Christopher Acosta


Yo llevé a hasta la puerta de la oficina de Dina. Se conocieron ese día. Ocurrió el 26 de abril de 2021, durante la segunda vuelta electoral. Tomé nota de todo porque estuve presente en la reunión.

Maritza Sánchez es una profesora de educación secundaria que conoció a Pedro Castillo durante el paro nacional de maestros de 2017, que lo elevó a la categoría de líder sindical. Se ganó su confianza ayudándolo a ordenar su discurso. El Gobierno de Pedro Pablo Kuczynski no sabía con certeza qué buscaban esos miles de maestros que tomaban el centro de Lima y lograban paralizar las clases en casi todo el territorio nacional. Escribiendo el pliego de reclamos en hojas de papel bond, en sus reuniones en pequeños cafés del casco histórico, Sánchez pone en blanco y negro aquello que Castillo gritará luego en plazas y parques, megáfono en mano: «¡No a las evaluaciones abusivas contra los maestros por parte del Ministerio de Educación!».

Los colegas se reencontrarán cuatro años después. Castillo volvía a llenar plazas y parques, pero esta vez próximo a pasar a la segunda vuelta electoral, convertido en candidato presidencial. Maritza Sánchez se pone a sus órdenes y recibe del profesor un encargo especial: cruzar la pista y ponerse a disposición de Dina Boluarte Zegarra, la candidata a la vicepresidencia. Frente al local del partido Perú Libre, al otro lado de la avenida Brasil, se encontraba el Club Departamental Apurímac, su centro de campaña. Se convierte allí en una especie de asistente de Boluarte, que realiza apuntes durante sus reuniones y le lleva la agenda. Es la misma persona que en algún momento recibirá a «Chima», el empresario; y es la que, ese día, toma nota de una de las tantas solicitudes de audiencia que recibe la candidata. Un abogado: Alberto Otárola, anota.

"Castillo volvía a llenar plazas y parques, pero esta vez próximo a pasar a la segunda vuelta electoral, convertido en candidato presidencial"

—Le dije «señor, por favor, vuelva mañana», porque ese día la señora Dina estaba full, y era imposible que lo recibiera. Al día siguiente llegó tempranito, y lo llevé donde la candidata.

En la cita, Otárola se presenta como un exviceministro del Gobierno de Ollanta Humala que quiere comunicarle a Boluarte que las bases nacionalistas «sin duda» votarán por Pedro Castillo. También le da consejos. Le recomienda ser prudente en sus opiniones y declaraciones ante la prensa y tener mayor claridad al momento de «transmitir la ruta constitucional» para conseguir un cambio de Constitución, una de las promesas más repetidas por Perú Libre durante la campaña. Otárola ofrece, para ello, trabajar la «arquitectura constitucional» que hará que eso sea posible a través de un referéndum, como en Chile, donde «ya se hizo». Los detalles del encuentro los ofrece Maritza Sánchez, acudiendo a su agenda amarilla. Un cuaderno escolar en el que la asistente toma nota de las reuniones de la candidata Boluarte. En la página correspondiente a la reunión con Otárola, escribe y subraya dos veces la palabra «vocería». El cuaderno se ha convertido en un importante documento que, actualmente, en poder del Ministerio Público, provee a fiscales de nombres, teléfonos e incluso aportes de campaña no declarados oficialmente. Como los de Henry Shimabukuro, quien afirmaría lo siguiente:

Yo también vi a Alberto Otárola alguna vez en el Club Apurímac, cuando iba a visitar a Dina. Allí la que le llevaba la agenda era Maritza Sánchez, con quien hice una amistad. Solo ella y yo teníamos una foto del DNI de Dina. Con eso podía comprarle los vuelos para la campaña sin necesidad de estar pidiéndole a cada rato sus datos. Yo le tomé la foto. Y eso me servía también cuando íbamos al Banco de la Nación a pagar la tasa para tramitar la impugnación de actas después de la elección. Esa plata también era mía.

