Aunque gastado o agotado, como quiera reconocerse, Zavala es la pera del olmo que Kuczynski quiere llevar hasta el 2021. (Foto: PCM)
Aunque gastado o agotado, como quiera reconocerse, Zavala es la pera del olmo que Kuczynski quiere llevar hasta el 2021. (Foto: PCM)
Juan Paredes Castro

Lo que nos ha querido decir en los últimos días es que los peruanos no nos gastemos en pedir peras al olmo: él se siente más un presidente honorífico que un presidente en funciones; y a quien tenemos que ver, según él, en las responsabilidades de gobierno es al ratificado primer ministro .

El problema de Zavala es que como primer ministro agotó el 50% de sus capacidades y energías políticas en la gestión de las facultades legislativas para destrabar la economía; el 20% de las mismas en la defensa de la adenda del proyecto del aeropuerto de Chinchero en el Cusco, que les costó la vida ministerial a Thorne y Vizcarra; el otro 20% en promover improductivas campañas publicitarias estatales para levantar la imagen del Gobierno; y finalmente el 10% en la justificación de su cargo adicional como ministro de Economía y Finanzas.

Ese 100% de capacidades y energías políticas ya agotado compromete seriamente la confianza que Zavala obtuvo del Congreso, lo que lo obligaría a sacar no sabemos de dónde el nuevo 100% que necesita para transitar los siguientes cuatro años, que es el tiempo larguísimo que Kuczynski desearía tenerlo como primer ministro, junto con su actual Gabinete, que igualmente permanecería intacto hasta el 28 de julio del 2021.

Entre lo deseable y lo posible hay generalmente un largo trecho, que para el presidente no existe. Lo deseable en él es siempre posible. El ruido magisterial en las calles de Lima no ha perturbado la tranquilidad presidencial.

Como dice Carlos Meléndez en su columna de ayer en El Comercio, si el presidente brasileño Temer ha hecho de la impopularidad su principal activo para mantenerse en el poder usando todos los resortes posibles, ¿por qué Kuczynski no podría hacerlo también? A diferencia de Temer, parece que no querría hacer ni siquiera eso.

El nuevo aporte de Kuczynski a la teoría y práctica políticas es que el presidente no desautoriza ni menos remueve a sus ministros; que estos no son fusibles sino elementos permanentes en el Gobierno; que el presidente y los ministros hacen bien su trabajo y que la desaprobación ciudadana del presidente y de los ministros es una mentira; que el desgaste político de un Gabinete y de un régimen es un mito creado por los opositores; y que los consejos que algunos se atreven a darle sobre cómo superar ese desgaste, entre otras cosas, con una renovación de sus cuadros ministeriales, encierran un reverendo propósito destructivo.

Depositario del encargo de Kuczynski de llevar las riendas del Gobierno, el primer ministro Zavala tiene que poner algo importante en la agenda política del país que sea capaz de generar interés y debate. Hay reformas urgentes en salud, en educación, en trabajo, en seguridad y en justicia, que están desconectadas del presente y del futuro. Y es responsabilidad del Gobierno sacarlas decididamente adelante.

Aunque gastado o agotado, como quiera reconocerse, Zavala es la pera del olmo que Kuczynski quiere llevar hasta el 2021. A ver hasta dónde aguantan el país político y el país económico.

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