el segundo a 30. El ambiente era de silencio y ansiedad, mientras la mañana recién aparecía en playa Arica.
“A la orden de ‘fuego’ se vio claramente que los dos adversarios se apuntaron al cuerpo. Sonaron las detonaciones, casi confundidas. Sucedió una infinitamente pequeña pausa, en la que todos los presentes no tuvieron un convencimiento preciso de los resultados”, reseñó El Comercio en sus páginas sobre el segundo y último disparo. Al final, el duelo no tuvo mayores consecuencias, y esta vez terminó con un abrazo.
Sin embargo, en la historia también hay lances que cobraron vidas. En los registros se tiene, por ejemplo, el duelo entre Arturo del Campo y Plata con Guillermo Porras, y este último falleció en la víspera de que Raúl Porras Barrenechea, su hijo y luego destacable historiador y político, cumpliera apenas los 2 años.
El choque entre ambos –con pistolas– se dio la tarde del 22 de marzo de 1899, en un potrero del fundo Santa Beatriz. Ambos habían tenido un incidente en Barranco, en donde Porras terminó abofeteando a Del Campo.
Los esfuerzos de los padrinos para evitar el duelo resultaron infructuosos; y al final el lance se dio. A la voz de fuego, el cuerpo de Porras cayó a tierra desplomado, en medio de la angustia de los presentes. El disparo había penetrado el lado derecho de la cabeza.