Pero los días de las reuniones en el Club Apurímac acabarán pronto para Dina Boluarte. Los socios, fastidiados porque una institución de corte social se había convertido en el local de campaña de quien la dirigía, le piden abandonar las instalaciones y llevar la política a otra parte. En ese momento entra a tallar Grika Asayag O’Besso, su «sobrina». O al menos así la llamaba y la presentaba Boluarte ante su equipo. No era del ala de Maritza y «Chima», pero adquiere protagonismo cuando, a punto de ser desalojados del club, ofrece una vivienda, también en Breña, muy cerca de ese lugar, para transformarla en su novísimo local de campaña.

En la calle Bolivia 724 se encuentra una casa, en litigio, que Grika Asayag ocupa desde hace unos años. Es además la sede de Total Force, su empresa de servicios de vigilancia y seguridad privada. Durante la segunda vuelta, esa vivienda se convierte en el nuevo búnker político de Dina Boluarte. Se monta allí un despacho para la candidata y, en otro de los ambientes, un pequeño estudio desde el que Boluarte se toma fotos y graba videos, con ropa de mujer andina, para sus votantes. Asayag toma peso en la campaña a raíz de la mudanza y, a partir de entonces, acompaña a la candidata de arriba a abajo. Un apoyo que Dina Boluarte, ya como presidenta, sabrá agradecer.

El 18 de diciembre de 2022, bajo el nombre de «servicios de apoyo administrativo», Grika es contratada en Palacio de Gobierno. Sin un título profesional, accede a un puesto menor pero suficiente como para estar cerca de la nueva presidenta. Boluarte no se había olvidado de ella. Ni de su empresa. Para ese momento, Total Force ya había conseguido, el 19 de noviembre de 2021, su primer contrato con el Estado, por S/ 27.500, en el sector Trabajo. Semanas antes de la contratación, se registra una visita de Asayag, gerente de la compañía, a Edilberto Jaime Ríos, viceministro de esa cartera. ¿Cómo había logrado reunirse con tan alto funcionario, para luego conseguir allí mismo un contrato? Lo que se revela a continuación quizás ayude a responder esa pregunta.

La investigación realizada para este libro ha conseguido identificar dos testimonios que ubican a Dina Boluarte, entonces vicepresidenta y a cargo del MIDIS, como promotora de los negocios de Grika Asayag y su empresa. Uno de ellos es el de Anahí Durand Guevara, en ese momento ministra de la Mujer del Gobierno de Castillo, quien ha confirmado que recibió una solicitud de Boluarte: recibir en su oficina a Asayag, que llevaba consigo una propuesta. Durand acepta y la atiende en su despacho el 29 de noviembre de 2021, según registra en el libro oficial de visitas del ministerio. A la reunión, Grika asiste con un file de Total Force, su empresa, contándole que había revisado todos los convenios del INABIF, entidad dependiente del ministerio, con empresas de seguridad y que algunos de esos acuerdos estaban próximos a vencer. Pidió que se contratara a su empresa, detallando que podía brindar los servicios «en paquete». Pero Durand le explica que su solicitud no era atendible, que las contrataciones con el Estado se hacen por concurso público.

—Boluarte no solo me llamó para que la recibiera, sino que días después volvió a llamar para confirmar si la había recibido. Presentó a Grika como una chica emprendedora. A mí me sorprendió. Ella era la vicepresidenta, por eso accedí.

"Pero ante esa primera negativa en el ministerio, Grika insiste. Bajo el mismo madrinazgo, se hace atender ahora en el INABIF, cuyo director era el excongresista Sergio Tejada"

—Sí. La ministra Durand me contó que recibirla era un pedido de Boluarte. Grika me escribe un mensaje al teléfono institucional y me dice «soy Grika Asayag, quería pedirte una reunión». Ese día me iba a quedar hasta tarde, así que la hice pasar. Me dijo que tenía una empresa de seguridad, que me estaba presentando; y que si había alguna posibilidad. Le dije que como director no veía nada de eso, que había un área de licitaciones y que no podía ni quería meterme en nada que tuviera que ver con licitaciones. Pese a la insistencia, el negocio no se cierra.