"Si Zavala cree que la desaprobación del Gobierno se debe a una mala comunicación de sus planes y acciones, ¿qué piensa hacer con decenas de asesores políticos y comunicadores que cargan sobre sí esa responsabilidad?". (Foto: PCM)
"Si Zavala cree que la desaprobación del Gobierno se debe a una mala comunicación de sus planes y acciones, ¿qué piensa hacer con decenas de asesores políticos y comunicadores que cargan sobre sí esa responsabilidad?". (Foto: PCM)
Juan Paredes Castro

Después de haber visto desfilar en vísperas de 28 de julio al primer ministro y demás integrantes de su Gabinete por casi todos los espacios periodísticos, tratando de explicar las cosas que no pudieron explicar en un año, no hay nada de qué sorprenderse.

La maratón declarativa ministerial de los últimos días quería decirle a los peruanos, como en efecto lo reafirmó Zavala, que no era cierto que el Gobierno hubiera gobernado mal o hubiera cometido errores garrafales, sino que no había sabido comunicar sus mejores políticas y acciones.

Después de haber visto también la fotografía de primera página de El Comercio del 28, que pinta la euforia de las ministras Aljovín, Choquehuanca y Molinelli, en Palacio de Gobierno, celebrando, junto a Kuczynski, la recomposición del Gabinete que mantiene a Zavala como primer ministro y a su vez como ministro de Economía y Finanzas, tampoco habría algo que nos llamara la atención.

Nada más lejos (con mi respeto por las señoras ministras) del reclamado nuevo Gabinete Ministerial, con un primer ministro capaz de devolverle al Gobierno la confianza perdida y con una estrategia política que le diera rumbo al país. Queda el consuelo de ver a Zavala como un atleta en salto largo y en salto alto, obligado a ofrecer marcas expectantes en las dos categorías. Finalmente, terminará corriendo cien metros planos cada día entre su despacho de Economía en la calle Junín y su despacho de la PCM en Palacio de Gobierno.

Después de haber escuchado, por último, el mensaje a la nación del presidente Kuczynski, sin el menor reconocimiento de cuán extraviado está su Gobierno y cómo podría ponerlo cuanto antes sobre rieles, para recuperar eficiencia y confianza, no hay manera de esperar grandes cambios por ahora.

Esto quiere decir que si un gran cambio sobreviene será el resultado de alguna gran crisis actualmente imprevisible. Tendrá que presentarse algo semejante a El Niño costero para que Kuczynski y su gobierno adquieran una mejor lectura de la realidad peruana y de los servicios del Estado que no llegan satisfactoriamente a la gente.

Si Zavala cree que la desaprobación del Gobierno se debe a una mala comunicación de sus planes y acciones, ¿qué piensa hacer con decenas de asesores políticos y comunicadores que cargan sobre sí esa responsabilidad? ¿Van a ser ellos mismos los que ahora van a poner en vitrina las obras y aciertos del Gobierno, después de que demostraron que no lo supieron hacer en doce meses?

El problema del Gobierno es más de operación e intermediación política y de estar buscando culpables de sus desaciertos en el fujimorismo y en la prensa crítica, que prestándole atención a su eficiencia y seguramente a su comunicación.

Las huelgas de profesores y médicos, por ejemplo, demandan negociaciones hábiles y reflejos agudos del Gobierno, además de seguimientos de inteligencia si es que hay, como sostiene el ministro Basombrío, infiltraciones políticas peligrosas como las del Movadef.

El problema, señor primer ministro, es de gobierno y gobernabilidad, mucho más que de comunicación. Las pruebas las tiene usted.

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